Vida Sana
Disfruta del prólogo y el primer capítulo de la primera novela de Julia Alvarez en 15 años.
De MÁS ÁLLA por Julia Alvarez. Copyright (c) 2020 por Julia Alvarez. Copyright de la traducción (c) 2020 por Mercedes Guhl. Reimpreso con permiso por Vintage Español, una división de Penguin Random House LLC.
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Prólogo
FRAGMENTOS
Va a encontrarse con él / el lugar que escogen a menudo para ocasiones especiales / para celebrar que ella se retira de la universidad / el restaurante preferido / y la nueva vida que le aguarda / a media hora de camino de su casa / un pueblo en las montañas / a veinte, si acelera en una zona con límite de treinta millas / Esta noche parece más lógico / un punto intermedio / llegarán cada uno por su lado / pues ella regresa de su cita con el médico / ella llega primero / pues él viene de la casa / debía estar ya en el restaurante / empieza a llamarlo al celular / tras esperar diez, veinte minutos / no contesta / el enojo se convierte en preocupación / no hay por qué sorprenderse / siempre lo deja en el bolsillo de sus bluejeans de trabajo / el hospital, el 911, la policía / “¿Lo han visto?” / o apaga el volumen en el cine y luego se le olvida encenderlo de nuevo / “¿Podrían ayudarme a encontrarlo?” / Todavía ahora, meses después / “aproximadamente de seis pies, pelo ralo, ojos azul celeste” / cuando ella lo sabe muy bien / el atardecer se va volviendo noche / que él iba subiendo la montaña en el auto / y de repente una punzada de dolor / mientras pensaba qué iría a ordenar / justo en el costado izquierdo, pero irradiando hacia el resto del cuerpo / pensando en cómo estaría ella de ánimo / el plato del día, si es en realidad especial / si estaría emocionada o aterrorizada / o su favorito de siempre, el salmón en salsa de limón y eneldo / como una espada que le perforara el costado / pero cambiando las papas fritas por puré de papa, ya que allá no les importa hacer esos cambios / aunque ¿cómo sabría él qué se siente cuando una espada se le clava a uno en el costado? / por su formación en medicina entiende lo que está sucediendo / evitando causar mal a otros / declarado muerto al llegar al hospital / se olvida recargarlo y se le acaba la batería / Todavía ahora, apenas tres meses antes de que se cumpla el año / saliéndose de la carretera, rodando el carro despacio hasta que se detiene / cuando ella sabe exactamente lo que pasó / una cuneta que bien puede ser su tumba / lo descubrió un ciclista que circulaba por ahí y lo llevaron de prisa a Emergencias / la razón de su retraso / un aneurisma en la aorta / pues lo cremarán y no tendrá tumba como tal / ni él ni ella pudieron anticipar / ni siquiera ahora / “ojos azul celeste”/ y no puede entender cómo alguien a quien ella amaba / pasa y repasa esa noche en su mente / “¿Podrían ayudarme a encontrarlo?” / puede no ser más que polvo / mensajes sin leer, fragmentos, facturas pendientes, recuerdos / vidrios rotos, un parachoques golpeado/ una nueva vida que le aguarda / asustada y emocionada a la vez / ¿cómo puede ser posible? / “¿Podrían ayudarme a encontrarlo?” / una nueva vida que le aguarda / “¿Podrían ayudarme a encontrarlo?” / continúa preguntando / “alto y de cabello escaso” / una nueva vida que le aguarda / “¿Podrían ayudarme a encontrarlo?” / un misterio que ella no puede resolver de ningún modo / sin embargo sigue preguntando / “¿Dónde estás?” / pues esta es la única manera que ella sabe / “¿Podrían ayudarme a encontrarlo?” / de crear una vida más allá para él /
1
Aquí hay dragones
Hoy, el imán de su refrigerador resulta ser profético: “A veces, hasta un animal de costumbres cae en la distracción”.
Tú lo has dicho, anota Antonia. Acaba de servirse el jugo de naranja sobre el café que había en la taza que se llevó de un hotel de lujo. Debió haber sido una ocasión especial para que Sam hubiera decidido alojarse allí, y para que ella no se opusiera a semejante derroche.
