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Cómo sobrevivir el duelo por la pérdida de un hijo

La pérdida de un hijo provoca desesperación y soledad, pero no dudes en acercarte a quienes la sufren.


spinner image ilustración con un par de manos sosteniendo una forma de corazón con una mujer llorando

Estoy mirando una foto de la graduación de la universidad de nuestra hija menor en mayo. Nuestra sonriente graduada de 22 años, Alexis, está en el centro con sus flores y su birrete entre las manos. Junto a ella está su hermano Joe, de 33 años; su hermana Elise, de 26; su padre; y yo.

Falta alguien: nuestra hija de 39 años, Nicole, y tal vez la que podría haber sido su propia familia. Perdimos a Nicole por una sobredosis accidental después de una fiesta en la playa hace 17 años, cuando ella tenía 22. Hemos seguido adelante en estos 17 años, pero no ha sido fácil y hay momentos en los que yo, a mis 60 años, siento como si el tiempo retrocediera hasta aquel espantoso día lluvioso de principios de octubre. 

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Sacar el dolor a la luz

El año pasado, el 30 de agosto, Día Nacional de la Concienciación sobre el Duelo, la difunta Lisa Marie Presley publicó un desgarrador ensayo en People sobre su dolor después del fallecimiento de su hijo Benjamin. Me identifiqué inmediatamente con su desesperación y su soledad. 

Presley estaba en lo correcto: tenemos que hablar sobre el duelo. Especialmente cuando es por la pérdida de un hijo. Nos preocupamos por la crisis de salud mental hasta que se trata de la muerte de un hijo. Después de las secuelas inmediatas, cuando se haya asentado el polvo, los amigos y la familia seguirán con sus vidas y se mostrarán distantes, como si fuéramos un presagio desubicado de la muerte. Solo cuando descubres a otro padre que ha tenido la desgracia de unirse a este club distópico de almas heridas, te sientes con la confianza de hablar y ser realista sobre tus emociones después de años de estar en silencio.

spinner image Jackie Duda y su hija Nicole en Legoland en 1998; y otra imagen de Nicole de cerca en una fecha cercana
Izquierda: Jackie Duda (derecha) con su hija Nicole en Legoland en 1998. Derecha: Nicole (centro) con su hermana Elise.
Cortesía de Jackie Duda

“Puede ser abrumador pensar en una persona que pierde a su hijo”, dice Margaret Albert, asesora de Duke Hospice Bereavement Services de Durham, Carolina del Norte. Pero cuanto más hablamos y escribimos sobre ello, dice, más se convierte en parte de la conversación. “La gente tiene mucho miedo de esto, de perder un hijo, y deberían tenerlo; es un miedo natural”, dice Albert. Pero debemos ser más abiertos al respecto. 

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Una pérdida abrumadora

He sentido el fallecimiento de muchas personas en mi vida: abuelos, padres, tíos y primos. Esto es diferente. La pérdida de un hijo te arranca el corazón y desmorona tus sueños. 

“Esperamos que nuestros padres y abuelos mueran antes que nosotros; es el orden natural de las cosas”, dice Albert. “Cuando alguien pierde a un hijo, es como ir contra la naturaleza; perdemos nuestras hipótesis sobre cómo funcionará la vida”.

Perder a mi hija fue como una bomba nuclear que estalló y nos destrozó, que lanzó a nuestra familia en direcciones diferentes y confusas. Ocurre tanto si el fallecimiento es repentino como si es algo esperado debido a una larga enfermedad. Al menos durante dos años, me encerré en un estado de autodestrucción hasta que reaccioné para estar más presente con mis otros tres hijos, por los que estaba terriblemente preocupada (a decir verdad, todavía lo estoy) y a los que quería meter en una esfera protectora para que nunca sufrieran ningún daño. Me convertí en una madre helicóptero... a la décima potencia. Y aún estoy trabajando en ello. 

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“No importa la edad del hijo; es un dolor muy profundo que llevas dentro y está directamente ligado a las esperanzas que tenías puestas en ese hijo”, dice Albert.

