Vida Sana
Una nueva novela de la autora Isabel Allende, de 80 años, siempre es algo que celebrar para los amantes de la ficción literaria. Su novela más reciente, El viento conoce mi nombre, es un relato apasionante protagonizado por Anita Díaz, una niña de 7 años cuya madre desaparece cuando, para huir de la violencia en El Salvador, se marchan a Estados Unidos. La autora habló con AARP sobre la novela y su extraordinaria vida, que incluye haber huido de Chile a Venezuela después del golpe de estado del general Augusto Pinochet en 1973 y haber publicado el primero de sus muchos libros reconocidos, La casa de los espíritus, en 1982 cuando tenía 40 años.
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Usted ha dicho: “Solo puedo escribir sobre temas que me apasionan”. ¿Qué es lo que la apasiona acerca de la historia de Anita?
Primero, he sido refugiada política e inmigrante, así que sé cómo se siente el desarraigo. Tengo una fundación [la Fundación Isabel Allende] que trabaja con organizaciones que están trabajando en las fronteras, no solo aquí en Estados Unidos, sino que también en Europa, para ayudar a refugiados que vinieron, por ejemplo, de Siria, de Ucrania, de África. Por eso conozco la difícil situación de los refugiados y es algo por lo que siento pasión porque sé de tantas historias. Por lo general, se piensa en las cifras, o sea, en la cantidad de millones de refugiados. Eso no significa nada hasta que conoces a una persona, sabes su nombre, ves su rostro, escuchas su historia. Y ese es mi trabajo: narrar una historia. A través de mi fundación, me enteré de la historia de una niña como Anita, algo que me partió el alma.
Si no hubiera sido escritora de novelas, ¿a qué cree que se habría dedicado?
Fui periodista, algo que me gustaba mucho, hasta el golpe militar. Y entonces tuve que marcharme de mi país y no pude seguir trabajando como periodista. En Venezuela, tuve muchos trabajos distintos para ganarme la vida, antes de empezar a escribir. Pero eso fue mucho más tarde, cuando tenía casi 40 años. Pienso que si no hubiera tenido que marcharme y pasar años en el exilio, en silencio y con apuros, no creo que habría sentido necesidad de escribir mi primera novela. Estaría todavía en Chile, probablemente como periodista; supongo que a estas alturas ya sería una periodista jubilada.
Cuando piensa en su “hogar”, ¿hay algún lugar específico que le viene a la mente?
Mi casa en California. Pero mi lugar en realidad se encuentra en mis raíces, en mis libros. Y en unos cuantos seres queridos, en los recuerdos. Me rodean fotos de las personas que he perdido y a quienes amo. Mis raíces también vienen de ellas. Un hogar no solo tiene que ver con un lugar. Si mi hijo se mudara a Kenia, por ejemplo, me mudaría con él. Nunca me separaría de él. Ese será mi hogar, donde estén mis seres queridos.
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