Vida Sana
Nota del editor: El legendario Tony Bennett murió el viernes 21 de julio del 2023 a los 96 años. AARP tuvo el honor de entrevistarlo en su casa en la ciudad de Nueva York mientras luchaba contra la enfermedad de Alzheimer. Esa entrevista especial se la presentamos a continuación.
Primera parte: “Solo se trata de otro regalo”
Una tarde a principios de noviembre, llegué al hogar de Tony Bennett en el piso 15 de un edificio en el borde sur del Central Park en la ciudad de Nueva York. El gran ventanal del amplio apartamento de tres habitaciones mostraba una vista impresionante del parque e inundaba las habitaciones con una luz constante proveniente del norte, “el sueño de un pintor”, como dijo una vez Bennett. Esto es importante, porque además de ser uno de los mejores cantantes del mundo, él también es un artista visual serio. Durante el último cuarto de siglo, ha pasado innumerables horas en este santuario, una habitación convertida en estudio de arte adonde me llevó a verlo su esposa, Susan. A todas luces, es el espacio de un artista que trabaja: las paredes empapeladas con bosquejos, una mesa desordenada con montones de pinceles y tubos de pintura doblados, un caballete al lado de la ventana con una obra en curso —un dibujo en blanco y negro del parque, que evoca hábilmente los lejanos edificios con trazos impresionistas de carboncillo—.
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Bennett estaba sentado en un escritorio al lado de la pared, con su silla volteada hacia las ventanas, y ojeaba un libro ilustrado de gran formato que tenía en el regazo. Estaba elegante, con una chaqueta azul sobre una camisa de cuello abierto, pantalones oscuros y zapatillas deportivas blanca. A los 94 años, su apariencia era asombrosamente juvenil y fácilmente reconocible: los ojos azules de párpados grandes, el perfil romano, el cabello canoso bien peinado. Sin embargo, lo que faltaba era la sonrisa fácil y siempre presente que ayudó a caracterizarlo como el simpático cantante, ídolo de su generación; más accesible que el volátil Sinatra o el cómicamente “borracho” Dean Martin. En vez de eso, su expresión tenía la impasividad de una máscara que apenas cambió a una conciencia tenue cuando Susan —quien tiene 54 años, es delgada y de buen porte— le puso una mano en el hombro, se inclinó y dijo: “Este es John, Tone. Vino a hablar con nosotros del nuevo álbum”. Le habló en el oído, quizás un poco alto, en un tono alentador y enfático, como si intentara llegar a su esposo a través de una barrera que había aparecido entre él y el resto del mundo.
De hecho, eso era lo que hacía. Él me miró a los ojos, inexpresivo, antes de volver a mirar su libro sin decir nada.
Tony Bennett tiene la enfermedad de Alzheimer, el tipo más común de demencia relacionada con la edad. Esta enfermedad está caracterizada por una pérdida progresiva de la memoria que le quita a quienes la padecen muchos de los dones que todos damos por sentado —el habla, el entendimiento, los recuerdos atesorados, el reconocer a los seres queridos— y los deja completamente dependientes de sus cuidadores. Bennett, a quien se le diagnosticó la enfermedad de Alzheimer en el 2016, por ahora se ha librado de la desorientación que puede inducir a los pacientes a salir de casa y deambular, así como de los episodios de terror, furia o depresión que pueden acompañar el alarmante distanciamiento de la realidad que conlleva este trastorno. Por cierto, es posible que nunca llegue a tener estos síntomas. Pero no quedan dudas de que su enfermedad ha evolucionado. Hasta sus momentos cada vez más escasos de claridad y conciencia revelan lo hondo de su debilidad. En un momento dado, mientras Susan y yo permanecíamos de pie conversando, él apartó de repente la vista del libro en su regazo y, con su sonrisa familiar, me preguntó con su típica voz suave y aterciopelada: “¿Cómo está el tiempo afuera?”. Si no hubiera sabido que él y Susan acababan de regresar de llevar a pasear a su perro en el parque, quizás no hubiera sospechado que algo andaba mal.
