Vida Sana
No es casualidad que los nombres de Héctor Lavoe y Willie Colón hayan trascendido las fronteras de la música afrocaribeña. Héctor —conocido como “El Cantante de los Cantantes”— y Willie —visionario productor, trombonista y cantautor— fueron lo más cercano a una estrella de rock que conoció la música afrocaribeña.
Lavoe murió en 1993 a los 46 años. Colón sigue activo y vigente en el mundo de la música. En realidad, su historia es la historia de una amistad. La amistad entre un simpatiquísimo cantante pueblerino que emigró de Ponce a Nueva York en los años 60 pese a los nefastos augurios de su padre, y un músico precoz, nacido en el Bronx de padres puertorriqueños, que firmó un contrato con la disquera Fania a los 15 años de edad. Fue el músico Johnny Pacheco, uno de los fundadores de la Fania, quien los presentó.
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Su primer disco juntos —El malo, en 1967— causó una revolución. Era la llegada triunfal de una generación joven conectada con la música tropical pero a través del rock ’n’ roll y la rebeldía social. La revolución llegó con el trombón de Colón, áspero embajador del swing, con el humor pícaro de Lavoe y con un repertorio que alternaba la salsa tradicional con la fiebre del boogaloo, presentando temas en inglés y español con igual soltura. La revolución continuaría, incansable, en los discos grabados en colaboración y, desde 1975 en adelante, sus respectivas carreras solistas.
“La gente se identificaba profundamente con Héctor porque personificaba al jíbaro puertorriqueño que venía del campo. No era sofisticado y sin embargo había alcanzado la cima de la popularidad en Nueva York”, nos cuenta Oscar Hernández , pianista y director de la Spanish Harlem Orchestra. Hernández nació en Nueva York en 1954, ocho años después que Lavoe, y desde su adolescencia acompañó en el piano a muchos de los grandes artistas de la Fania.
“Era el cantante del pueblo, considerado por muchos como ‘uno de nosotros’. No puedo decir que éramos amigos, pero siempre fue cordial y amable conmigo”, nos dice Hernández. “A veces era obvio que había estado consumiendo drogas, pero hasta cierto punto ese detalle contribuyó a su popularidad. La gente se identificaba con su lucha, con el hecho de que había caído en la drogadicción y sin embargo se subía al escenario y cantaba para su gente”.
Los discos que Héctor grabó con Willie entre 1967 y 1974 representan un momento culminante para el desarrollo de la estética salsera. La producción de Willie es feroz en su sabor y agresividad rítmica, mientras que la voz de Héctor, llena de humor y desparpajo, es inconfundible.
Cuando el dúo se separó en 1974, Colón continuó actuando como productor de varios discos solistas de Héctor.
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