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Todo lo que pensabas sobre el metabolismo de la mediana edad puede ser incorrecto

Un nuevo estudio a gran escala cuestiona los criterios tradicionales sobre el aumento de peso en la mediana edad y otros factores.


spinner image Una mujer mira una computadora mientras prepara una comida en su cocina
STEPHEN ZEIGLER/GETTY IMAGES

Todos hemos escuchado la creencia generalmente aceptada sobre el metabolismo que dice algo así: entre los 20 y los 30 años, el metabolismo es muy activo y consume suficientes calorías como para permitirte devorar una segunda ración o una porción más de pizza por la noche, casi sin que la balanza lo note. Luego llegan la mediana edad o la menopausia, que interfieren en la combustión de energía del organismo y producen la acumulación de grasa en el abdomen y los glúteos.

Aunque todo esto pueda parecer demasiado familiar, un nuevo e importante estudio (en inglés) ha transformado las ideas sobre los cambios del metabolismo a medida que envejecemos. ¿Esa desaceleración en la mediana edad? ¿La idea de que la combustión de calorías llega a su nivel máximo a los veintitantos años, o disminuye con la menopausia? No son ciertas, según esta nueva investigación. En cambio, los datos demuestran que el metabolismo comienza a disminuir su actividad a los 60 años, mucho después de lo que se creía.

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“Se trata de un estudio de suma importancia para quienes estudian el metabolismo en el transcurso de la vida”, señala el Dr. Anthony Ferrante Jr., profesor de Medicina y jefe de medicina preventiva y nutrición en el Centro Médico Irving de Columbia University. “Estos datos facilitarán la manera de abordar la salud metabólica en el futuro”.

Lo que hace que el estudio sea tan innovador es su magnitud: analizó factores como el gasto energético de más de 6,600 personas de 29 países, desde recién nacidos con una semana de vida hasta personas de más de 90 años. Para recopilar esta información, los investigadores utilizaron un método llamado “agua doblemente marcada” con el fin de determinar la cantidad de calorías que los participantes quemaban cada día. El método se considera la norma científica por excelencia, y consiste en hacer que los participantes beban agua químicamente modificada para permitir que los científicos midan la rapidez de eliminación de las moléculas a través del sistema digestivo. Este método ha existido desde la década de 1980, pero dado que es complicado y costoso, casi todos los estudios anteriores —a diferencia de este— incluyeron solo una pequeña cantidad de participantes.

“Si subes de peso, es fácil decir: ‘Oh, es por mi metabolismo’. Es casi como un chivo expiatorio. Ahora que sabemos que no se trata del metabolismo, podemos prestar atención a algunos de esos otros factores”.

Herman Pontzer, profesor adjunto de Antropología Evolutiva en Duke University

Además, el equipo internacional de investigadores midió no solo la cantidad de energía utilizada para desempeñar las funciones básicas (respirar, cicatrizar heridas, hacer circular la sangre por las venas), sino también la energía utilizada para actividades cotidianas como trotar, cepillarse los dientes e incluso pensar. Para profundizar en los efectos de la edad y el sexo, los investigadores ajustaron los datos para tomar en cuenta el tamaño del cuerpo (una persona más pequeña quema naturalmente menos calorías que una persona más grande) y la composición corporal (el tejido muscular quema más calorías que la grasa).

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¿Qué descubrieron? En pocas palabras:

  • Existen cuatro etapas metabólicas en la vida, pero no necesariamente coinciden con cambios importantes como la pubertad, el embarazo o la menopausia.
  • El metabolismo alcanza su nivel máximo mucho antes de lo que se pensaba y comienza a disminuir mucho más tarde, alrededor de los 60 años.
  • Al ajustar por porcentaje de grasa corporal y músculo, el metabolismo de las mujeres fue básicamente el mismo que el de los hombres.
  • En las tendencias más amplias de la población se observan variaciones importantes en los índices metabólicos individuales: algunos participantes presentaron índices de un 25% por encima de la media para su edad, mientras que otros presentaron índices de un 25% por debajo de la media.

Sin embargo, la investigación contiene muchos otros detalles interesantes. Por ejemplo, cuando los bebés nacen, su metabolismo replica el de su madre. Luego, aproximadamente a un mes de nacer, su ritmo metabólico comienza a acelerarse en gran medida. Si se tiene en cuenta el peso, un niño de un año quema calorías un 50% más rápido que un adulto. De hecho, la niñez —no la adolescencia ni el comienzo de la edad adulta— es el momento en que el metabolismo humano alcanza su punto máximo. Después de la aceleración inicial, el índice metabólico desciende un 3% cada año hasta los 20 años, cuando se estabiliza. A partir de ese momento, el metabolismo se mantiene estable hasta esa edad mágica (promedio) de 60 años, y luego disminuye a un ritmo de .07% cada año de forma indefinida.

