Vida Sana
Durante su llamada semanal en diciembre del 2016, Alison Hill intuyó que algo le pasaba a su madre, Valerie Hill. Esta señora de 93 años, quien por lo general era reservada, sonaba muy entusiasmada.
Cuando insistió en que su madre le diera detalles, la mujer mayor reveló que pronto ninguno de sus hijos tendría que preocuparse sobre el dinero. Iban a ser ricos.
Alison le pidió a su madre, quien vivía en la Costa del Golfo de Florida, que le dijera lo que estaba pasando. “No puedo”, contestó. “Es un secreto”.
La conversación “envió señales de alerta”, dijo Alison, de 67 años, residente de Maine, artista y dueña de una galería.
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Recordó que un par de meses antes, su madre había mencionado que recibió un aviso por correo de que se había ganado un sorteo de Publishers Clearing House. Al principio, su madre rechazó la posibilidad de reclamar su premio, diciendo que no quería aparecer en la televisión.
Después de la llamada con su madre, Alison llamó a sus cuatro hermanas para decirles que debían averiguar qué estaba pasando.
Cuando las hermanas comenzaron a investigar, encontraron pruebas documentales de retiros de dinero sospechosos de la cuenta bancaria de su madre.
Una hermana que estaba pendiente de la cuenta de su madre descubrió que ella había girado varios cheques de unos $9,500 cada uno, a nombre de una mujer, pero supuso que la generosidad estaba relacionada con la iglesia de su madre. Valerie Hill iba a la iglesia a diario y participaba activamente en su parroquia católica.
Poco después, aparecieron en la cuenta retiros de dinero sospechosos para realizar transferencias bancarias a Jamaica y comprar giros postales.
Las cinco hermanas instaron a su madre a revelar qué estaba pasando, pero ella no dijo nada. Le rogaron que no regalara más dinero. “Aceptó, pero solo para que nos calláramos”, dijo Alison.
Su hermana Abbe Hill, de 55 años, una artista de escenografía que vive en Brooklyn, dijo que su estrategia fue “hacer muchas preguntas y darle información para que tuviera cuidado y estuviera pendiente de las estafas”.
“Eso no estaba funcionando”, agregó. “El dinero todavía salía”.
Alison, Abbe y su hermana Melanie Preston, de 63 años, comparten su historia porque quieren evitar que los adultos mayores en este país sean víctimas de estafas, como le pasó a la madre de ellas. Valerie Hill, quien una vez fue una jubilada dinámica y durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial fue asistente de vuelo en rutas internacionales para American Airlines, enviudó cuando tenía 39 años. Después de perder a su esposo, se dedicó a la compra y venta de bienes raíces para pagarles la universidad a sus seis hijos.
Según Abbe, su conducta durante todo el proceso de la estafa “fue totalmente inusual”.
Se convirtieron en detectives
Las cinco hijas y un hijo de Valerie Hill viven fuera de Florida. Las hermanas decidieron trabajar en equipo y visitar a su madre para averiguar los detalles de sus gastos desmedidos. Dos de las hermanas viajaron en avión en febrero del 2017 y se alarmaron al enterarse de que su madre había preguntado sobre cómo refinanciar su apartamento. “Nunca obtuvo préstamos para nada”, dijo Alison.
Cuando Alison y su hermana Abbe viajaron al sur un mes después, descubrieron una carpeta expandible que contenía más pistas preocupantes: los documentos mostraban que su madre estaba intentando obtener tarjetas de crédito adicionales y abrir otras cuentas bancarias. Otro documento revelador: Alison y Abbe encontraron lo que aparentaba ser una notificación de Publishers Clearing House que “parecía oficial, excepto cuando la examinabas de cerca”, recordó Alison.
Mientras hablaba con Abbe, Valerie Hill reveló que un hombre había ido a su apartamento con un maletín lleno de premios y prometió que serían suyos una vez que completara el proceso.
Un estafador del supuesto sorteo hasta le dijo a su madre por teléfono que se imaginara cómo se sentiría cuando estuviera conduciendo su nuevo Mercedes, según Melanie, una diseñadora de joyas que vive en Newport, Rhode Island.
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