Uno pensaría que te criaste en medio de una familia adinerada, le gustaba decirle en broma.
Nunca tuve dinero, por eso no me da miedo gastarlo, respondía Sam. Siempre había sido de respuestas rápidas y eso lo había metido en problemas con su papá en su juventud. Being fresh, se decía en esos tiempos. No seas fresco. ¡Las historias que le había contado!
Sam la mimaba en exceso, o lo intentaba, y ella le daba una reprimenda por sus mimos… pero era el tipo de reprimenda que le hacía saber que a ella más bien le agradaba que se desvivieran por atenderla.
Eso se terminó.
Antonia se apega a sus rutinas, sin salirse del camino estrecho que atraviesa el duelo, sin permitir que su mente divague. De vez en cuando toma pequeños sorbos de pena, temerosa de que la marea la pueda arrastrar… como las viudas que se lanzan a las piras en las que arden sus difuntos maridos, o las madres que saltan a las tumbas de sus criaturas. Ella ha enseñado esas historias.
“Hoy, como cualquier otro día, nos despertamos vacíos y atemorizados”, cita para sí, mientras mira su imagen en el espejo vacío. Su adorado Rumi ya no le sirve para llenar el vacío.
Al final de las tardes, cuando el día se apaga, o en la cama en medio de la noche, a pesar de sus esfuerzos, se ve en el confín más remoto, allí donde, según los mapas antiguos, termina el mundo y más allá solo hay terra incognita, monstruos marinos, Leviatán… aquí hay dragones.
Son incontables las veces en que, sea de día o de noche, tiene que rescatarse de ese confín. Si no lo hace por ella, será por los demás: sus tres hermanas, unas cuantas tías ancianas, sobrinos y sobrinas. Su círculo solía ser más amplio, pero ha tenido que reducirlo para así contener los daños y seguir respirando.
Como suele decirle a su hermana Izzy, que vive en crisis permanente y que siempre llega a visitarla con bolsas de ropa atiborradas de regalos y el corazón roto, lo mejor que puedes obsequiarles a tus seres queridos es velar por ti misma para no convertirte en una carga para ellos. Por eso no es de extrañar que el timbre telefónico que Izzy le asignó a Antonia sean campanas que llaman a misa.
Las demás hermanas la imitaron, y empezaron a usar ese tono de celular para Antonia. El secreto se propagó. El secreto siempre se propaga entre las hermanas. Nuestra Señora de las Epístolas, decía Mona a modo de explicación. La buena Mo-mo, la que no tenía ni un pelo en la lengua… una de las expresiones dominicanas de su mamá. Tilly era más bondadosa. Más o menos. Eso es porque empezaste a asistir a la iglesia de Sam. Así era como Tilly solía describir la religión de ellos, para evitar el término “cristiano”. Ahora lo que evita es pronunciar el nombre de Sam. “Tu iglesia”. Como si Antonia pudiera olvidar que Sam ya no está, a menos que alguien se lo recuerde.
La teoría de Sam para explicar lo de los timbres era que sus hermanas estaban celosas. Tantos años de enseñanza, tanta sabiduría. La cabeza llena de perlas.
Llena de m… bullshit, eso es lo que sus tres hermanas hubieran dicho.
¿Ahora quién irá a defender su manera de estar en el mundo?
Vacía el café estropeado y comienza de nuevo.
El pequeño teléfono que carga en el bolsillo empieza a sonar. Antonia no tiene timbres especiales para nadie, a excepción de Mona, que insistió en que el suyo fuera ladridos de perros. Y no de cualquier perro, sino de los cinco que ha rescatado de la calle, y que la propia Mona instaló en su teléfono.
La que llama hoy es Tilly. Hace unos días fue Mona. Izzy llama de vez en cuando. Son sus hermanas, que quieren saber cómo se encuentra. Tú la llamas hoy, yo me encargo de hacerlo el fin de semana. La frecuencia ha disminuido en los últimos meses, pero ha sido un detalle dulce.
¿Cómo estás?, preguntan. ¿Cómo vas?
