Vida Sana
Al poco rato Manuel de Moya vino a sacar a bailar a una de nosotras. Patria dijo que no bailaba y Minerva se negó. Pero el hombre siguió insistiendo hasta que a Minerva no le quedó más remedio que acceder, por educación. Cuando estaban bailando en la pista, De Moya se la pasó a Trujillo y bailaron varias piezas. Serían uno o dos sets que nos parecieron interminables.
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Se terminaba una pieza y Trujillo se quedaba parado; ahí se quedaba Minerva, al igual que otras parejas. Nosotros, además, estábamos preocupados porque ella no fuera a tomar de una copa que supuestamente el dictador brindaba, y sobre la que circulaban rumores de que contenía una especie de droga que hacía que las mujeres cayeran rendidas en sus brazos. Por eso tratábamos de mirar desde nuestra mesa, pendientes de la tal copa, rogando que Minerva no fuera a probarla. En un punto, Minerva le dijo a Trujillo: «Quiero regresar a la mesa». Entonces él se la pasó a Negro Trujillo y éste a Manuel de Moya. Cuando se sentó nos tranquilizó: «Yo no tomé nada». Después de ese incidente permanecimos un rato más allí. […] Ya todos nos habíamos amargado, imagínense, Minerva había bailado con Trujillo. En ese momento nos dijo que Trujillo le había preguntado si ella tenía novio, a lo que había respondido no. Él le preguntó: «¿Y a usted no le interesa mi política o no le gusta?». Minerva contestó: «No, no me gusta». Entonces Trujillo le dijo: «¿Y si yo mando mis seguidores a conquistarla?». Su respuesta fue: «¿Y si yo los conquisto a ellos?». (Págs. 99-100, Capítulo IV, En Desgracia)
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