Vida Sana
A partir del confinamiento, crear una comunidad más sostenible
El 13 de junio, un equipo de 33 auxiliares, administradores y otros empleados del centro de cuidados a largo plazo Pebblebrook emergieron a través de una barrera de plástico con cremallera al son de música y vítores. Así marcaban el regreso a sus propias vidas después de once semanas de sacrificio. Al comienzo de la pandemia de COVID-19, estos empleados acordaron mudarse al centro de cuidados en el interior de la enorme Park Springs Life Plan Community en Stone Mountain, Georgia, cerca de Atlanta.
¡ÚLTIMA OPORTUNIDAD! - Únete a AARP a precios del 2024; las tarifas aumentan en el 2025.
Obtén acceso inmediato a productos exclusivos para socios y cientos de descuentos, una segunda membresía gratis y una suscripción a AARP The Magazine.
Únete a AARP
Donna Moore, directora de operaciones de Isakson Living, la compañía a la que pertenece Park Springs, fue una de las personas que decidió encerrarse. Montó una tienda de campaña en la sala comunitaria; otros ocuparon camas en habitaciones vacías o durmieron en colchones inflables y sacos de dormir en oficinas o áreas comunes. Nadia Williams, la administradora del centro de salud, le prometió a un residente que le daría buenas noches todas las noches. Cuando se sentía ansioso, ella se quedaba con él hasta tarde y miraban una película; cuando él se dormía, ella salía de puntillas de la habitación.
Los empleados profundizaron su relación con los residentes durante las comidas, las conversaciones en el patio o los juegos. Marcia Davis, auxiliar de enfermería certificada en Pebblebrook, compartió platos jamaicanos como akí y bacalao, bananas hervidas y rabo de buey. O'Neil Marriott, un técnico de mantenimiento en Pebblebrook, se hizo famoso por sus bolitas de masa fritas.
Como no se permitían las visitas físicas en el interior del edificio, las interacciones de los residentes con sus familiares eran limitadas. Por ese motivo, el personal desplazaba por el centro un televisor grande rodante conectado a una computadora para las visitas virtuales. Los residentes (o “miembros”, en el léxico de Pebblebrook) también podían reunirse con sus seres queridos a través de las ventanas de las habitaciones y salones.
La valiente decisión de establecer un encierro total mantuvo el coronavirus a raya y dio tiempo a la administración para desarrollar la fase 2 de su respuesta al virus, que no requeriría que miembros del personal permanecieran confinados en el centro.
Por supuesto, hubo que pagar un precio. Los meses de encierro descalabraron las vidas del personal. La administradora de salud no pudo asistir a la boda de su hermana y llevó a cabo sus funciones de dama de honor a través de una videollamada. El técnico de mantenimiento no pudo hacer un viaje de pesca con su familia que sería la última excursión antes de que su padre se jubilara en Jamaica. A pesar de ello, experimentaron sentimientos encontrados a la hora de marcharse. “Fue una sensación agridulce, porque acabábamos de atravesar juntos algo que las personas ajenas no comprenden”, dijo Moore.
A mediados de junio, los gerentes de Pebblebrook implementaron la fase 2, que permitiría a los empleados ir y venir al tiempo que se aumentaban las pruebas y la detección, el distanciamiento social, el uso de mascarillas y otros protocolos de control de la infección, como el uso diario de un sistema de limpieza que emplea un rocío para esterilizar las superficies.
Pebblebrook, que cuenta con 60 camas, se ha mantenido mayormente sin COVID-19: solamente un residente y tres miembros del personal tuvieron un resultado positivo desde que terminó el confinamiento. Los empleados y los proveedores son evaluados antes de ingresar. Tienen que contestar un cuestionario sobre salud y pasar un control de temperatura. Deben lavarse las manos y usar mascarillas de grado médico y un protector facial suministrado por el centro.
Terminar con las disparidades raciales en los centros de cuidados a largo plazo
Maricruz Rivera-Hernandez, profesora adjunta de servicios, políticas y prácticas de salud en Brown University, y Tetyana Shippee, profesora adjunta de la División de Políticas y Gestión de Salud en la Facultad de Salud Pública de University of Minnesota, comentan sobre los prejuicios que enfrentan las personas de color en los hogares de ancianos y por qué es tan importante diversificar el personal.
¿Cuál es el alcance del problema?
Maricruz Rivera-Hernandez (MRH): La COVID-19 nos ha demostrado cuán marcadas son las diferencias en la calidad de la atención, con índices mucho más altos de infección y mortalidad en hogares de ancianos con una mayor concentración de residentes afroamericanos. Un ejemplo es que después de una hospitalización, los residentes de estos hogares de ancianos tienden a regresar al hospital más a menudo.
Tetyana Shippee (TS): Los residentes negros de hogares de ancianos también tienen más probabilidades de ser inmovilizados que los residentes blancos. También se ha observado un uso inapropiado de sondas de alimentación, considerablemente más alto que en los residentes blancos, y es menos probable que sean vacunados contra enfermedades prevenibles, como la fiebre y la neumonía. Existen disparidades similares en el trato de los residentes latinos e indígenas. Si estás inmovilizado contra tu voluntad y no puedes levantarte y moverte, pierdes movilidad y masa muscular. Eso puede afectar la independencia a largo plazo y empeorar las enfermedades crónicas. Cuando se trata de calidad de vida, si la comida y las actividades no reflejan tu cultura y no te tratan con respeto, la vida diaria no es muy satisfactoria.
