Vida Sana
Imagina a un ser querido, de 75 años, con fiebre y tos, y un diagnóstico de neumonía. A él—o ella—, quien tiene la presión arterial alta y diabetes, le recetan antibióticos orales y descanso en casa. Su actividad disminuye mientras se siente enfermo, pero regresa a sus actividades normales en dos semanas. Ahora compáralo con otro adulto mayor de la misma edad, también con diabetes e hipertensión. Este adulto mayor debe ser hospitalizado por fiebre y tos, y por el mismo diagnóstico de neumonía. Al contrario que el caso de tu ser querido, esta persona presenta dificultad al respirar, sus órganos vitales no están recibiendo el oxígeno necesario, y se debilita aún más en el hospital. Como le han dado de alta, necesita ayuda en casa y empieza a sufrir caídas. La gran diferencia entre estas dos personas es que una tiene el síndrome de fragilidad y la otra no.
El síndrome de fragilidad no es sinónimo de discapacidad ni de enfermedad. Este síndrome biológico se caracteriza por una disminución de las reservas fisiológicas y una falta de resistencia, lo cual provoca que los adultos mayores pierdan su capacidad de adaptación al estrés ambiental, haciéndolos más susceptibles a las hospitalizaciones, la discapacidad y la mortalidad. Además, los adultos con fragilidad corren el alto riesgo de que declinen sus facultades cognitivas. Si te preguntas cómo detectar el síndrome a tiempo, acude a los criterios que indico a continuación:
- Pérdida de peso sin ninguna intención.
- Fatiga o bajo nivel de energía.
- Falta de capacidad para hacer actividades físicas.
- Debilidad muscular como la falta de firmeza en la mano al agarrar algo.
- Marcha lenta al caminar.
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Como ves, estos síntomas nos indican la situación delicada o vulnerable en la que se encuentra un adulto mayor, cuya salud podría declinar rápidamente, situación que lo hace dependiente del cuidado familiar o lo pone en peligro de muerte. Aunque se conocen varios factores de riesgo para la fragilidad, no se sabe de un tratamiento específico e individual de prevención, según la Dra. Sara E. Espinoza, jefe de la sección de investigación de la División de Geriatría, Gerontología y Medicina Paliativa de UT Health, San Antonio. Añade, la Dra. Espinoza, que varios estudios han demostrado que el ejercicio físico y los ejercicios de resistencia y fortalecimiento, que se practican para mantener la independencia del adulto mayor, ayudan a mitigar la fragilidad.
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