Esta pérdida de la memoria a corto plazo es una característica del inicio furtivo de la enfermedad de Alzheimer, pero la memoria a largo plazo también desaparece de forma progresiva. Por eso fue todavía más conmovedor el hecho de que el libro que captó tanto su atención era Tony Bennett Onstage and in the Studio (2018), un volumen lujosamente ilustrado con fotos de todas las etapas de su vida, a partir de cuando era bebé. Miraba fijamente sus páginas, no como si fueran recuerdos cálidos, sino como un hombre a quien le cuesta trabajo recordar por qué estas imágenes parecían familiares. Si bien todavía puede reconocer a sus familiares, según Susan, no siempre está seguro de en dónde está o lo que sucede a su alrededor. Objetos mundanos tan familiares como un tenedor o un juego de llaves del hogar pueden ser completamente misteriosos para él.
Diez minutos después de mi llegada, el hijo mayor de Tony, Danny, se unió a nosotros en el estudio. “Hola, Pop”, dijo. Tony alzó la vista, con una pequeña sonrisa, y saludó con la cabeza antes de regresar en silencio a su libro de fotos. El afable Danny, de 66 años, quien lleva puestos jeans negros y una chaqueta estilo Nehru, ha sido el representante de su padre durante los últimos 40 años. Danny desempeñó un papel decisivo en el renacimiento de la carrera de Tony a mediados de la década de 1990, gracias al cual el cantante (quien entonces tenía casi 70 años) se convirtió en una inesperada estrella del canal MTV. Esto culminó en un premio Grammy al mejor álbum por Tony Bennett: MTV Unplugged. Desde entonces, Danny ha planeado y organizado un torrente constante de memorables grabaciones de dúos entre Tony y John Mayer, K. D. Lang, James Taylor, Sting, la difunta Amy Winehouse y Lady Gaga, quien se ha convertido en una protegida devota. Su primer dueto fue electrizante (“The Lady Is a Tramp” en el 2011); un momento que le cambió la vida a Gaga, cuando la veinteañera estrella del rock glamuroso y del tecno pop se dio cuenta, bajo la tutela de Tony, que ella era (como él) también una cantante de jazz —alguien que puede inspirarse en una melodía y con facilidad improvisar giros armónicos de belleza deslumbrante—. “El hecho de que Tony me vea como una cantante de jazz por naturaleza todavía es algo que me asombra”, dijo hace poco Gaga.
En el 2014, Lady Gaga y Tony grabaron Cheek to Cheek, un álbum de clásicos que al lanzarse alcanzó el primer puesto de la lista de los 200 principales éxitos de pop y rock de la revista Billboard. Este es el tipo de éxito intergeneracional que sencillamente no puede ignorarse. Poco después empezaron a hablar sobre un segundo álbum. Las canciones se grabaron entre el 2018 y principios del 2020, durante sesiones bastante separadas. Después de varias demoras, la colaboración al fin se está preparando para lanzarse esta primavera. Las demoras se debieron al creciente estrellato de cine de Gaga (en A Star Is Born) y su carrera de grabaciones como solista (que incluyó el lanzamiento de sus álbumes recientes Joanne y Chromatica), por no mencionar la pandemia de COVID-19.
Según Susan, Tony ya mostraba signos evidentes de la enfermedad cuando él y Gaga empezaron a grabar el nuevo álbum en Electric Lady Studios de Nueva York, dos años después del diagnóstico. De hecho, Susan no estaba completamente segura de que Tony podría hacerlo. “Intentaremos”, recuerda que le dijo a Danny. “Eso es lo único que te puedo decir. Lo intentaremos”.
Antes de su enfermedad, Tony era conocido como un perfeccionista meticuloso y determinado en el estudio de grabación. El documental del 2012 The Zen of Bennett (filmado tres años antes de la aparición de los síntomas) incluye un momento electrizante en el que Tony, quien intentaba calmar a una nerviosa Amy Winehouse durante su dúo en “Body and Soul”, le dijo bruscamente al productor Phil Ramone, quien se atrevió a intervenir desde el micrófono del estudio: “No. ¡No te metas! Deja que ella y yo lo resolvamos”. En otra parte, le habla con brusquedad a Lee Musiker, su arreglista de música y pianista, por usar un tempo demasiado rápido para “The Way You Look Tonight”, que practicaban para un dueto con Faith Hill. “No puedo ser una versión descartable”, dijo Tony. “¡Quiero hacer algo inmejorable con esta canción!”.
