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Parejas con distintas necesidades de atención pueden vivir juntas más tiempo en centros de cuidados a largo plazo

Las nuevas opciones incluyen asistencia adicional y relevar al cónyuge sano de algunas de las tareas de cuidado.


spinner image Pareja adulta se besa en la mejilla.
NITAT TERMMEE / GETTY IMAGES

Margaret Gerlach fue enfermera profesional toda su vida. Por eso sabía que las personas con trastornos cognitivos o del sistema nervioso se deterioran más rápidamente cuando se ven privadas de la compañía de sus seres queridos.

Esa es una de las razones por las que cuando ella y su esposo, Harry, consideraron mudarse a un centro para adultos mayores, “buscamos lugares donde pudiéramos vivir juntos. Nunca se nos ocurrió que podía ser de otra manera”.

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Harry, de 78 años, sufre del mal de Parkinson, algo que en algún momento podría haber despertado el escrutinio de los centros de vida para adultos mayores, reacios a permitir que alguien con un trastorno progresivo del sistema nervioso residiera en forma independiente con su cónyuge.

Actualmente, más comunidades de cuidados a largo plazo están haciendo lugar para las parejas que se encuentran en este tipo de situación y están resueltas a seguir juntas.

“La pareja está acostumbrada a interactuar”, dice Margaret, de 74 años, quien el año pasado se mudó con su esposo a The Landing, una comunidad de vida asistida en Alexandria, Virginia, donde él recibe atención adicional todos los días en el apartamento en que viven juntos.

Una necesidad creciente

Este tipo de arreglo es algo cada vez más buscado por una cantidad creciente de parejas que se jubilan y en las que uno de los integrantes tiene problemas de salud que requieren atención a largo plazo, en especial demencia y la enfermedad de Alzheimer. Estos trastornos afectan a 55 millones de personas en el mundo y, según la Organización Mundial de la Salud, cada año surgen 10 millones de casos nuevos.

“Históricamente, muchas parejas no tendrían otra opción que vivir separadas”, dice Jonathan Garber, director ejecutivo de Watermark Retirement Communities, entidad que administra The Landing y otras dos comunidades de vida asistida, una en Rockville, Maryland, y otra en Fairfax, Virginia.

spinner image Woody y Rita Franke.
Woody y Rita Franke.
CORTESÍA de WOODY FRANKE

Estos centros fueron diseñados para permitir que las parejas con diferente nivel de necesidades permanezcan juntas en el mismo espacio —incluso cuando un integrante recibe atención para la memoria—, donde hay apartamentos de dos dormitorios y un baño y un área común compartidos. En la mayoría de esos modelos, las parejas viven en su propio apartamento y reciben la visita de especialistas y asistentes.

“El integrante sano de la pareja no tiene la carga de ocuparse de vestir, bañar ni administrar los medicamentos de la otra persona. Nosotros nos ocupamos de todo eso”, explica Garber. “Puede hacer nuevos amigos, salir a cenar con otros residentes, llevar una vida relativamente animada y saber que su cónyuge con necesidades está recibiendo cuidados”.

Mientras tanto, observa, la pareja puede seguir haciendo junta algunas cosas. “Pueden comer juntos, mirar televisión juntos. Es decir, pueden seguir disfrutando de la vida”.

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Esto evita el trauma adicional de que alguien que ya está declinando se tenga que separar abruptamente de su pareja.

“Cuando una persona se muda, la adaptación es difícil. Si te mudas con un familiar, es mucho más fácil”, dice Sheryl Zimmerman, codirectora del Programa sobre Envejecimiento, Discapacidad y Cuidados a Largo Plazo de la Facultad de Trabajo Social en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.

Después de todo, dice Mike McClernon, propietario y asesor de Assisted Living Locators de Long Island, en Nueva York, “son personas que han estado juntas 50 años o más. Han estado despertándose juntas todos los días”.

El aspecto negativo es que si un trastorno cognitivo hace que la persona enferma se vuelva disruptiva, puede molestar a los vecinos. Y ver a un ser querido empeorar lentamente en forma directa puede agotar las energías del miembro de la pareja que está sano.

“Todo depende del carácter de la relación, y si realmente se comprometieron en las buenas y en las malas, el miembro de la pareja que está bien no alberga resentimiento”, dice McClernon.

Al igual que sucede con los Gerlach, para Woody y Rita Franke “es inimaginable no vivir juntos”, dice Woody, de 80 años, mientras su esposa recibe atención de un asistente de salud en otra habitación.

