Vida Sana
Era italiano, pero a Rodolfo Alfonso Raffaello Pierre Filibert Guglielmi di Valentina d'Antonguolla —mejor conocido como Rodolfo Valentino— lo celebraron como un “amante latino”. Con su mirada seductora hacía recordar a todos los galanes de Latinoamérica. Nació en 1895 en Castellaneta, un pueblo en el sur de Italia, pero terminaría viviendo unos escasos 31 años. Sin embargo, esas tres décadas le alcanzaron para cambiar la historia del cine con clásicos del cine mudo como The Shiek (El caíd), The Four Horsemen of the Apocalypse (Los cuatro jinetes del apocalipsis) y Blood and Sand (Sangre y arena).
“Rodolfo Valentino tuvo un profundo impacto en la cultura estadounidense al crear un nuevo arquetipo de papel protagónico masculino”, nos explica la escritora Emily W. Leider, autora del libro Dark Lover: The Life and Death of Rudolph Valentino (2003). “Antes de Valentino, no existía un galán con rasgos étnicos. La norma del cine mudo era que si había un extranjero en una película, naturalmente sería el villano. Valentino cambió esos prejuicios y demostró que no era necesario ser un típico estadounidense de tez blanca para poder convertirse en ídolo de matiné. Ayudó a internacionalizar el cine norteamericano, conociendo la fama en Latinoamérica, especialmente porque bailó el tango en The Four Horsemen of the Apocalypse”.
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Antes de la fama
La infancia de Valentino en Italia hubiera sido idílica de no ser por la muerte de su padre cuando tenía solamente 11 años. No le fue bien en la escuela, pero tenía un talento particular para imaginarse el héroe de sus propias fantasías —acorde con su futuro cinematográfico— además de robar higos de jardines vecinos, ocuparse de las mulas de un tío y adorar a su madre francesa con una devoción que marcaría su personalidad para siempre. Algunos de sus amigos en Hollywood pensaban que Valentino se pasó gran parte de su vida sentimental buscando a una versión más hermosa de su madre, hacendosa y servicial. No sorprende comprobar que sus dos matrimonios —primero con la actriz Harriet Acker, luego con la ambiciosa diseñadora Natacha Rambova— terminaron en divorcio.
Pese a su arraigo por la familia, Valentino no tuvo reparos en abandonar su patria y emigrar a Nueva York en 1913. En un comienzo, trabajó de mesero y bailarín a sueldo. En esa época conoció a otros desarraigados europeos en el club Maxim's. Cuatro años más tarde llegó a Los Ángeles y estableció una carrera como actor de reparto, pero la euforia inicial se transformó en un profundo descontento cuando se encontró encasillado en el papel de villano.
Entonces el destino hizo de las suyas. Durante un viaje en tren desde California a Nueva York que duró cinco días, el actor se entusiasmó leyendo la novela Los cuatro jinetes del apocalipsis (1916). El libro, del español Vicente Blasco Ibáñez, es descripción de una Europa destrozada por los estragos de la Primera Guerra Mundial. Valentino pensó que esta historia sería ideal para una película, y cuando se enteró que Metro Goldwyn Mayer había adquirido los derechos cinematográficos, se presentó en las oficinas neoyorquinas de la compañía. Allí le dijeron que la guionista June Mathis lo había estado buscando para ofrecerle el papel principal.
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