Vida Sana
Al igual que yo, mi amigo Vince es un hombre gay soltero de más de 60 años. Antes de la reciente muerte de su padre, fui testigo de los papeles esenciales que desempeñaba Vince como cuidador, planificador financiero y buen hijo. Mis hermanos y yo desempeñamos los mismos papeles con mis padres antes de su muerte.
Vince y yo solíamos hablar sobre quién cuidaría de nosotros cuando llegue el momento. Ninguno de los dos tenemos hijos o familia allegada que viva cerca. A pesar de que no me gusta ser un estereotipo, mi vida refleja las estadísticas: las personas LGBTQ (lesbianas, gais, bisexuales, transgénero y queer) tenemos el doble de probabilidad que nuestros homólogos heterosexuales de permanecer solteros y vivir solos; y cuatro veces menos probabilidades de tener hijos.
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Nunca esperé que mi vida se desenvolviera de esta manera. ¿Pero quién lo espera? Cuando tenía casi 50 años, conocí al hombre del que me enamoraría y con el que me casaría legalmente. A menudo hablábamos de que seríamos nuestra mutua "solución de cuidados a largo plazo". Y entonces, nos divorciamos. Sin embargo, la triste realidad es que el cuidado práctico de un cónyuge solo está disponible para el primero en enfermarse; el superviviente está tan solo como una persona soltera. Ahí es donde suelen entrar en juego los hijos.
Bromeo con mis sobrinas veinteañeras diciéndoles que mis regalos de cumpleaños para ellas como tío gay han sido inversiones en mi futuro cuidado. Pero nunca les impondría eso; al menos espero que no.
Desde mi divorcio a los 60 años, he tenido "suerte". Solo he pasado por tres momentos en que fue precisa la presencia de un acompañante debido a necesidades médicas. Afortunadamente, encontré amigos dispuestos a ayudarme para estas situaciones de un día. Aun así, me sentí incómodo pidiendo ayuda. ¿Qué pasa si me pongo muy enfermo, y lo estoy durante mucho tiempo?
Presencié las dificultades a las que se enfrentaban mis padres cuando llegaban nuevos auxiliares de cuidados a su casa. A veces no respetaban a mis padres. En ocasiones, los auxiliares ni siquiera se presentaban a trabajar. Los hijos siempre estuvimos ahí para resolver los problemas. Así que me preocupa tener que gestionar mi propio cuidado. Y si necesito cuidados a domicilio, ¿me sentiré cómodo admitiendo mi identidad sexual a un desconocido que podría tener un problema con ello?
Hace algunos años, vi el documental Gen Silent, que describe la discriminación generalizada que sufren las personas LGBTQ en los centros de cuidados a largo plazo. Según su director, Stu Maddux, "los adultos mayores LGBTQ con frecuencia tienen tanto temor a la discriminación o al acoso que muchos regresan al armario".