¿Existen soluciones inmediatas?
TS: Emplear a más personal "BIPOC" (personas negras, indígenas y de color) en todas las áreas: administradores, directores de enfermería, directores de asistencia social y directores de actividades. He estado en hogares de ancianos donde la mayoría de los residentes son negros o latinos, y los administradores del primer piso son todos blancos y los ayudantes en los pisos superiores son personas de color. Pero también he visitado algunos hogares de ancianos urbanos con presupuestos ajustados donde un director de enfermería negro hace una gran diferencia. Es una manera de eliminar el racismo sistémico.
MRH: Me gustaría ver más administradores de grupos minoritarios —así como más médicos, enfermeros y otros profesionales de la salud— empleados en estos hogares de ancianos. Pero existe una escasez. Es necesario atraer a más estudiantes jóvenes minoritarios al campo del cuidado de la salud y ofrecer becas.
¿Qué te ha sorprendido sobre este problema?
TS: El gran interés de las familias BIPOC en obtener atención médica en el hogar para que sus seres queridos no tengan necesidad de ir a un hogar de ancianos. Si cumples los requisitos, puedes obtener financiación a través de Medicaid, pero hay listas de espera largas y son necesarios muchos pasos. Recientemente, organizamos una reunión comunitaria sobre este tema y anticipábamos la asistencia de 20 personas. Vinieron más de 100.
—Sari Harrar
El personal de Pebblebrook se somete a pruebas frecuentes y todos los residentes se hicieron una prueba después de que el centro entró en la fase 2. Desde entonces, los residentes se someten a la prueba solo cuando hay un caso confirmado entre los miembros del personal. Los residentes que tienen fiebre son aislados, incluso cuando se sabe que la infección no es por el coronavirus. Si existe cualquier duda sobre cuál es la causa y se obtiene un resultado positivo de la prueba rápida o la prueba de laboratorio, el residente en cuestión debe ser trasladado de inmediato a un área aislada, explica Williams.
El personal usa mascarillas durante todo su turno y utiliza equipo de protección personal (PPE) completo —protectores faciales, batas y guantes— siempre que es necesario, como por ejemplo cuando trabajan con residentes de rehabilitación a corto plazo recién admitidos que están esperando recibir los resultados de la prueba de COVID-19. Todos esos pasos cubren las medidas cruciales necesarias para combatir el coronavirus y, en realidad, otros virus futuros.
Las visitas de familiares dentro del edificio continúan prohibidas en la fase 2, por lo que el personal ha instalado una tienda de campaña cuadrada con tres paredes de plástico transparente junto a la entrada del edificio. Los residentes pueden sentarse en sillas cómodas dentro de la tienda al tiempo que sus familiares se reúnen al otro lado de la barrera de plástico. Se han colocado micrófonos y altavoces a ambos lados de la tienda para facilitar las conversaciones para aquellas personas con dificultades auditivas o de voz suave. Los residentes “están encantados”, dice Williams. “Me llena de alegría porque pueden seguir conectándose con sus familias en plena pandemia".
En el interior de Pebblebrook, igual que antes, los residentes están divididos en “unidades familiares” de 18 personas. Estas comunidades más pequeñas y separadas, diseñadas así de manera intencional, refuerzan las relaciones y controlan la propagación de la infección, dice Moore. Aunque no se requiere que los residentes usen mascarilla, se mantiene un distanciamiento social seguro entre ellos sentándolos al menos a 6 pies de distancia durante las actividades grupales, como el taller de arte y manualidades. Y si un residente quiere visitar a un amigo que vive en una unidad familiar distinta, se organizan comidas compartidas donde se sientan en lados opuestos de una larga mesa.
Los lazos creados durante el confinamiento de 75 días continúan fuertes y motivan a todos a cumplir las reglas. “Creamos un vínculo para siempre”, dice Williams. "No puedes hacerle daño a alguien que te importa. No puedes tomar atajos cuando se trata de alguien que te importa. Somos una familia".
Pero Moore sabe que deben permanecer alertas y que su historia podría haber tenido un final distinto. Planificaron bien, pero también es posible que se salvaran en parte por pura suerte. Además, esto no hubiera sido posible de no ser por el amplio espacio disponible y el apoyo que recibieron de los dueños, que alimentaron a todos y pagaron las horas extra y un estipendio adicional a los empleados durante el confinamiento.
Dado que Park Springs es una organización privada, Moore no puede compartir datos financieros, pero nos cuenta: “Puedo decirle que no nos preocupamos por el costo durante el confinamiento”. Cuando se trata de hacer pedidos de suministros o equipo para mantener a todos seguros, “hacemos lo correcto sin importar el costo".
Se entristece cuando piensa en los centros afectados por los brotes de COVID-19. “Ellos también quieren a sus residentes”, dice. “Es como una ola que te derriba en el océano, y no la ves venir".
También te puede interesar
Lo que los nuevos cuidadores familiares realmente necesitan saber
El ejercicio regular, el descanso y la conexión con los demás te ayudarán con esta difícil tarea.