Vida Sana
Después de haber dirigido un campamento por 23 años, pensé que lo había visto todo. Ya no soy tan joven. Sin embargo, en los últimos dos años se ha observado un aumento de la ansiedad, la depresión, los trastornos alimentarios y la sensación de que los niños soportan una enorme presión. Las personas culpan a las redes sociales y a los teléfonos inteligentes, y sin duda contribuyen al problema: el miedo de perderse algo, el deseo de que todo se documente en tiempo real y recibir validación con los “me gusta”. Pero no permitimos el uso de teléfonos ni aparatos electrónicos en el campamento, y sigo viendo intranquilidad.
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Los niños tardan más que nunca en distanciarse del mundo exterior. En la primera semana, no duermen tan bien. Les cuesta mucho más tranquilizarse. Veo que algunos adolescentes más jóvenes traen animales de peluche al campamento. Pienso que les cuesta mucho desactivar el cerebro, ya sea con relación a la guerra de Ucrania, el cambio climático o lo que sea que esté ocurriendo en la política. En comparación, lo que yo viví durante mi juventud en los años 70, 80 y 90, y lo que vivieron los grupos de campistas anteriores en las dos últimas décadas, fue una época bastante adecuada para la infancia y la adolescencia. Para estos chicos, es mucho más difícil. En cierto sentido, resulta inconcebible lo que ha vivido esta generación. Los jóvenes se perdieron el baile y la ceremonia de graduación, todo un primer año de universidad y mucho más.
Los adolescentes de esta generación serán expertos en resolver problemas y muy flexibles ante los cambios.
Escuchamos tantos relatos sobre pérdidas que en el campamento decidimos organizar una versión disparatada de la graduación para todos los niños que se perdieron la suya. Fue algo divertido e informal, pero les hicimos pequeños diplomas y ellos se pusieron togas y birretes, tocamos la canción de graduación y comimos una torta después de que todos salieran en una pequeña hilera. Fue asombrosamente emotivo para mí. Es cierto que allí no podían acudir sus familiares ni sus profesores, pero fue un reconocimiento y era evidente que lo necesitaban.
Tengo la esperanza de que estos problemas y desafíos den lugar a aptitudes como la resiliencia y la valentía, que ayudarán a estos niños a prepararse para la vida adulta de manera que no hemos visto jamás. Veo que ya se están recuperando, y que se han adaptado en formas que nadie podría haber imaginado. Los niños que tenían 10 u 11 años cuando empezó la pandemia comienzan la adolescencia sabiendo caminar con los demás de dos maneras diferentes. Pueden estar cerca o pueden caminar a 6 pies de distancia, a una distancia social, y para ellos es muy natural. Es como si formara parte de su maduración cerebral. ¿Eso los hará más flexibles en el futuro? ¿Los preparará para nuevos retos? Me interesa mucho descubrirlo.
Sin embargo, presiento que los adolescentes de esta generación serán expertos en resolver problemas y muy flexibles ante los cambios. Han pasado por muchas situaciones difíciles, y eso determinará la clase de personas que llegarán a ser.
Gabe Chernov es el propietario y director de Birch Trail, un campamento de verano en Minong, Wisconsin.
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