Vida Sana
Nota de redacción: Jim Obergefell, de 55 años, es el demandante en el notable caso Obergefell v. Hodges sobre la igualdad matrimonial que se presentó ante la Corte Suprema de Estados Unidos en el 2015. Luego del histórico fallo del tribunal, él continuó su activismo a favor de los derechos LGBTQ. Pero el camino de Obergefell hasta llegar a ser centro de la atención nacional en la lucha por la igualdad matrimonial comenzó con sus profundamente entrelazadas experiencias de amor, cuidado y pérdida. Esta es su historia, en sus propias palabras.
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De no haber sido porque cuidé al amor de mi vida, mi esposo, John Arthur, y porque sabía que su muerte estaba próxima, nunca hubiéramos presentado una demanda judicial en el 2013 que finalmente llegaría a la Corte Suprema en el 2015 y legalizaría el matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el país.
La igualdad matrimonial en Estados Unidos: una cronología de hitos
- 1970: Michael McConnell y Jack Baker se convierten en la primera pareja conocida del mismo sexo que solicita una licencia de matrimonio, en Minneapolis. Cuando la solicitud fue denegada, lucharon hasta llegar a la Corte Suprema.
- 1972: En Baker v. Nelson, la Corte Suprema de Minnesota dictaminó que la ley del estado limita el matrimonio a parejas del sexo opuesto y que esa limitación no viola la Constitución de Estados Unidos. En octubre de 1972, la Corte Suprema de Estados Unidos (en inglés) rechaza una solicitud de apelación, lo cual sienta el precedente en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo.
- 1996: Se promulga la Ley de Defensa del Matrimonio (DOMA), firmada por el presidente Bill Clinton. DOMA define el matrimonio a nivel federal como el vínculo entre un hombre y una mujer, lo cual permite que los estados nieguen el matrimonio a las parejas del mismo sexo.
- 1999: Vermont se convierte en el primer estado que legaliza las uniones de hecho como una forma de brindar a las parejas del mismo sexo los mismos beneficios estatales, derechos civiles y protecciones de la ley que tienen las parejas de sexo opuesto. Sin embargo, dado que las uniones de hecho no son reconocidas por la ley federal, las parejas en unión de hecho no tienen derecho a recibir beneficios como el Seguro Social de su pareja o los beneficios de empleados federales, entre otros.
- 2013: En una decisión de 5 a 4, la Corte Suprema de Estados Unidos dictamina que el Artículo 3 de la ley DOMA es inconstitucional y lo declara “una deprivación de la libertad de la persona protegida por la Quinta Enmienda de la Constitución”. Esto abre el camino para que las parejas del mismo sexo que están casadas en estados donde tal matrimonio es legal puedan recibir todos los beneficios federales que están a disposición de los matrimonios de personas de sexos opuestos.
- 2015: El momento de la verdadera igualdad matrimonial llega con la decisión de la Corte Suprema en Obergefell v. Hodges. En una decisión histórica de 5 a 4 votos, el fallo exige que todos los estados emitan licencias de matrimonio a parejas del mismo sexo y declara inconstitucional la prohibición de los matrimonios del mismo sexo. La igualdad matrimonial se convierte en ley federal, garantizando de esa manera el mismo reconocimiento ante la ley para las parejas del mismo sexo.
- 2022: El presidente Joseph Biden promulga la Ley de Respeto al Matrimonio, que eleva a nivel federal el reconocimiento de matrimonios entre personas del mismo sexo o de diferentes razas. Esta nueva ley deroga la Ley de Defensa del Matrimonio de 1996, pero no obligaría a los gobiernos estatales a emitir licencias de matrimonio a parejas del mismo sexo si en el futuro la Corte Suprema revocara su decisión en Obergefell v. Hodges. La ley solo obligaría a los estados a reconocer matrimonios entre personas del mismo sexo si dichos matrimonios se oficializan en otros estados donde sí se reconocen legalmente matrimonios de parejas del mismo sexo.
Pero en mi corazón, el camino hasta la Corte Suprema comenzó realmente en el 2011. Yo estaba sentado en la cocina de nuestro apartamento, viendo cómo pasaban las horas. En cualquier momento llegaría John, que había ido a ver a un tercer neurólogo para recibir un diagnóstico final. En enero de ese año yo había notado que su paso al caminar hacía un ruido extraño cuando recorría el apartamento, como si un pie golpeara el piso con más fuerza que el otro. Pasaron varios meses. La diferencia en su andar no desapareció y lo convencí de que consultara al médico. Él confesó que había notado que pasaba algo.
Finalmente, John llegó a casa ese día. Mientras yo lo abrazaba, rompió a llorar.
“Sí. El tercer neurólogo está de acuerdo. Tengo ELA”, dijo John con voz temblorosa. Él nunca se tuvo lástima. Solo lo vi llorar una vez, y fue ese día.
En ese instante, supimos que nuestras vidas habían dado un giro trágico. La ELA [esclerosis lateral amiotrófica] es un trastorno neurológico fatal que ataca las células nerviosas del cerebro y de la médula. El paciente pierde todas y cada una de sus capacidades. Es algo horrible ver el sufrimiento de una persona con esa enfermedad, y mucho más si se trata de alguien a quien amas. Por lo general, los pacientes con ELA viven entre dos y cinco años después del diagnóstico. Nuestra vida juntos sería más breve, mucho más breve de lo que deseábamos, mucho más breve de lo que merecíamos. Pero el diagnóstico también nos haría más fuertes, el hecho de cuidarlo nos acercaría aún más.
Decidimos desde el principio que John no iría a ningún centro de atención. Yo quería que él estuviera en casa. Él quería estar en casa. Acordamos que cuando llegara el momento de recibir atención paliativa, sería un servicio de cuidados terminales en el hogar. Me convertí en el cuidador de John. Lo vi comenzar a usar un bastón, un andador, una silla de ruedas manual y, finalmente, una gran silla de ruedas eléctrica a la que llamábamos el “vehículo de asalto urbano”. Llegó un momento en que John quedó confinado a la cama. Yo lo levantaba para que pudiera ir al baño. Lo bañaba. Le preparaba la comida. Él no podía hacer nada por sí mismo. Nunca existieron dudas de que yo me ocuparía de él. Lo hice por amor.
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