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Rita, de 70 años, tiene problemas de memoria, y Woody necesita diálisis tres veces por semana. Pero después de 59 años de matrimonio, Woody dice que están agradecidos de estar juntos en The Providence, en Fairfax, Virginia, otra comunidad de Watermark a la cual se mudaron desde Texas el año pasado para estar más cerca de sus hijas.

“Siempre existe la posibilidad de que ella deba ir a la sección de cuidado de la memoria, pero hasta ahora eso no ha ocurrido”, dice Woody. Y si llegara a ocurrir, es en el mismo edificio, tres pisos más abajo.

Algunas comunidades de vida asistida no permiten que las parejas vivan juntas cuando uno de los integrantes necesita ayuda sustancial con las actividades diarias. La mayoría requiere que los residentes con un diagnóstico de demencia sean transferidos a instalaciones para el cuidado de la memoria, a veces en otro edificio en el campus. Si bien el cónyuge puede visitar a la persona enferma, no puede vivir con ella. Algunos residentes de estos sitios llaman a esto “cruzar el puente”, en tono de broma.

Eso está comenzando a cambiar lentamente. Al igual que Watermark, las diez comunidades de Highgate Senior Living en Arizona, California, Montana y el estado de Washington permiten que parejas con diferentes necesidades vivan juntas o cerca, incluso en los que Watermark llama sus “vecindarios de cuidado de la memoria”.

En otros centros, eso continúa siendo inusual. En las 21 propiedades de Erickson Senior Living en 11 estados, por ejemplo, las parejas tienden a dejar de vivir juntas cuando uno de los integrantes requiere niveles más altos de atención o cuidados para la memoria, dijo un vocero.

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Evaluación individual ‘de cada caso’

“Un número considerable [de proveedores] ofrecen esto como una opción”, dice Dee Pekruhn, directora de Servicios de Comunidades de Vida Planificada en Leading Age, que representa a organizaciones sin fines de lucro de servicios para el envejecimiento, si bien dice que su afirmación se basa solo en conversaciones informales y en evidencia anecdótica, no en una encuesta científica. “La mayoría no lo publicita como un componente de ventas o promoción. Es realmente una situación de evaluación individual de cada caso”.

No obstante, McClernon dice que sus clientes piden cada vez más esta opción. “Me hacen esta pregunta regularmente”, dice. Y son más los que consiguen estar juntos en los centros de vida asistida, incluso cuando uno de ellos tiene alguna discapacidad.

Ese arreglo funciona mejor cuando los problemas de salud están en las etapas iniciales. “No queremos que alguien se mude y seis meses después tener que decirle que tiene que volver a cambiar su vida”, dice McClernon. “Si la pareja puede vivir junta por un tiempo, con algo de ayuda, pasa la primera prueba”.

La segunda prueba, explica, es si la persona que está bien está dispuesta a brindar al menos algunos cuidados. “Si puede y está dispuesta a hacerlo, ahí supera otra prueba”.

La persona sana también necesita apoyo —de amigos o familiares, por ejemplo—, dice Pekruhn, exadministradora de centros de vida independiente. “Algunas veces he visto que, en realidad, es mejor que la persona enferma se mude a un nivel diferente de cuidados, donde pueda recibir la ayuda que necesita”.

También hay que tener en cuenta los aspectos de seguridad, añade McClernon. Una persona con demencia que tiende a deambular debe estar en un lugar seguro, como un centro para la memoria, no con su pareja. Los temas de movilidad también son importantes. “Cuando la situación se vuelve más grave, especialmente cuando comienzan a presentarse problemas físicos, se hace muy difícil vivir juntos”.

La visión de Zimmerman son apartamentos en comunidades para adultos mayores diseñados para simplificar esto, con elementos que ayuden a ubicarse y corredores cortos en los que es más fácil encontrar las cosas.

Si uno de los integrantes de la pareja finalmente debe mudarse, explica, otro beneficio de haber estado juntos “es que al menos la persona con problemas de memoria se ha familiarizado con el edificio”.

Lo importante es que las parejas tengan la opción, dice Vincent Mor, profesor de Políticas y Prácticas de Servicios de Salud en el Centro de Gerontología e Investigaciones de la Salud de la Universidad Brown.

“Si el cónyuge que está bien puede y desea continuar cuidando a su ser querido, esa debería ser su decisión”, dice Mor. “Estas son decisiones esencialmente individuales que las personas deben tomar”.

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