Vida Sana
| Se acercaba la Navidad cuando Thomas Goldsmith, un músico de Raleigh, Carolina del Norte, supo que había contraído COVID-19. “Tenía muchos dolores terribles, fatiga intensa, inapetencia, dificultad para respirar y una extraña desorientación”, recuerda Goldsmith, de 69 años. La prueba de detección pronto confirmó que había contraído el virus. “Fueron dos semanas de la peor gripe que recuerdo”, advierte. “Lo peor fue que en realidad no desapareció después de dos semanas. Fueron más bien como dos meses”.
Goldsmith padecía lo que comúnmente se denomina síndrome de síntomas persistentes de la COVID-19 o COVID-19 prolongada. Los Institutos Nacionales de Salud la designaron recientemente: secuela posaguda de una infección por SARS-CoV-2. Los pacientes tienen síntomas persistentes de COVID-19 que incluyen tos crónica, dolor en el pecho, dificultad para respirar, problemas de memoria y de sueño durante cuatro a seis semanas —o mucho más— después de que la prueba de detección ya no da un resultado positivo.
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Un estudio publicado (en inglés) por investigadores de University of Washington sugiere que entre el 10 y el 30% de los pacientes de COVID-19 tienen síntomas que persisten durante un tiempo, y dado que hay casi 33 millones de casos en Estados Unidos, la cifra podría ascender a más de 9 millones de personas.
Reportes de rápida mejoría después de la segunda dosis
En el caso de Goldsmith, felizmente, los síntomas parecieron desaparecer después de recibir la segunda dosis de la vacuna de Pfizer. “La mejora fue increíblemente rápida”, señala. “Volví a tener apetito, energía y concentración y me sentí casi humano otra vez”.
Goldsmith advierte que no relacionó la vacuna con su mejoría hasta que comenzó a escuchar a otras personas describir experiencias similares. En una encuesta realizada por Survivor Corps (en inglés), un grupo comunitario virtual de sobrevivientes de COVID-19, cerca del 40% de los participantes reportaron haber tenido una recuperación parcial o total de los síntomas después de vacunarse. En un pequeño estudio realizado en el Reino Unido, alrededor del 23% de los pacientes con síntomas persistentes de COVID-19 reportaron tener un “mayor grado de recuperación de los síntomas” después de vacunarse, en comparación con alrededor del 15% de las personas que no se vacunaron.
Akiko Iwasaki, inmunóloga de la Facultad de Medicina de Yale, está impaciente por saber si la vacuna creada para prevenir la enfermedad también podría ser lo que quienes tienen síntomas persistentes necesitan con urgencia. “Me entusiasmó saber que algunas personas que padecen COVID-19 prolongada tuvieron una recuperación parcial o total de los síntomas, porque esto podría ser una cura para algunos de ellos”, explica Iwasaki.
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