Vida Sana
Para Gilberto Santa Rosa, el haber conocido a Tito Puente y tenido la oportunidad de compartir con el maestro tanto en el escenario como a nivel personal es una de esas experiencias que agradecerá siempre. Tantas décadas después, el cantante puertorriqueño —y estrella de la salsa contemporánea— todavía lo recuerda con emoción.
“Me enteré muy temprano en la vida de quién era el maestro Tito Puente”, dice Santa Rosa desde Miami. “Tito iba mucho a Puerto Rico, y a través de los años, desde que yo era niño, siempre lo veía por la televisión. Rápidamente entendí su importancia en la música que nosotros hacemos como un innovador y sinónimo de virtuosismo. Un timbalero que también era arreglista y tocaba diferentes instrumentos. Me dije a mí mismo: este señor tiene que tener algo de otro mundo”.
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Puente hubiera cumplido 100 años el 20 de abril. Nació en Nueva York, hijo de padres puertorriqueños, y se dedicó a la música y el baile desde pequeño. Luego de pasar tres años con la marina estadounidense durante la segunda guerra mundial, estudió música en la prestigiosa escuela Juilliard, donde aprendió teoría y orquestación.
Pero su instinto musical era mucho más certero y atrevido que cualquier contexto académico. Como buen neoyorquino de su generación, Puente se enamoró profundamente de dos vertientes paralelas: el jazz estadounidense y el fulgor de la música bailable cubana. Otros artistas ya estaban invertidos en la fusión de ambos formatos. Dizzy Gillespie con el conguero Chano Pozo crearon una de las primeras composiciones del Latin jazz con su fantasmagórica “Manteca” en 1947. Y la orquesta de Machito, en la que Puente tocó percusión antes de lanzarse como solista, ya transitaba ese rico territorio de la música que más tarde sería conocida como salsa.
Puente tenía ideas propias. Hasta ese momento, los timbales eran un simple engranaje en la percusión de la orquesta afrocaribeña. Tito los transportó al centro mismo del escenario, delante de todo, ocupando un lugar protagónico con sus solos pirotécnicos y llamativos pasos de baile. Además de ser un gran músico, era un showman, y a partir de la década del 50, dominó la escena neoyorquina del mambo y el cha cha chá.