Ven a verme, le dicen todas. Y saben que no aceptará la invitación de ninguna. Ella es la hermana que odia viajar, incluso en los mejores momentos.
Si vieras qué bonito está aquí, se jacta Tilly. ¿Por qué crees que le dicen Heartland? Porque te conquista el corazón.
Entre las dos hay una rivalidad permanente, Vermont o Illinois. ¿Dónde llega la primavera primero? ¿Dónde caen las peores nevadas?
Mientras habla con su hermana, Antonia oye entrechocar de platos en el fondo. Tilly no puede estar quieta. ¿Qué estás haciendo?, confronta a su hermana.
¿A qué te refieres con que qué estoy haciendo?
Ese ruido.
¿Qué ruido?
¡Se deslizan hacia el terreno de pelea con tanta facilidad! Cuando Tilly trae a Izzy a colación es casi un alivio. Estoy preocupada, dice Tilly. Izzy ha estado cada vez más imprevisible. Está vendiendo su casa en las afueras de Boston, o tal vez no, es imposible saberlo con certeza. Se queda a dormir en casa de amistades, en una habitación vacía, en un sofá, mientras remodelan su casa.
Pero, ¿la vas a vender o no?, tratan de razonar con ella.
Valdrá más dinero si está perfecta.
La perfección toma tiempo y, obviamente, dinero, que siempre ha sido algo que Izzy dice que no tiene. ¿Acaso no dejó la terapia porque dijo que le costaba demasiado? Pero tienes el seguro médico, ¿o no? Las hermanas de nuevo, el coro griego-dominicano en el que se convierten cuando alguna de ellas, por lo general Izzy, va directo a la perdición.
No quiero que una compañía de seguros se entere de que voy a terapia. ¡Una terapeuta que va a terapia! Acabaría con mi reputación profesional.
Según Mona, las naves se quemaron hace un tiempo y no hay vuelta atrás. Izzy ya no trabaja en el centro de terapia que ayudó a fundar. Ni siquiera Mona, diestra en las artes detectivescas, está segura de cómo llegó a ese punto.
Y también dejó de tomar los medicamentos que antes tomaba, dice Tilly. Mona dice que no se debe hacer eso con ese tipo de medicamentos. Tilly suspira, extrañamente callada, y luego dice que tuvieron una buena pelea. Esas dos, te lo digo.
Antonia se imagina a Tilly meneando la cabeza. Es raro que Izzy y Mona, las dos terapeutas de la familia, no puedan aprovechar sus habilidades profesionales para entenderse mejor. Tú lo has dicho, concuerda Antonia, para no agregar algo negativo que pueda ser citado y luego le llegue a cualquiera de las otras dos, y provoque más discusiones.
En todo caso, hermana, que se jodan. ¿Cómo estás tú?
Okey. El mantra que Antonia repite como contestación desde hace un año. En alguna parte leyó que okey y Coca-Cola son las palabras más comprendidas a nivel mundial. La deprime pensar que los lazos que nos unen a los demás sean tan débiles. Incluso el silencio sería mejor.
Pero silencio es lo único que recibe cuando le habla a Sam ahora. Qué no daría por oír su voz que le llegara desde la otra vida, asegurándole que está okey.
Roger, su vecino, llama a la puerta. Que si puedo ayudarle en algo, ofrece. Es un poco tarde para eso, piensa ella. Sam había muerto en junio. A lo mejor la noticia le llegó ahora… como la luz de las estrellas.
I’m good, le dice a Roger. Todo bien. Es una expresión tomada de sus estudiantes. Siempre se ha sentido un poco farsante al repetir lo que les oye decir, cual cotorra, como hacía cuando aprendía inglés, insertando una expresión aquí o allá, fingiendo sentirse como pez en el agua en ellas. Dream on, como decía en su época de estudiante. Sueña.
Haciendo acarreos a Ferrisburgh. Aprovechar lo que venga. Paga las cuentas. Roger parece inclinarse por hablarle con oraciones a medias. Antonia tiene que poner lo que falta. Cada encuentro es como una tarea, un examen de esos en los que hay que llenar los espacios en blanco.
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