Vida Sana
| Cuando el presidente John F. Kennedy creó el Cuerpo de Paz en 1961, la idea era que los jóvenes recién egresados de la universidad responderían a su llamado "No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregunta lo que tú puedes hacer por tu país". Sesenta años más tarde, un pequeño pero dedicado grupo de adultos mayores también se han convertido en voluntarios para servir a personas necesitadas en todo el mundo.
Desde Belice hasta Nigeria, hasta Albania, hasta Ghana, el trabajo de aproximadamente 7,000 voluntarios del Cuerpo de Paz en 61 países se interrumpió abruptamente en marzo del 2020, cuando la pandemia de COVID-19 obligó a la organización a evacuar a todos sus trabajadores en el terreno. De esos voluntarios, 232 —el 3.4% del total que componen el Cuerpo de Paz— eran mayores de 50 años.
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Aunque muchos de los voluntarios evacuados permanecen en su hogar en espera de que se levante la suspensión de trabajo del Cuerpo de Paz en el extranjero, algunos han encontrado otra manera de prestar servicio. Desde finales de mayo, 158 voluntarios han sido enviados a Illinois, Maine, Maryland, Nueva Jersey y Oregón para colaborar con la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) en las tareas de vacunación contra la COVID-19. Algunos trabajan en centros de vacunación móviles en comunidades de difícil acceso, otros ayudan a organizaciones comunitarias a brindar información a aquellos que todavía no se han vacunado.
"Quiero hacer todo lo que pueda para ayudar al resto de la población. No estaremos seguros todos hasta que no esté vacunado todo el mundo".
Esta no es la primera vez que el Cuerpo de Paz y FEMA se alían para ofrecer un servicio público. En el 2005, 270 voluntarios respondieron al llamado de ayuda con la operación de asistencia de FEMA en la costa del Golfo después del huracán Katrina.
Lo que tal vez muchas personas no sepan es que no existe un límite de edad máxima para unirse al Cuerpo de Paz. A continuación incluimos seis inspiradores perfiles de adultos mayores que respondieron al llamado de servir en el Cuerpo de Paz en el extranjero, y ahora continúan su servicio en nuestro país.
Aún ayuda a los 80 años
Fue maestro misionario en Nigeria, enfermero en Massachusetts, quiropráctico, especialista en cuidados para adultos mayores en el estado de Maine y dueño de una agencia de cuidados en el hogar. Pero Alexander Philiphose no estaba preparado para tomarse la vida con calma, incluso después de “jubilarse” en Longboat Key, en la costa oeste de Florida.
"Finalmente, cuando estaba por cumplir 50 años, pensé: '¿Sabes qué? Es ahora o nunca'".
"Quería hacer algo diferente”, dice Philiphose, quien a sus 80 años es el voluntario de más edad del Cuerpo de Paz. “Quería saber si podía hacerlo, aprender un nuevo idioma, viajar a otro país, a una cultura distinta".
Philiphose fue destinado a Zambia, un retorno a África después de muchas décadas. Nacido en la India, trabajó en la escuela de una misión católica en Nigeria al poco tiempo de graduarse de la universidad. Allí conoció a un grupo de jóvenes voluntarios del Cuerpo de Paz. Después de dejar Nigeria, obtuvo una beca para cursar estudios de posgrado en Boston College, donde conoció a su esposa, y se quedó en Estados Unidos.
Ante la pregunta obvia de si no le preocupaba la posibilidad de no superar a su edad los requisitos físicos para ser voluntario del Cuerpo de Paz en áreas rurales de África, Philiphose dice que estaba un poco ansioso, pero no preocupado. “Aún practico cada día. Caminé tres millas esta mañana”, dice, pocos días antes de unirse al equipo de respuesta contra la COVID-19 de FEMA en Nueva Jersey. Al preguntarle lo que opinaban sus dos hijos acerca de que su padre octogenario se hubiera alistado en el Cuerpo de Paz, Philiphose dijo que no se opusieron. “Se sorprendieron mucho, pero dijeron 'tú nos dejaste hacer lo que quisimos en nuestra vida, así es que quiénes somos nosotros para decirte que no hagas esto'".
"Me llamaban papá o abuelo. Creo que me respetaban más por mi edad avanzada".
Philiphose considera que es algo positivo que los adultos mayores se unan al Cuerpo de Paz. “Les insisto que deben buscar más personas con experiencia. Hay muchas personas de 80 años saludables en el país que podrían ayudar. Todos debemos ayudar".
Mientras estuvo en Zambia ayudó a los médicos en una pequeña clínica a 65 millas de Lusaka, la capital del país. Su principal enfoque fue conseguir que más personas se realizaran la prueba y recibieran tratamiento para el VIH, y luego ayudarlas a cumplir con el tratamiento para evitar que enfermaran. Philiphose ve la conexión entre ese trabajo y ayudar a FEMA a convencer a tantas personas como sea posible de vacunarse contra la COVID-19.
"Hicimos algo muy parecido al insistir que los zambianos se hicieran la prueba para averiguar si su resultado era positivo o negativo y poder recibir tratamiento”, dice. “Este es un gran problema en Zambia porque las personas no quieren saber. Prefieren enfermar porque no quieren ser víctimas del estigma asociado con el VIH".
Philiphose quiere hacer todo lo que esté en sus manos para combatir la renuencia a vacunarse en Estados Unidos. “Sabemos que la vacuna funciona porque más del 50% de la población ya la ha recibido”, señala. "Quiero hacer todo lo que pueda para ayudar al resto de la población. No estaremos seguros todos hasta que no esté vacunado todo el mundo".
Un sueño hecho realidad
Aprender las costumbres y la cultura de un país nuevo y muy distinto es una de las cualidades que distinguen a un buen voluntario del Cuerpo de Paz. Para Vishakha Wavde, entrar en ese mundo fue como revivir lo que experimentó cuando tenía 20 años y emigró de la India a Estados Unidos.
Cuando era joven, Wavde respondió a un anuncio en un periódico estadounidense que buscaba fisioterapeutas. Casi tres décadas más tarde, la residente del área de Chicago aún recuerda cómo fue ver todo desde la perspectiva de una recién llegada, y eso ha hecho que sea más fácil para ella respetar las costumbres y los valores de las personas a las que intenta ayudar.
Fue la experiencia de Wavde con una clienta de fisioterapia que había sido voluntaria del Cuerpo de Paz lo que le dio la idea de incorporarse. “Conocerla y saber lo que había hecho —retribuir a una comunidad— me afectó profundamente, y me dije que algún día me gustaría poder hacer lo mismo. Fue como si se encendiera una chispa en mi corazón".
Wavde empezó a trabajar como voluntaria en bancos de alimentos locales, bibliotecas, “en cualquier lugar donde necesitaran ayuda”. Pero siempre regresaba a la idea del Cuerpo de Paz y a la insistente voz en su cabeza que le decía que debía hacerlo. Cada pocos años abría la página web del Cuerpo de Paz pero pensaba este no es el año, y la vida continuaba. "Finalmente, cuando estaba por cumplir 50 años, pensé: ¿Sabes qué? Es ahora o nunca”, dice Wavde.
"Me gusta hacer todo lo que está en mis manos para ayudar a las personas a mantenerse saludables".
Presentó su solicitud y en el 2019 se convirtió en asesora de salud comunitaria en Kabadula, Malaui, en el sureste de África. Ella y otros en su grupo de voluntarios ayudaban a personas a aprender a prevenir la malaria y el VIH. Organizaban partidos de fútbol y otras actividades —como demostraciones de cocina, por ejemplo— para promover la vida saludable y la nutrición en esas comunidades.
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