Vida Sana
Cuando las tiendas se abarrotaron de clientes por las fiestas el mes pasado, John, un hombre de 75 años de Arkansas, gastó $35,000 en tarjetas de regalo en tres días. El profesional jubilado compró las tarjetas en seis tiendas: Lowe's, Walmart, Sephora, Best Buy, Sam's Club y Target, donde compró 70 tarjetas de regalo con un valor de $500 cada una.
Y perdió hasta el último centavo.
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Los estafadores que organizaron la avalancha de gastos de John del 10 al 12 de diciembre le dijeron una serie de mentiras y lo mantuvieron en el teléfono celular para darle instrucciones y decirle lo que tenía que hacer y decir a cada paso. En algunos casos rechazaron sus tarjetas de crédito, y la presión arterial se le disparó por las nubes.
“Estoy seguro de que si los estafadores hubieran estado hablando con alguien con problemas cardíacos, habría muerto”, dice John. “Fue muy estresante”.
John habló con AARP para evitar que otros cayeran presa de un esquema que según las autoridades con frecuencia no se denuncia y que está aumentando. Nos relató su experiencia con la condición de que no se publicaran su apellido ni su dirección.
“Miré a mi esposa y le dije: ‘Lo siento, cariño. Creo que nos han engañado’”.
Día 1: una alerta, una alarma y una sarta de mentiras
La mañana del 10 de diciembre, John estaba averiguando sobre un restaurante de carnes y mariscos en internet para llevar a su esposa, con quien llevaba casado 53 años. La pareja había recibido una tarjeta de regalo —una ironía que no pasó desapercibida— y era el último día para usarla.
Una alerta emergente, supuestamente de Microsoft, le advirtió que su computadora había sido pirateada. Al mismo tiempo, sonó una alarma que no se silenciaba.
“En lugar de apagar la computadora”, dice John, llamó al número de teléfono que aparecía en la ventana emergente de la pantalla. El hombre que respondió, que supuestamente era de Microsoft, le dijo a John que su correo electrónico había sido pirateado y que su tarjeta Visa de JPMorgan Chase & Co. se había visto comprometida.
“Obviamente entré en pánico”, recuerda John, quien cumplió con el pedido del estafador y le dio el número de teléfono que aparecía al reverso de su tarjeta de Chase.
El estafador entonces hizo una llamada entre tres personas, supuestamente para pedir ayuda a Chase. Efectivamente, en el identificador de llamadas de John apareció el número de teléfono de Chase. Durante esta llamada, otro estafador dijo que la tarjeta se había usado para hacer una donación de $8,000 a un orfanato de Corea del Sur y un gasto de $7,000 en Dubai.
Ambos estafadores tenían acentos del sur de Asia, y John supone que eran de India.
Le dijeron a John que había una manera de evitar que se procesaran los cargos y de proteger la tarjeta para que no se siguiera usando de forma indebida. Para lograrlo debía hacer gastos con la tarjeta hasta llegar a su límite de $25,000 con la compra de tarjetas de regalo por ese valor.
“Pensé que era una forma muy rara de hacerlo”, dice John, un veterano del ejército que trabajó en inteligencia militar en Vietnam. Pero los delincuentes fueron convincentes y parecían de fiar, ya que estaban al tanto de las compras recientes que John y su esposa habían hecho con las tarjetas de crédito y los números de Seguro Social de ambos.
Los malos actores le prometieron que pronto recibiría otra tarjeta de crédito. Luego le advirtieron que los gastos que se hicieron en el extranjero podrían ser obra de un estafador del mismo Chase. Le dijeron a John que por ese motivo, si el emisor de la tarjeta cuestionaba alguna de sus compras, no debía revelar que estaba comprando tarjetas de regalo sino decir que estaba comprando “regalos de Navidad”.
El primer lugar que visitó John fue Sephora, el minorista de cosméticos, donde compró 10 tarjetas de regalo de un valor de $500 cada una. Le dijo a la vendedora que estaba comprando regalos de Navidad “para las damas de mi familia”. Ella “ni pestañeó”, recuerda, por la compra de $5,000.
John compró más tarjetas de regalo después de visitar Sephora, y condujo de tienda en tienda hasta tarde en la noche. Pero incluso cuando el fatídico día finalmente llegó a su fin, la pesadilla de John estaba lejos de terminar. Uno de los estafadores le aconsejó que “Descanse. Comenzaremos de nuevo por la mañana”.
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