Vida Sana
Dos cosas habían distinguido hasta ahora al director de cine y televisión colombo-mexicano Rodrigo García: sus melodramas centrados en mujeres (Mother and Child, Nine Lives, Albert Nobbs) y el hecho de ser hijo del escritor Gabriel García Márquez. Tal vez Last Days in the Desert, su séptima película, sea la que lo libre al fin de la etiqueta inevitable en su biografía de “el hijo de”. La extraordinaria cinta lo ubicará a partir de ahora como un cineasta de primer nivel, antes que nada. Por ello, no deja de ser irónico que Last Days in the Desert trate precisamente sobre el irremediable momento en que hay que librarse del padre como necesidad vital. De hecho, la muerte del escritor en abril del 2014 ocurrió mientras García editaba la película.
En el pasado Festival Internacional de Cine de Morelia pudimos platicar con él.
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AARP: En Last Days in the Desert el desierto es casi otro personaje. ¿Qué exactamente simboliza para ti?
García: El desierto está lleno de contradicciones. El desierto es de una gran belleza, sobre todo al atardecer y al amanecer; pero a la vez te da una sensación muy fuerte y contradictoria del paso del tiempo. Te lleva a pensar, “Esto está aquí desde hace miles de años y seguirá estando aquí dentro de otros miles de años”. También te da la sensación de estar detenido en el tiempo. Por otro lado, su belleza es engañosa, pues el deserto es inclemente. También está el asunto, en el caso del personaje, de adentrarse en el desierto a buscar algo porque ahí hay menos ruido. Busca conectar; y lo puede, o no, lograr. Es decir, hay menos distracciones, pero el silencio también es muy grande.
AARP: Además, no es cualquier silencio; es el silencio de Dios, nada menos.
García: Sí, de alguna manera. Lo que llegué a pensar, ya durante la edición, es que a lo mejor el Jesús de esta película fue al desierto a buscar una conexión con lo universal y finalmente la encontró, pero solo a través de la relación con otros seres humanos.
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