Vida Sana
A Linda Owens, de 78 años y jubilada del puesto de administradora de una cafetería, siempre le encantaron los bebés. Los trabajos donde cuidaba a bebés la llevaron a investigar cómo sería ser madre adoptiva de bebés. El resto es historia para la residente de Hayward, California, y los niños que han pasado por sus brazos.
Linda Owens: después de la escuela secundaria, tomé un trabajo a tiempo completo cuidando a un bebé —incluso de un día para otro, en ocasiones, cuando los padres viajaban—. Ciertamente no era el trabajo de ensueño de cualquier joven de 19 años, pero me encantaba todo al respecto. Nunca tuve intención de casarme; no me interesaba criar una familia. Los bebés son lo mío.
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Después de ese trabajo, trabajé en una empresa de comestibles durante 21 años, pero siempre cuidaba a los bebés de la gente cuando me lo pedían. A mediados de la década de 1980, me empecé a fijar en una mujer que iba a hacer compras con diferentes bebés. Así que le pregunté sobre eso y descubrí que era madre de cuidado temporal. Ella me inspiró a reunir los requisitos para hacerlo, y ahí fue cuando dejé la empresa.
Después de haber recibido muchas capacitaciones y verificaciones de seguridad, llegó mi primera bebé. Fue el día después del Día de Acción de Gracias de 1987. Pienso en ella a menudo. En total, he brindado cuidado temporal a 83 bebés. Cada uno deja una marca en mi vida.
Por lo general, recibo una llamada telefónica del condado en la que me preguntan si quiero recoger a un recién nacido. Muchos de estos bebés han tenido un comienzo difícil. A menudo han estado expuestos a drogas o alcohol en el útero. Los bebés realmente pequeños, los que pesan menos de 5 libras, tienen que comer cada dos horas. Los alimentas, les cambias el pañal y haces que eructen, y es hora de hacerlo todo de nuevo. No se duerme mucho en esa etapa, pero estoy acostumbrada a eso, y tomo siestas siempre que puedo.
Cómo calma Owens a un bebé quisquilloso:
“Mi truco para tranquilizarlo es darle un baño tibio calmante con manzanilla, lavanda, y un poco de aceite para bebés”.
Los bebés se quedan conmigo un máximo de dos años y luego van a un hogar permanente, ya sea con sus padres biológicos o con una familia adoptiva. Es difícil decir adiós, pero lo único que puedo hacer es darles un beso en la frente y desearles una vida hermosa. Mi esperanza es que el amor y la atención que les he ofrecido les dé seguridad y confianza a medida que comienzan su nueva aventura.
La gente me pregunta: “¿cómo puedes hacer esto todo el tiempo? ¿No quieres viajar?”. No, no quiero viajar. He viajado. No es lo que quiero hacer. Poder cuidar de estos bebés es un regalo de Dios, y lo haré siempre y cuando Dios me dé la voluntad, la fuerza y la salud para hacerlo. Esto me ha enseñado que el amor es interminable y fluye en ambas direcciones. Lo que sea que das, realmente recibes a cambio.
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