Vida Sana
Desenfadado, elocuente y honesto hasta la médula, Rubén Blades se destaca por la versatilidad de su trayectoria, que abarca no solo la esfera artística de la música, el cine y las letras, sino el ámbito político.
La reinvención ha sido una constante en su carrera empezando en los años 70, cuando bajo el sello musical Fania revolucionó el movimiento de la salsa en Nueva York con una innovadora fusión de ritmos tropicales y letras de corte sociopolítico.
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Actualmente el cantautor panameño se encuentra promocionando su reciente álbum, Tangos, donde reinterpreta algunos de sus clásicos al son de la música rioplatense, y próximamente interpretará el rol de un empresario del boxeo en la película Mano de piedra, biografía del pugilista panameño Roberto Durán. Incluso ha intimado un posible regreso a la política como candidato presidencial en Panamá para las elecciones del 2019. Sirvió como ministro de turismo en su país del 2004 al 2009.
El músico habló con AARP sobre su método para escribir canciones, la nostalgia de la salsa y el futuro de su carrera.
Cuando entrevisto a los grandes artistas de la Fania, siento en casi todos una inmensa nostalgia por el pasado, algo que no encuentro hablando contigo. ¿Por qué?
Miles Davis se enojaba mucho cuando le preguntaban sobre la edad de oro del jazz. ‘Ustedes nunca vieron a Charlie Parker en un excusado con una aguja colgándole del brazo’, decía. ‘Qué edad de oro es ésa’. A mí me parece extraño que creadores de la calidad de los artistas de la Fania no puedan de alguna forma igualar o superar esos momentos del pasado. Creo que esa nostalgia no es buena. Es como aceptar un final de camino, y eso no puede ser. Al camino no lo finaliza la edad. Al camino lo finaliza el término de la capacidad de creación.
Ese momento preciso de la explosión de la salsa en Nueva York, ¿cómo lo viviste?
Para mí fue una década de sobrevivir. Yo no lo veía de otra forma. Estaba trabajando en el correo de la Fania, ganando $125 por semana. Cuando trabajaba con [Ray] Barretto me pagaban $35, y si tocábamos un sábado eran $38 (risas). Ahora, como fanático de esa música, era extraordinario estar ahí con Barretto cuando también se presentaban Eddie Palmieri, Tito Puente o Machito.
Con el tiempo aprendí a apreciar más todo lo que viví. Durante el momento en sí estaba reaccionando, como si estuviera en un partido de fútbol. Sólo después te das cuenta con quién estabas jugando. Porque desde 1969 hasta, digamos, 1984, fue un tiempo irrepetible. Ibas a un The Village Gate [famoso club nocturno de la época] y te encontrabas con Miles Davis, o Dizzy Gillespie, o John Lennon. Es decir, no solo la salsa, sino también el rock, jazz, la música disco y el movimiento del Latin Hustle. Desde el punto de vista musical, tener acceso a toda esa gente era una circunstancia maravillosa.
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