Vida Sana
Carmen Cusido, de 38 años, apenas durmió más de dos horas consecutivas cada noche en las últimas semanas de vida de su padre.
“Ahora, el tiempo que hubiera pasado cuidando a mi padre, lo paso atendiendo la casa”.
Su papel como cuidadora de su padre de 91 años, Armando, creció a medida que la demencia de su progenitor empeoró, particularmente después de que él sufriera un derrame cerebral y algunas caídas. Debido a que su padre había deambulado fuera del hogar en varias ocasiones, Carmen tenía que permanecer alerta, incluso durante el tiempo en que normalmente estaría dormida.
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Cuando su madre, Magaly, murió, Carmen se mudó al hogar familiar en Union City, Nueva Jersey, para cuidar de su padre. Al este fallecer 16 meses después, en agosto del año pasado, Carmen, una especialista en comunicaciones, de repente enfrentó la necesidad de llenar las horas vacías que antes dedicaba al cuidado.
“Mi manera de lidiar con la tristeza es viajar”, dice. “Pero durante esta pandemia, eso no fue posible, por lo que necesitaba encontrar un uso productivo de mi tiempo”.
Honrando la memoria de su padre
Decidió que arreglar el hogar de sus padres era la forma en que llenaría su tiempo libre y honraría la memoria de su padre, quien se enorgullecía de ser propietario de su vivienda. Carmen hizo de esto su misión, aunque no tenía experiencia en remodelaciones ni en tratar con contratistas.
“Ahora, el tiempo que hubiera pasado cuidando a mi padre, lo paso atendiendo la casa”, dice Carmen. Esta actividad es particularmente significativa, dada la trayectoria de su padre para lograr ser dueño de su hogar.
“Él creció en Cuba y tuvo que abandonar la escuela para cuidar de sus hermanos y de su madre”, dice Carmen de su padre quien, en Estados Unidos, se convirtió en dueño de un negocio de zapatos y más tarde, gerente de una compañía de autobuses. “Tener una pequeña empresa y su propio hogar fue una verdadera fuente de orgullo para él”.
Con la ayuda de amigos, Carmen reparó las paredes en una cocina que hacía mucho tiempo necesitaba arreglos y la pintó de color verde menta. Luego, pintó el comedor de color salmón. Despejó y organizó el sótano. Tiró 50 bolsas enormes de basura y mandó a quitar el asbesto y el moho. También instaló ventanas y pisos nuevos.
Magaly y Armando, los padres de Carmen Cusido.
“Estoy tratando de ser una buena administradora de lo que mis padres me dejaron”, dice.
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