Vida Sana
La COVID-19 ha arrasado con los hogares de ancianos y otros centros de cuidados a largo plazo, donde hasta el momento causó cerca de 180,000 muertes. Por eso, cuando las primeras vacunas contra el coronavirus estuvieron disponibles a fines del año pasado, los residentes y el personal de hogares de ancianos fueron considerados de máxima prioridad, junto con el personal de emergencia y los proveedores de atención médica.
El Gobierno federal les pagó a CVS y a Walgreens para que ofrecieran tres clínicas de vacunación para los residentes y el personal de casi todos los hogares de ancianos del país. Ese esfuerzo, conocido como Pharmacy Partnership for Long-Term Care Program, concluye este mes.
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Entonces, ¿cómo se vacunan ahora los nuevos residentes y el personal de hogares de ancianos que no participaron en las clínicas en el lugar? Para los residentes, se están haciendo planes para garantizar que reciban las vacunas. Pero hasta ahora, muchos de estos planes no incluyen al personal que los atiende.
La responsabilidad de la vacunación ahora corresponde a cada centro, dijo Katherine Grusich, portavoz de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). El Gobierno federal está distribuyendo las vacunas contra la COVID-19 a los departamentos de salud locales y a las farmacias especializadas en cuidados a largo plazo que suministran otros medicamentos a los centros, aunque los CDC no exigen que los hogares de ancianos vacunen a sus residentes. Incluso los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid (CMS) —la entidad federal que regula los hogares de ancianos— "actualmente no exigen que los hogares de ancianos ofrezcan vacunas contra la COVID-19 a los residentes o al personal", dijo un portavoz de los CMS.
Sin embargo, la mayoría de los residentes han sido completamente vacunados y los casos del virus y las muertes resultantes han disminuido drásticamente en los últimos meses. Por otro lado, la aceptación por parte del personal de hogares de ancianos ha sido mucho más baja: en los centros incluidos en un estudio publicado el mes pasado en el Journal of the American Medical Association, el 78% de los residentes estaban vacunados, en comparación con solo el 38% de los empleados.
Esto es un problema, ya que las personas que entran y salen de los hogares de ancianos pueden ser portadoras del virus aunque no presenten síntomas. Los trabajadores pueden convertirse en vectores de transmisión del virus. La buena noticia es que las dudas sobre las vacunas entre los trabajadores parecen estar desapareciendo. "Vimos que muchos miembros del personal rechazaron la vacuna en la primera visita, pero optaron por vacunarse en las clínicas posteriores", dijo David Grabowski, profesor de Política de Atención Médica de la Facultad de Medicina de Harvard, al referirse a las tres clínicas respaldadas por el Gobierno federal en los centros.
Pero una vez que los hogares de ancianos han completado las tres clínicas, dijo, "no hay ningún plan [federal] para volver a comenzar".
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