Vida Sana
Natalie estaba furiosa con su esposo, Sid, y creía que este se estaba adaptando mal a su enfermedad de Parkinson. "En cuanto me ausento de la habitación, se para y trata de caminar sin mi ayuda y sin usar el bastón", me dijo durante una sesión de psicoterapia. "Sé que intenta demostrarse a sí mismo, y de paso a mí, que sigue siendo independiente. Pero ¿no se da cuenta de que, si se cae, se hará daño y las cosas serán mucho peores para los dos?"
Asentí con la cabeza: la entendía perfectamente. Por mucho que solo intentara demostrar su valía, bastaba con que Sid arrastrara los pies, se tropezara con un pliegue de la alfombra y se cayera el suelo para que aquello terminara de forma catastrófica. Tal como han descubierto los célebres investigadores matrimoniales John y Julie Gottman, Sid tendría una relación matrimonial más satisfactoria con Natalie (y también correría menos peligros) si escuchara sus sensatos consejos.
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Pero en realidad yo también entendía perfectamente a Sid. Aunque no lo conocía personalmente, supuse que pensaba que pasar el día sentado le impedía mantener las piernas ágiles y fuertes para combatir la enfermedad de Parkinson. Su actitud me recordaba a un buen número de hombres cargados de dignidad a quienes sí había conocido personalmente y que, sin haber sido nunca sumamente temerarios, creían que su mejor forma de luchar era ser activos, no miedosos ni sedentarios.
En el fondo, me recordaba a mí mismo. Siempre que he tenido periodos de convalecencia (por ejemplo, tras sufrir una hernia discal grave), he hecho caso omiso de los consejos de mis médicos y las súplicas de mi esposa, y he seguido moviéndome. Un día me caí por las escaleras y tuve suerte de no romperme nada. Pero, al igual que muchos otros hombres testarudos, tenía que ponerme a prueba y tratar de demostrar que aún era capaz.
La terquedad masculina puede ser una buena fuente de motivación a la hora de superar o compensar los efectos de una enfermedad o discapacidad. Pero si ignoran los síntomas y llevan sus capacidades al límite, a menudo estos hombres se ponen en peligro y, además, asustan y enojan a sus cuidadores familiares. ¿Cómo pueden los cuidadores familiares ayudar a estos hombres a encontrar un equilibrio tolerable entre tomar precauciones y riesgos? He aquí algunas ideas:
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