Vida Sana
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| Al principio, no parecía ser algo por lo que preocuparse. Yolanda, de 89 años, la madre de Doris Conly, se sintió un poco mal un viernes cuando se despertó, aunque no le dolía nada. No era para asustarse. Dos días después, ya que no pudo caminar hasta su auto para conducir hasta el consultorio del médico, una ambulancia tuvo que llevarla al hospital. El viernes, solo una semana después de que aparecieran sus síntomas, falleció debido a una septicemia causada por una cistitis o infección de la vejiga. “Sucedió así de rápido”, recuerda Conly. “Mi madre era una señora mayor, pero estaba bien de salud, era muy independiente e iba al médico para someterse a chequeos con regularidad. Esto nos causó una gran conmoción”.
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La septicemia es una complicación que aparece cuando el cuerpo intenta combatir una infección, como por ejemplo una neumonía, una infección de las vías urinarias o una infección gastrointestinal. Para combatir esa infección, el sistema inmunitario comienza a funcionar a toda marcha y libera sustancias químicas en el torrente sanguíneo. Esto activa una reacción en cadena que causa una inflamación peligrosa en todo el cuerpo. “Las cosas se desequilibran y terminas padeciendo algo más grave que la infección misma”, dice el Dr. Anthony Fiore, jefe de investigaciones e innovaciones de epidemiología en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Tener septicemia sin recibir tratamiento puede llevar a un choque séptico, en el que una reducción grave de la presión arterial puede causar una insuficiencia cardíaca o respiratoria, una embolia o una insuficiencia de los órganos.
La septicemia es engañosa al igual que mortífera. Las cifras son reveladoras. Según los CDC, en Estados Unidos casi 1.7 millones de personas al año padecen sepsis y 270,000 personas fallecen a causa de esta enfermedad; esto representa una persona cada dos minutos. Un tercio de quienes fallecen en un hospital tienen septicemia. Es más, según Chirag Choudhary, médico de atención intensiva en Cleveland Clinic y copresidente del comité directivo de proyectos sobre la septicemia de este centro médico: “Muchos de quienes sobreviven a una hospitalización por septicemia terminan teniendo una calidad de vida peor y padeciendo efectos que cambian la vida, como trastorno por estrés postraumático, dolor crónico y fatiga, disfunción de los órganos, amputaciones, y deterioro funcional y cognitivo”. También es más probable que vuelvan a ser hospitalizados y tengan que depender de alguien que los cuide.
Aunque la situación es seria, hay muy poca concientización entre el público sobre la septicemia. En una encuesta sobre concientización realizada por Sepsis Alliance en el 2018, se descubrió que el 35% de los encuestados no habían oído hablar de la septicemia, y que las señales y los síntomas de este trastorno no se conocen fuera del ámbito médico. Considera la siguiente información como tu guía sobre una enfermedad potencialmente mortal.
Tiene que ver con la edad
Cualquier persona puede tener septicemia sin importar su edad, pero quienes corren mayor riesgo son los adultos mayores. Casi el 60% de los pacientes con septicemia son mayores de 65 años. Es más, la septicemia es la razón más común por la que los adultos mayores son ingresados a una unidad de cuidados intensivos. “A medida que envejecemos, el sistema inmunitario empieza a perder su eficacia para combatir las infecciones”, dice Choudhary. “Y con cada infección, corremos el riesgo de padecer septicemia”. Además, los mayores de 65 años están más predispuestos a padecer enfermedades crónicas, lo cual aumenta las probabilidades de infecciones que causan septicemia; la más común es la neumonía, seguida por las infecciones de las vías urinarias. “Cuando la gente comienza a envejecer, puede padecer cáncer, diabetes, enfermedad del riñón, insuficiencia cardíaca o enfermedad pulmonar obstructiva crónica”, afirma Choudhary. “No es raro que un adulto mayor tenga dos o más enfermedades crónicas y tome medicamentos para tratarlas que inhiben todavía más el sistema inmunitario”.
Es más, puede ser difícil darse cuenta de que un adulto mayor tiene una infección; por eso, cuesta trabajo que se le diagnostique sin demora y reciba el tratamiento adecuado. Por ejemplo, a entre el 30 y el 50% de los adultos mayores que tienen infecciones no les da fiebre, el síntoma más común de la septicemia. Otro síntoma de septicemia, el estado mental, podría no notarse si el equipo médico o quienes prestan cuidado no saben cómo era el estado mental de un paciente antes de que lo hospitalizaran. “Si un paciente demuestra confusión mental y tiene un poco de fiebre, es importante saber si estaba jugando bridge el día anterior o si ya había presentado síntomas de demencia”, señala Fiore. “Eso puede ser difícil de establecer, en particular si alguien llega en una ambulancia, sin que sus familiares lo acompañen”. También puede ser difícil diagnosticar las infecciones urinarias. Los síntomas comunes de una infección urinaria son ardor, frecuencia urinaria, necesidad urgente de orinar o dolor. Pero según Choudhary, entre los adultos mayores, el primer síntoma de una infección de las vías urinarias podría ser un cambio en el estado mental. Podrían confundirse o desorientarse, y tener una infección (sin tratamiento) por mucho tiempo antes de que se descubra.
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