Vida Sana
Los hogares de ancianos siguen siendo los epicentros de COVID-19, en particular a medida que aumentan los contagios en las regiones sur y oeste del país.
Tanto los residentes como el personal corren alto riesgo de infección y muerte. Incluso ahora, el 44% de todas las muertes causadas por el virus (o más de 56,000 en total) han ocurrido en centros de cuidados a largo plazo, según un informe del 13 de julio publicado por la organización sin fines de lucro Kaiser Family Foundation. Y esto sin contar los cuatro estados —Alaska, Hawái, Montana y Dakota del Sur— que no han reportado las muertes en hogares de ancianos.
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Médico: "Los hospitales y los hogares de ancianos enfrentan problemas similares".
Con el avance de la COVID-19 por la región de Nueva Inglaterra, el Dr. Sunil Parikh ha desempeñado una inusual doble función al ayudar tanto a los residentes enfermos como a los administradores preocupados de los hogares de ancianos de Connecticut.
Parikh, médico de enfermedades infecciosas de la Facultad de Medicina de Yale, asistió a sus colegas del Yale New Haven Hospital a analizar los casos de una avalancha de pacientes provenientes de hogares de ancianos. Posteriormente, tomó parte en las llamadas semanales dirigidas por los funcionarios de salud pública del estado para aconsejar a los centros sobre qué medidas tomar durante la COVID-19. Notó que tanto su hospital como los hogares de ancianos enfrentaban obstáculos similares, tales como faltantes de mascarillas y batas.
"Pero existía esta desconexión entre los dos grupos”, comentó Parikh, quien también es profesor adjunto de epidemiología en la Facultad de Salud Pública de Yale. Si los hogares de ancianos tuvieran suficientes pruebas de detección, equipos de protección y otras herramientas, podrían mantener sanos a más residentes y aliviar el peso de los hospitales congestionados, concluyó.
Los hogares de ancianos deben poder hacerles pruebas a todos los residentes y a su personal aunque no tengan síntomas. Eso sería caro, y Parikh explicó que probablemente el costo se debería compartir entre el Gobierno estatal y el federal.
"Pienso que este método enérgico es necesario, considerando lo explosiva y devastadora que puede ser la COVID-19 en estos entornos”, dijo. "Las repercusiones serían enormes".
Sin embargo, un segundo brote a gran escala podría ocurrir tan pronto como a mediados de septiembre, una amenaza que está inquietando a expertos y defensores. Ellos instan a tomar medidas ahora para frenar la cantidad de muertes futuras, y en entrevistas han recomendado siete políticas de personal que dicen que podrían proteger a los residentes y a los empleados.
Elaine Ryan, vicepresidenta de Defensa de Derechos y Estrategias Estatales de AARP, expresó: "Costaría más hacer algunas cosas, pero el costo real es la pérdida de la vida si no se hacen". AARP está exhortando al Congreso a exigir la realización de pruebas de detección de COVID-19 para el personal y los residentes, el suministro de equipos de protección personal y el mantenimiento de personal suficiente para atender las necesidades de los residentes.
En varios informes se mencionó el caso de un pequeño centro de vida asistida en Bristol, Connecticut. A mediados de marzo, Tyson Belanger, dueño de Shady Oaks Assisted Living, alojó a 22 empleados para que vivieran en el centro a tiempo completo y así impedir que transportaran el virus entre Hartford y Waterbury durante el transcurso de su vida cotidiana en la comunidad.
El último empleado que estaba viviendo en el centro se fue después de 70 días y el hogar no tuvo ningún caso de coronavirus, según comentó en una entrevista telefónica. Al 7 de julio, el centro seguía sin tener casos, según un informe del Departamento de Salud Pública de Connecticut.
Esta medida no sería práctica en la mayoría de los casos —Belanger gastó unos $250,000 de su propio dinero para pagar salarios y suministros—, pero la experiencia demuestra cómo los empleados desempeñan una función clave en la salud de los residentes de los centros de cuidados a largo plazo. Hasta la fecha, se han reportado 1,071 casos y 371 muertes entre los residentes de centros de vida asistida de Connecticut y 8,850 casos y 2,755 muertes entre los pacientes de hogares de ancianos del estado.
"Las investigaciones revelan que la prevalencia de COVID-19 en centros de enfermería especializada se correlaciona con el índice de COVID-19 en la comunidad, el tamaño del centro y la proximidad a un área urbana, pero no con las proporciones de personal u otras métricas de calidad", declararon los funcionarios de la American Health Care Association, la agrupación profesional más grande de hogares de ancianos, en respuesta a las preguntas de AARP sobre dotación de personal. “Por lo tanto, cuanta más COVID-19 haya en la población general de una comunidad vecina, en particular en comunidades densamente pobladas, más probable será que la infección termine apareciendo en un hogar de ancianos".
Aquí presentamos siete cambios prácticos que pueden proteger al personal y mejorar sus condiciones de trabajo.
1. Aumentar los salarios
Debería pagarse más a los trabajadores para que puedan mantenerse con un solo trabajo, dicen varios expertos, incluido Sal Rosselli, presidente de la National Union of Healthcare Workers, entidad sindical con sede en California. Tener que trabajar en dos o tres lugares para ganar el equivalente a un salario de tiempo completo potencialmente propaga el virus.
Los trabajadores no sindicados de hogares de ancianos suelen ganar solo el salario mínimo, mientras que los trabajadores sindicados ganan $18 por hora, dice Rosselli. Los asistentes de enfermería ganan un salario medio de $12.84 por hora, según halló un informe.
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