Vida Sana
| Casados más de 73 años, Billy Jim "BJ" y Ramona Frasher eran conocidos en su hogar de ancianos de Connecticut como "los tortolitos". Compartían una habitación al final de un pasillo, con sus camas individuales unidas. Él le leía todas las noches, y si ella salía a una cita médica durante el día, él la esperaba en el vestíbulo durante horas hasta que regresaba. Ella insistió en que un paisaje que había pintado para él se colgara de manera prominente en la pared para que él lo pudiera ver desde su sillón.
"Habían estado casados muchos, muchos años, pero todos los días era como si fueran recién casados", dice Angela Ruple, directora de admisiones en el Centro de Rehabilitación y Hogar de Ancianos Greentree Manor en Waterford, en el cual la pareja residió durante casi siete años.
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La directora médica de las instalaciones, Lauren Doherty, agregó: "Él solía decir: ‘Quiero que ella muera cinco minutos antes que yo, para que así ella no tenga que verme morir y después yo no tenga que vivir sin ella'".
A medida que los casos de coronavirus aumentaron en todo el país a finales del otoño pasado, un brote del virus afectó enormemente a Greentree. La pareja tuvo un resultado positivo en noviembre y su salud empeoró rápidamente. Poco después estaban compartiendo una habitación de hospital, con sus camas acomodadas una junto a la otra, y luego pasaron a cuidados terminales. Ramona, de 92 años, murió el 5 de diciembre. Aunque él estaba inconsciente, BJ, de 95 años, permaneció a su lado y se mantuvo fiel a su palabra: su respiración disminuyó en cuanto las enfermeras le dijeron que su esposa había fallecido, dijo su hija Vickie Meyers, de 69 años. Murió cuatro días después.
"Yo no quería que pasara ahora, pero quería que se fueran juntos”, dice Meyers, quien, al igual que el personal de Greentree Manor, temía lo que pasaría si uno sobrevivía y el otro no.
Menos de dos semanas después de que ellos fallecieran, los residentes del hogar de ancianos en Connecticut empezaron a recibir las vacunas. El estado se convertiría en el primero en el país en vacunar a su población en hogares de ancianos. Una colaboración federal con las farmacias para vacunar a casi todos los residentes de los hogares de ancianos del país, donde la pandemia se ha cobrado más de 131,000 vidas, recientemente concluyó su labor y el índice de mortalidad ha disminuido drásticamente.
Las nuevas pautas federales han permitido las visitas después de un año de aislamiento a causa del coronavirus.
Cada vez que Meyers ve imágenes de familias que se reúnen y abrazan a sus seres queridos que viven en centros de cuidados a largo plazo, dice que es como "un cuchillo que me atraviesa el corazón".
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