Recuerdo su alegría 

Mis esperanzas eran que Nicole, una talentosa bailarina de balé y claqué, disfrutara de una carrera en la danza. Me duele el corazón cuando veo actuar a las Rockettes en el Desfile del Día de Acción de Gracias de Macy's. Le encantaban 'NSync, Mariah Carey, Eminem, Spice Girls y TLC. Ella y su mejor amiga, Meagan, siempre se disfrazaban y cantaban canciones de las Spice Girls a todo pulmón. Pongo una canción rebelde de Eminem y hago ejercicio en el gimnasio, no solo para sacar algo de frustración, sino para recordar cuánto le gustaba el artista. Cuando me pongo melancólica, es “MMMBop” de Hanson, una de sus favoritas. Las canciones de Justin Timberlake me hacen sonreír; ella estaba loca por él.

Me dan pavor los inicios de conversaciones inoportunas, pero probablemente bienintencionadas, con desconocidos. “¿Tienes hijos? ¿Cuántos?”. Cuatro, pero una murió. “¿Por qué no eres abuela a estas alturas?”. ¿Es en serio? En esta época en que las parejas retrasan el inicio de la familia, ¿sesenta años deben marcar automáticamente a un abuelo? O los abuelos fervorosos que me empujan para que empuje a mis hijos. “No hay nada mejor en el mundo que ser abuelo”. ¿Entonces mi vida no vale nada porque no soy abuela? Nunca menciono este tema con los demás. “Los padres en duelo ven la vida a través del cristal de la pérdida”, explica Albert. La gente no se da cuenta de lo insensibles e invasivas que pueden ser esas preguntas. Albert aconseja tener preparada una respuesta para que no te pesque desprevenido. “Elimina el estrés de la situación y así controlas la conversación”, dice. 

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El duelo es complicado pero natural

Apoyo para padres en duelo

Compassionate Friends es una red nacional de apoyo, sin fines de lucro, para padres en duelo con secciones en todo el país. “Se están certificando más consejeros a través de ADEC, la Asociación para la Educación y la Consejería sobre la Muerte (enlaces en inglés). Los recursos están aumentando”, afirma Albert. “Los terapeutas están adquiriendo habilidades para trabajar con el duelo”, lo que difiere enormemente del asesoramiento para enfermedades mentales.

Agradezco profundamente la empatía que me brindan los demás, los recuerdos compartidos por mensaje de texto con Meagan, su madre llevando un ramo de dama de honor por Nicole cuando Meagan se casó o la pulsera azul con dijes que Meagan me regaló cuando nació su primogénito. Una cosa es que los padres en duelo lo recuerden, pero llega a otro nivel cuando lo recuerdan los demás. O cuando nos dejan desahogarnos y ser sinceros. 

“Es reconfortante estar con personas que te permiten ser auténtico y no tienen miedo ni juzgan tus reacciones ni emociones”, explica Albert. A veces necesitas sentir tristeza e ira. Es emocional, físico, espiritual: el duelo es todas y cada una de las partes de lo que somos como seres humanos. No hay dos personas que sufran de la misma manera. Muchos encuentran una forma tangible de marcar el significado de la vida de su hijo, lo que nos ayuda a continuar esos vínculos y a recordarlos, dice Albert. Con motivo del cumpleaños número 40 de Nicole, ofreceré una beca universitaria para estudiantes de bellas artes y danza cuyos padres, o uno de ellos, sean personas discapacitadas. Mi esposo y yo estamos discapacitados. La beca le permitirá al hijo de una familia de escasos recursos a progresar en la vida y cultivar su pasión por las artes.

El duelo no es lineal. No avanza limpiamente en orden secuencial por etapas. El duelo es complicado y evoluciona. Hay veces en que puedo andar de puntillas a la orilla del agua y avanzar por la vida como si todo fuera normal, y hay veces en que esa inesperada ola de dolor se eleva y se estrella sobre mí, arrastrándome al oleaje para ahogarme. “Es más como una rueda de duelo que avanza y retrocede; es muy fluida”, dice Albert.  

En conclusión: el duelo es natural, forma parte de la vida. “Es como un espejo. El dolor es un reflejo directo del amor”, dice Albert. La pérdida de un hijo es aterrador y va más allá de lo que la mayoría de nosotros estamos preparados para afrontar. No tengas miedo de acercarte y apoyar a quienes han perdido a un hijo, aunque hayan pasado décadas. Y deja que sean ellos mismos.

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