Vida Sana
Todos hemos escuchado la creencia generalmente aceptada sobre el metabolismo que dice algo así: entre los 20 y los 30 años, el metabolismo es muy activo y consume suficientes calorías como para permitirte devorar una segunda ración o una porción más de pizza por la noche, casi sin que la balanza lo note. Luego llegan la mediana edad o la menopausia, que interfieren en la combustión de energía del organismo y producen la acumulación de grasa en el abdomen y los glúteos.
Aunque todo esto pueda parecer demasiado familiar, un nuevo e importante estudio (en inglés) ha transformado las ideas sobre los cambios del metabolismo a medida que envejecemos. ¿Esa desaceleración en la mediana edad? ¿La idea de que la combustión de calorías llega a su nivel máximo a los veintitantos años, o disminuye con la menopausia? No son ciertas, según esta nueva investigación. En cambio, los datos demuestran que el metabolismo comienza a disminuir su actividad a los 60 años, mucho después de lo que se creía.
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“Se trata de un estudio de suma importancia para quienes estudian el metabolismo en el transcurso de la vida”, señala el Dr. Anthony Ferrante Jr., profesor de Medicina y jefe de medicina preventiva y nutrición en el Centro Médico Irving de Columbia University. “Estos datos facilitarán la manera de abordar la salud metabólica en el futuro”.
Lo que hace que el estudio sea tan innovador es su magnitud: analizó factores como el gasto energético de más de 6,600 personas de 29 países, desde recién nacidos con una semana de vida hasta personas de más de 90 años. Para recopilar esta información, los investigadores utilizaron un método llamado “agua doblemente marcada” con el fin de determinar la cantidad de calorías que los participantes quemaban cada día. El método se considera la norma científica por excelencia, y consiste en hacer que los participantes beban agua químicamente modificada para permitir que los científicos midan la rapidez de eliminación de las moléculas a través del sistema digestivo. Este método ha existido desde la década de 1980, pero dado que es complicado y costoso, casi todos los estudios anteriores —a diferencia de este— incluyeron solo una pequeña cantidad de participantes.
“Si subes de peso, es fácil decir: ‘Oh, es por mi metabolismo’. Es casi como un chivo expiatorio. Ahora que sabemos que no se trata del metabolismo, podemos prestar atención a algunos de esos otros factores”.
Herman Pontzer, profesor adjunto de Antropología Evolutiva en Duke University
Además, el equipo internacional de investigadores midió no solo la cantidad de energía utilizada para desempeñar las funciones básicas (respirar, cicatrizar heridas, hacer circular la sangre por las venas), sino también la energía utilizada para actividades cotidianas como trotar, cepillarse los dientes e incluso pensar. Para profundizar en los efectos de la edad y el sexo, los investigadores ajustaron los datos para tomar en cuenta el tamaño del cuerpo (una persona más pequeña quema naturalmente menos calorías que una persona más grande) y la composición corporal (el tejido muscular quema más calorías que la grasa).
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Adoptar algunas medidas clave en la mediana edad suponen una ventaja.