Vida Sana
A Jackie Stromberg le encanta su apartamento en el distrito de Richmond de San Francisco. Es un vecindario bonito al oeste del puente Golden Gate que le permite caminar hasta el banco, a un mercado de frutas que le gusta y al supermercado de horario extendido.
Pero aun así, Stromberg, quien es soltera, comenzó a sentirse desarraigada. Uno tras otro, había perdido a su mamá, su tío y tía, y a dos amigos muy cercanos. Cerca a sus 70 años, planificaba su jubilación.
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"Estaba a punto de irme", dice.
Pero su apartamento de ensueño tenía algo importante: una habitación extra. Así, Stromberg se convirtió en parte de un grupo pequeño pero creciente de adultos mayores que alquilan espacio en sus hogares. En su caso, lo hizo a través de un grupo sin fines de lucro con sede en San Francisco que empareja a residentes mayores con inquilinos más jóvenes.
"Esto me ha permitido quedarme", dice Stromberg, quien habla animadamente de su nuevo compañero de vivienda, quien llegó en junio; un joven de 27 años que trabaja para la ciudad ayudando a personas discapacitadas.
"Casi toda mi familia ya ha partido. Ya no tengo amigos", comenta la jovial Stromberg, antigua encargada del bar de un hotel. "A los 70, no necesito un nuevo amigo, pero somos cordiales. Nos llevamos bien. A ambos nos gusta el sentido del humor del otro. Me encanta oírlo hablar de su trabajo. Nos ha ido muy bien".
Para los adultos mayores, los programas intergeneracionales de viviendas compartidas representan ingresos extra que ayudan en el propósito de vivir su vejez en sus casas. Además, vivir en compañía y ayuda con el mantenimiento y los quehaceres del hogar.
"Para algunos, quedarse en sus hogares tiene sentido, y si tener un compañero de vivienda los ayuda a lograrlo, es magnífico", comenta Jennifer Molinsky, una investigadora sénior en el Joint Center for Housing Studies de Harvard, que se centra en temas de vivienda de los adultos mayores.
También, es una solución parcial ante el problema de los crecientes costos de vivienda que enfrentan los estudiantes y jóvenes profesionales. No es coincidencia que la idea se popularizó particularmente en ciudades con un alto costo de vida, como San Francisco, Boston y Nueva York.
Según datos del Censo, la cantidad de adultos mayores de 65 años que viven con otras personas sin parentesco se ha duplicado en los últimos diez años a cerca de 921,000.
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