Vida Sana
(Algunos enlaces en inglés)
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Svalbard, Noruega
No puedo creer que siga levantada. De niña, me resistía a acostarme a las 9:30. De adulta, cada vez lo acepto más. Incluso en la noche de Año Nuevo, apenas abro un ojo y me vuelvo a dormir. Así pues, el hecho de que me encuentre en la cubierta de un crucero pasada la medianoche, habiendo recién cruzado el círculo polar ártico y con una sonrisa de oreja a oreja, es casi milagroso. Pero es una ocasión que hay que conmemorar.
Estoy a bordo del MS Trollfjord donde los apacibles días entre puertos me llevaron a este momento. Los barcos de Hurtigruten llevan 130 años transportando pasajeros y mercadería por la costa noruega en sus rutas de la línea Coastal Express. Sin embargo, este itinerario por Svalbard es la versión modernizada de una ruta más utilitaria que operó de 1968 a 1982. El Svalbard Express transporta pasajeros con comodidades de primera categoría desde Bergen hasta Honningsvåg (la ciudad más septentrional del territorio continental) antes de cruzar velozmente el mar de Barents hasta Spitsbergen, Svalbard, la isla más grande de un archipiélago noruego que se encuentra a unas 850 millas del polo norte y es el hogar de la comunidad más septentrional del mundo.
En el transcurso de nuestro crucero de diez días hacia el norte, pararemos en un puerto cada día, lo que nos dejará tiempo para sumergir los pies en las frías aguas del Ártico o pasear por una comunidad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Me asombraré ante la majestuosidad de altísimos fiordos, me estremeceré en presencia de glaciares azulados y contemplaré crías de reno de pelaje blanco en las laderas de las montañas.
El momento que he estado esperando llega cuando nos acercamos a Svalbard. Es la noche en que el sol de medianoche —algo que ocurre entre abril y fines de agosto— se conjugará con el cruce del círculo polar ártico.
Las líneas de cruceros que se desplazan tan al norte celebran la travesía de distintas maneras. En Hurtigruten hay brindis con aquavit, narraciones de un miembro de la tripulación ataviado como un príncipe noruego... y un cucharón ceremonial lleno de agua helada por la espalda.
Disfrutamos mucho del tiempo a bordo, pero el momento más memorable aún está por llegar. A medianoche, salgo a cubierta con mi esposo a mi lado y nos quedamos en completo silencio, mirando el agua que brilla bajo el resplandor dorado del sol, sobrecogidos por la belleza del momento.
Quedarme despierta hasta pasada la medianoche no había tenido tanta magia desde mi niñez.
Heather Greenwood Davis colabora frecuentemente con las revistas Travel + Leisure, Conde Nast Traveler y Afar. Vive en Toronto.