Esto fue una sorpresa para Herman Pontzer, autor principal del estudio y profesor adjunto de Antropología Evolutiva en Duke University. “Tengo algo más de cuarenta años, por lo que esperaba encontrar alguna prueba que respaldara mi propia experiencia de que mi metabolismo se está desacelerando. Así es como lo siento. Sin embargo, no es realmente lo que está sucediendo”, señala.

Entonces, ¿cuál es la verdadera causa del aumento de peso en la mediana edad?

Desde luego, eso no significa que la temida acumulación de grasa corporal de la mediana edad sea pura imaginación, advierte. (Las investigaciones demuestran que el adulto promedio en Estados Unidos aumenta entre una y dos libras por año desde el principio hasta la mitad de la edad adulta). Simplemente significa que intervienen otros factores además del metabolismo. “El nivel de estrés, los horarios, los niveles hormonales y los niveles de energía son diferentes entre los 40 y los 60 años en comparación con los 20 y tantos años”, explica Pontzer, quien también es el autor de Burn, un nuevo libro sobre la ciencia del metabolismo. “Si subes de peso, es fácil decir: ‘Oh, es por mi metabolismo’. Es casi como un chivo expiatorio. Ahora que sabemos que no se trata del metabolismo, podemos prestar atención a algunos de esos otros factores”.

Las investigaciones también han demostrado que el metabolismo y el peso no siempre tienen un vínculo tan directo como se cree. “No se trata de cuántas calorías se queman, sino de determinar si se queman más de las que se consumen”, señala Pontzer. “El hecho de que tengas un metabolismo acelerado no significa que puedas hacer coincidir tu consumo con tu gasto energético”.

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Efectos de los resultados sobre la dosificación de los medicamentos y el tratamiento del cáncer

Los expertos sostienen que estos nuevos conocimientos sobre el metabolismo tendrán implicaciones que trascienden el control del peso. Por ejemplo, puede haber aplicaciones para la dosificación de fármacos en relación con la velocidad a la que el organismo metaboliza la medicación. También podrían cambiar los métodos de tratamiento de enfermedades como el cáncer, dice Pontzer. “Las células tumorales metabolizan la energía a medida que crecen y se multiplican”, señala. “Por lo tanto, el cáncer puede evolucionar de distinta manera en las personas más jóvenes con metabolismo más rápido en comparación con las personas mayores con metabolismo más lento”.

El estudio también aporta nueva información sobre el proceso de envejecimiento, específicamente sobre los cambios de la actividad celular que se producen con la edad. “Existe un deterioro relacionado con la edad que se produce en todos los sistemas del organismo”, dice Pontzer. “Uno de los aspectos más interesantes del estudio es que ahora disponemos de un mapa de la forma en que ocurre este cambio a nivel metabólico, porque el metabolismo es un indicador de la actividad del cuerpo”.

Si los científicos logran comprender mejor los cambios celulares que se producen con la edad, se podrían descubrir nuevas formas de prevenir la vulnerabilidad de los adultos mayores ante las enfermedades, según Rozalyn Anderson, profesora de la Facultad de Medicina y Salud Pública de University of Wisconsin, quien estudia la biología del envejecimiento.

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“Alrededor de los 60 años es cuando comenzamos a observar la aparición y el aumento del riesgo de trastornos relacionados con la edad, como el cáncer, las enfermedades cardiovasculares o las enfermedades neurodegenerativas”, indica Anderson. “Cuando vi estos datos, me llamó la atención de inmediato el hecho de que también existiera un cambio intrínseco en el metabolismo innato que comienza al mismo tiempo”.

En el futuro, la investigación podría profundizar más allá del primer nivel de datos de la población, tal vez clasificar a los participantes del estudio en función de su metabolismo individual y determinar si existen diferencias en el desenlace de su enfermedad. “¿En qué medida el metabolismo individual anterior a los 60 años dicta el ritmo de cambio después de esa edad?”, pregunta Anderson. “A medida que el metabolismo disminuye en la edad adulta, ¿se puede vincular un ritmo de disminución más pronunciado con una mayor incidencia de enfermedades?”.

Ferrante sostiene que la investigación constituye una base firme para que los científicos emprendan muchos otros estudios. “Este es un estudio observacional de suma importancia, pero no profundiza en los porqués”, afirma. “Ahora podemos comenzar a responder esas preguntas”.

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