Vida Sana
Cuando mi padre comenzó a decaer lentamente debido a la enfermedad de Alzheimer, una de las cosas más tristes fue nuestra inhabilidad de hablar como familia sobre la situación. Su lento descenso hacia la oscuridad era el problema del que nadie quería hablar. Deseábamos que él fuera transparente sobre lo que estaba sucediendo para poder eliminar algo de la ansiedad que sentíamos todos, pero especialmente de la que sentía él.
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Cuando estaba cerca de los 75 años, el razonamiento y las habilidades cognitivas de mi padre comenzaron a declinar con rapidez. En los veranos, cuando nuestra familia extendida vivía muy cerca y nos reuníamos, mis hermanas y yo creamos un plan para aliviar un poco las responsabilidades de cuidadora de mi madre y mantener a mi padre ocupado. Después del desayuno, mi madre lo mandaba a la casa de una de mis hermanas, y de ahí él caminaba hasta mi casa para más charlas y café. En algún punto de la charla, sus hombros se desplomaban. “Esto es tan difícil”, decía con lágrimas en los ojos, pero nunca pronunciaba el nombre de la enfermedad alzheimer y nunca reconocía lo que estaba sucediendo.
De modo que todos nos quedábamos sentados, atrapados en nuestra incapacidad de encontrar alegría con mi padre en sus últimos años. Tal vez si nos hubiéramos informado más, comprendido mejor la enfermedad, hubiéramos podido anticipar mejor las cosas y tener más vivencias.
Un nuevo enfoque
Cuando vi el libro Living in the Moment: A Guide to Overcoming Challenges and Finding Moments of Joy in Alzheimer’s Disease and Other Dementias de la Dra. Elizabeth Landsverk, junto con Heather Millar, me interesó saber de qué manera era siquiera posible sentir alegría mientras uno ve que una enfermedad tan cruel va desdibujando a un ser querido.
Landsverk, de 61 años y residente de San Francisco, es una doctora acreditada en las especialidades de Medicina Interna, Geriátrica y Cuidados Paliativos. Ayuda a los cuidadores y a sus familias a facilitar el proceso de la demencia y la enfermedad de Alzheimer. Es una de solo aproximadamente 3,500 geriatras en Estados Unidos que se dedican a la profesión a tiempo completo. Aborda los más complejos temas médicos, conductuales y financieros o legales, y a menudo es la persona a quien llaman para que asista a las familias cuando otros médicos u otras estrategias no han logrado resultados.
“Las personas mayores y sus familias pueden vivir una vida gratificante después de un diagnóstico de demencia”, dice Landsverk. “Escribí este libro para darles a las familias una caja de herramientas y un mapa claro para transitar el camino que deben recorrer”.
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