Vida Sana
| El sonido de un martillo neumático que taladra una acera cercana o el ruido del soplador de hojas del vecino pueden no ser del agrado de nadie. Pero para quienes padecen hiperacusia, un trastorno auditivo caracterizado por una sensibilidad poco común a ciertos sonidos, hasta los ruidos que para la mayoría de nosotros no son estridentes pueden ser difíciles de soportar. De hecho, algunas de las personas afectadas por este trastorno son incapaces de tolerar sonidos comunes de la vida cotidiana que el resto ni siquiera percibimos.
Es normal que los sonidos se vuelvan más molestos con la edad. La corteza auditiva, que procesa los sonidos en el cerebro, se abruma más fácilmente cuando hay un exceso de sonido. Esto puede causar lo que se llama "fatiga auditiva" y problemas de audición.
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La hiperacusia es más intensa. Se piensa que afecta a uno de cada 50,000 adultos (aunque muchos expertos sospechan que la cifra real puede ser mucho mayor porque algunos quizás no busquen tratamiento), y cada persona la experimenta en forma diferente. Algunas dicen que los sonidos de intensidad moderada o leve les resultan incómodamente ruidosos. Otras encuentran irritantes ciertos tipos de ruidos, como el llanto de un bebé en un restaurante o escuchar masticar a su compañero de mesa, por ejemplo. El problema se complica porque a menudo viene acompañado de tinnitus, una afección común en la que las personas escuchan pitidos o zumbidos en los oídos.
"Para algunas personas no es un problema grave, solo encuentran que ciertos sonidos son demasiado fuertes o molestos”, explica Richard Tyler, audiólogo especializado en psicoacústica y profesor de Otorrinolaringología y Ciencias y Trastornos de la Comunicación en Carver College of Medicine de University of Iowa. "En cambio, para otras es difícil vivir con el trastorno. Afecta su vida diaria hasta el punto en que se convierte en un problema sumamente debilitante. Se cubren los oídos y usan tapones todo el tiempo".
Los sonidos desencadenantes pueden variar, pero entre los irritantes más comunes se encuentran el roce de los platos en la cocina o el sonido metálico de un cuchillo o un tenedor sobre el plato. Tyler cuenta que un paciente le dijo que “poner una taza de café sobre una mesa de madera es como si alguien presionara su pulgar con fuerza sobre un hueso roto en la profundidad de mi oído".
"Los supermercados, con el bip de las cajas registradoras y el ruido adicional de los carritos de compra, son lugares que muchas personas sensibles a los sonidos evitan por completo”, indica Kaela Fasman, una audióloga de Sound Relief Hearing Center en Golden, Colorado. Pero el problema también puede incluir sonidos que “aumentan con rapidez”, como por ejemplo el sonido estridente de la sirena de un camión de bomberos que pasa a toda velocidad, explica Tyler.
El trastorno puede causar un serio desgaste emocional y psicológico con episodios de depresión, ansiedad, estrés o ataques de pánico.
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