Pero la presencia de Tony durante la grabación del nuevo álbum con Gaga fue mucho más callada. En secuencias documentales sin editar de las sesiones, él habló rara vez, y cuando lo hizo fue de manera vacilante; a veces, parecía perdido y desconcertado. Gaga, quien es evidente que sabe de su enfermedad, mantuvo sus oraciones cortas y sencillas (como recomiendan los especialistas en la enfermedad de Alzheimer cuando alguien habla con pacientes que la tienen). “Suenas muy bien, Tony”, le dijo en un momento. “Gracias”, fue la respuesta de una palabra de él. Gaga dice que piensa “todo el tiempo” en su gira del 2015. Tony la miró en silencio. “¿No nos divertíamos todas las noches?”, le preguntó Gaga. “Sí”, contestó él, vacilante. El dolor y la tristeza en el rostro de Gaga fueron obvios en esos momentos. Pero nunca tanto como en una secuencia extraordinariamente conmovedora en la que Tony (un hombre a quien ella llama “un increíble mentor, amigo y figura paterna”) cantó como solista parte de una canción de amor. Gaga lo miraba desde su propio micrófono. Su sonrisa se convirtió en temblor, se le aguaron los ojos, se tapó la cara con las manos y empezó a sollozar.
El nuevo álbum contiene dúos suntuosos y espléndidos, en los que la voz de ambos cantantes es magnífica. Pero hay una tarea relacionada con el álbum que Tony evidentemente no puede hacer: las entrevistas promocionales. (Cuando le pregunté: “¿Está emocionado por el nuevo disco con Gaga?”, se me quedó mirando fijamente en silencio). Esto ha planteado un dilema para quienes se encargan de la vida y la carrera de Tony, en su mayoría Danny y Susan. Juntos decidieron romper el silencio sobre su enfermedad, pues tienen muchos deseos de que la mayoría de la gente oiga y disfrute el que podría ser el último álbum de Tony Bennett. Tuvieron que tomar esta decisión sin la opinión de Tony, ya que él, dijo Susan, es incapaz de comprender este trastorno, y mucho menos de tomar decisiones trascendentales sobre si divulgarlo públicamente.
No es fácil para ninguna familia romper el silencio entorno al diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer de un ser querido. Al igual que el cáncer y las enfermedades mentales, la enfermedad de Alzheimer lleva consigo un estigma, pues se tiene un terror especial a este trastorno incurable que implacablemente separa a sus pacientes de los lugares, los eventos y las personas que los anclaron a su vida. Muchos la tratan como una sentencia de muerte inmediata y se apartan del mundo, instados a hacerlo por familiares que temen a la enfermedad y a su evolución impredecible y, a veces, socialmente incómoda. Hace poco, los investigadores expresaron gran preocupación sobre las malas consecuencias de esta estigmatización. La Dra. Gill Livingston, una psiquiatra del University College London que se especializa en demencia, dijo que el silencio sobre la enfermedad de Alzheimer solo hace que se acumulen ideas erróneas y estereotipos en relación con este trastorno, lo que crea un círculo vicioso que lleva a más estigmatización y miedo. “Dejarse llevar por el pánico y esconderse realmente no ayuda”, dijo “Queremos que la gente sea lo más franca posible, consigo misma y con su familia, para que tengan apoyo en las cosas que no pueden hacer y reciban ayuda para vivir una vida relativamente plena. El apoyo marca una gran diferencia”. Sin embargo, un esfuerzo reciente para crear conciencia sobre la enfermedad puede haber fallado hasta cierto punto, porque las personas tienden a escuchar solo el mensaje alarmante de que es incurable y progresiva —y no que los enfermos que reciben apoyo cariñoso y atención médica puntual pueden mantener buena calidad de vida y bienestar durante años—.
Cada vez resulta más importante que se escuche ese mensaje más esperanzador. Más de 5 millones de personas en Estados Unidos tienen la enfermedad de Alzheimer. Es probable que esa cifra, según los médicos, aumente a porcentajes epidémicos a medida que los boomers de menor edad (los nacidos entre 1954 y 1964) empiezan a tener más de sesenta y cinco o setenta y tantos años. Todo esto significa que guardar silencio sobre la enfermedad de Alzheimer pronto será igual de imposible para la sociedad como se volvió ahora para la familia de Tony Bennett. Y su historia con esta enfermedad, como el resto de su larga vida, es inspiradora. El que Tony haya mantenido tan buena calidad de vida es testimonio del apoyo que recibe de su familia, su equipo médico y sus amigos. Además, da crédito a lo que Lady Gaga le dijo a Danny cuando él le informó que estaban pensando en romper el silencio sobre la enfermedad de Tony. “Quise consultar con ella para asegurarme de que no tendría problema”, dijo Danny, “porque ella siempre lo cuida. Ella dijo, ‘por supuesto, solo se trata de otro regalo que podemos darle al mundo’”.
