Vida Sana
Nunca había pensado demasiado en el grosor de mi corteza cerebral o el volumen de mi cerebro, ni había contemplado cómo el aumentarlos ayudaría a regular mi capacidad de concentración y mis emociones.
Pero eso, según los expertos, es lo que puede suceder cuando meditamos con regularidad. Los fundamentos científicos que respaldan esta moda son los que convierten la atención plena —observar y aceptar nuestros pensamientos a medida que aparecen en el momento presente sin juzgar— en un antídoto contra nuestra manera de vivir al estilo de déficit de atención. Es por eso que parece que todos tus conocidos han probado la meditación o planean hacerlo.
¡ÚLTIMA OPORTUNIDAD! - Únete a AARP a precios del 2024; las tarifas aumentan en el 2025.
Obtén acceso inmediato a productos exclusivos para socios y cientos de descuentos, una segunda membresía gratis y una suscripción a AARP The Magazine.
Únete a AARP
Yo soy uno de millones —o uno de “ellos”, como lo dijo un compañero de trabajo— que meditan a diario. Incluso sin una gammagrafía cerebral, puedo decirte que desde que comencé, mi cerebro está más saludable. Un examen reciente también indica que mis niveles de colesterol, presión arterial, frecuencia cardíaca en reposo y media docena de mediciones adicionales de mi salud nunca han sido mejores. Algunos estudios me dicen que la meditación también tiene que ver con esto.
Sin embargo, el aspecto numérico de mi bienestar es mucho menos importante para mí que cómo me siento, y mi vida ha sido innegablemente más gratificante. Me siento tranquilo, con la mente aguda, enfocado, paciente, y más a gusto con otros y conmigo mismo que nunca. Mis amigos hasta comentaron sobre lo que publico en las redes sociales, y me preguntaron si una pandilla rusa pirateó mi cuenta para publicar fotos de perros, rosas, niños y atardeceres con viles intenciones. Pero no, soy yo.
Para aclarar: no soy un tipo de los que van a asrams. No quemo incienso, ni uso ropa de cáñamo, ni cito a los Upanisad. No me he sentido iluminado de repente.
Pasé gran parte de mi vida adulta igual que la mayoría de los demás, concentrado en construir mi carrera y formar una familia. Pero a medida que el tiempo pasa, la vida se complica y es fácil dejarse llevar por los problemas diarios y la oleada de hormonas —cortisol, adrenalina y norepinefrina— que nos vuelven frenéticos, reaccionarios y demasiado susceptibles.
Para mí, eso significó que me convertía, a veces, en “ese tipo”. El impaciente en la fila en Starbucks que hablaba sobre el trabajo por el celular como si estuviera negociando un tratado de la OTAN; el entrenador de fútbol juvenil que le dijo a un amable y fastidioso árbitro llamado George que se fuera al diablo; el padre y esposo distraído que monitoreaba su correo electrónico como si fuera el Nikkei.
Las cosas que sacrificamos cuando nos pasamos la vida reaccionando son significativas, y sabía que necesitaba un cambio. En búsqueda de claridad, empecé a meditar. Comencé despacio, unos días a la semana, 10 minutos cada vez. Hoy, un año después, medito por 20 minutos casi todos los días.
También te puede interesar
Cómo prepararte para una cirugía
Según estudios, la prehabilitación puede acelerar el proceso de recuperación.
La salud cerebral después de los 50
¿Cómo puedes mantener tu agudeza mental de por vida?Eventos que afectan tu bienestar mental
Desde el estrés de la infancia temprana hasta el lugar donde vives.