Celia Cruz, inagotable

Nota del editor: Esta nota ha sido actualizada como parte de la cobertura del Centenario de Celia Cruz, 100 años de música, alegría y, ¡mucha azúcar! 
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Unos años antes de su fallecimiento en el 2003, Celia Cruz lanzó un disco titulado Siempre viviré. El título era profético, dado que el espíritu de la reina de la salsa permanece vivo en la cultura popular de Estados Unidos. En el 2018, una exhibición y un musical sobre su vida enfatizaron la riqueza de este impactante legado artístico.

Titulada Forever Celia, (en inglés) la exposición se presentó en el Museo Americano de la Diáspora Cubana de Miami (en inglés) desde finales del 2018 hasta el 31 de marzo del 2019. Fué la muestra más grande que se haya organizado sobre Celia hasta esa fecha, e incluyó una gran cantidad de objetos que nunca habían sido exhibidos públicamente. Fotos de su vida, una generosa selección de vestidos y pelucas, sus discos con la Sonora Matancera. Y en lo personal, objetos como su primer pasaporte y el pasaje de avión que la transportó al Congo en la década del 70 para presentarse en concierto junto a la Fania All-Stars.

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Acompañada por su adorado “cabecita de algodón” —su esposo Pedro Knight, trompetista de la Sonora Matancera— Celia fue una asidua viajera, presentando conciertos en todo el mundo y guardando recuerdos de los lugares que visitaba. Yendo más allá de su extensa discografía, la exposición buscó celebrar y recordar el lado más personal de la cantante.

También en Miami ese año se presentó el estreno en Estados Unidos de Celia – El Musical. La producción estuvo a cargo de Omer Pardillo-Cid, que conoció a Celia cuando era un adolescente, se convirtió en su representante y fue responsable de que la cantante alcanzara el nivel más alto de fama durante los últimos años de su vida, con éxitos como “La vida es un carnaval” y “La negra tiene tumbao”. Pardillo-Cid es hoy administrador de los bienes de Celia.

Encontrar a una actriz y cantante que pudiera interpretar a una personalidad tan chisporroteante como Celia no fue fácil. Pardillo-Cid se decidió por Lucrecia (en inglés), una cantante cubana de voz espesa y melodiosa. Instalada en Barcelona, en el pasado había grabado su propia versión de “La vida es un carnaval”.

Con libreto de Jeffry Batista y el director Gonzalo Rodríguez, el musical comienza cuando Celia se dispone a presentar el último concierto de su vida. A partir de este evento, la cantante recuerda varios momentos de su vida presentados en el escenario a través de canciones y números bailables, captando una producción musical que fue, como ella misma, inagotable.