Ayuda para tu ser querido
Uno de los aspectos más crueles de la demencia es el estigma que la rodea, según Sarah Lock, vicepresidenta sénior de Política y Salud Cerebral de AARP. Los sentimientos de vergüenza o desesperanza pueden hacer que la gente ponga resistencia a recibir un diagnóstico o se niegue a someterse a tratamiento. Aunque en la actualidad no existe una cura para la enfermedad de Alzheimer, “hay mucho que la gente puede hacer para retrasar los síntomas y mejorar su calidad de vida”, explica Lock. “Si las personas se enteraran de eso, podríamos ahorrar mucho en costos de tratamiento y salvar vidas”.
Según el Consejo Mundial sobre la Salud Cerebral, estas seis actividades clave pueden aplazar la aparición de la enfermedad de Alzheimer y aliviar el transcurso de la enfermedad:
- Mantener los lazos sociales
- Desafiar el cerebro
- Manejar el estrés
- Hacer ejercicio con frecuencia
- Comer bien
- Tener un sueño reparador
- Para obtener más información sobre cómo desarrollar y preservar la memoria y la cognición, visita aarp.org/CerebroSano
Un estilo de vida saludable por sí solo no resuelve los desafíos que presenta la demencia para los pacientes y sus familias. AARP ofrece un centro de recursos en línea (aarp.org/cuidar) para quienes cuidan de seres queridos vulnerables. En colaboración con la Alzheimer’s Association, AARP creó un sitio web en inglés para buscar recursos comunitarios, Community Resource Finder (communityresourcefinder.org), con enlaces a programas, eventos, servicios médicos y otros tipos de ayuda para los pacientes con demencia y sus cuidadores.
Segunda parte: Su compás siempre fue su familia
Nació en Queens, Nueva York, en 1926, con el nombre Anthony Dominick Benedetto. Es nieto de inmigrantes de la provincia italiana pobre de Calabria. Su padre, quien tenía una tienda de comestibles, murió debido a una enfermedad del corazón cuando Bennett tenía solo 10 años. La madre viuda de Bennett tuvo que mantener a la familia de cuatro integrantes con su sueldo de costurera. Si bien Bennett había obtenido una plaza en una escuela secundaria para aspirantes a artista en el Upper East Side de Manhattan, abandonó la escuela a los 16 años para ayudar a mantener a la familia. Trabajó como ayudante de periódico y después como mesero cantante y solista de una banda. Luego, en 1944, cuando cumplió 18 años, fue reclutado en el Ejército y lo enviaron a Europa durante los atroces últimos meses de la Segunda Guerra Mundial.
En la primera línea del frente en Alemania, esquivó bombas y metralla, cavó trincheras en suelo congelado y vio morir a amigos —adolescentes como él—. Poco antes del Día de la Victoria en Europa, ayudó a liberar un campo de concentración en Landsberg, cerca de Dachau. Su experiencia, unida a los prejuicios raciales a los que fue sometido por compañeros soldados estadounidenses (por su patrimonio italiano y por volverse amigo de soldados negros), consolidó sus ideas sobre lo maligno de los prejuicios. Años después, fue uno de los pocos artistas blancos que se unieron a la marcha por la igualdad de derechos de Martin Luther King Jr. en Selma, Alabama.
Partió en barco hacia su hogar en Nueva York en agosto de 1946, el mes en el que cumplió 20 años. Como parte de las fuerzas de ocupación en Alemania, entretuvo a sus compañeros soldados, cantó con una orquesta grande especializada y pulió sus habilidades. Pero al regresar a casa, no pudo conseguir trabajo como artista principal. Con el nombre artístico “Joe Bari”, dio conciertos en clubes pequeños sin que le pagaran, se enamoró del nuevo sonido de bebop y empezó a usar la voz para imitar el saxofón de Charlie Parker y el piano de Art Tatum. Aprovechó el GI Bill (Proyecto de ley del soldado) para estudiar bel canto, las técnicas de respiración y articulación que usan los cantantes de ópera para lograr crescendos vocales altos sin forzar la voz.