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10 datos sorprendentes que aprendimos sobre el coronavirus

Tras un año de pandemia, ahora sabemos mucho más sobre el virus que causa la COVID-19.


spinner image Ilustración de unos científicos investigando sobre el coronavirus
GETTY IMAGES

¿Recuerdas que usabas guantes y limpiabas la comida para protegerte contra el coronavirus? ¿Pensabas que la COVID-19 no sería peor que un caso de gripe? ¿O creías que la pandemia desaparecería antes del verano?

Un año después de que Estados Unidos declarara una emergencia nacional el 13 de marzo del 2020, ahora sabemos que muchas de nuestras suposiciones iniciales sobre el nuevo coronavirus que se propagó velozmente por el mundo eran incorrectas.

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Durante los largos meses de la pandemia, el virus nunca dejó de encontrar nuevas formas de sorprendernos. “No ha pasado un día [durante la pandemia] en el que no haya tenido un momento de profunda sorpresa”, dice el Dr. David Aronoff, director de la División de Enfermedades Infecciosas de Vanderbilt University Medical Center.

Para Aronoff, quizás la mayor sorpresa ha sido la enorme magnitud y dimensión de la devastación. En un año, el coronavirus infectó a 117 millones de personas en todo el mundo y cobró la vida de casi 2.6 millones, más de 525,000 de ellas en Estados Unidos.

“Nos advirtieron que podría suceder algo así”, dice Aronoff, “pero es diferente ver que suceda y ver el poder que tiene una criatura microscópica para producir tanto pánico, miedo, ansiedad y sufrimiento humano en todo el mundo”.

Aquí compartimos los diez datos más sorprendentes sobre el coronavirus que hemos aprendido desde el inicio de la pandemia.

1. Está en el aire

Cuando comenzó la pandemia, casi todos los expertos médicos pensaban que el coronavirus se transmitía por medio de grandes gotas respiratorias que recorrían solo una corta distancia por el aire o por medio de objetos que había tocado una persona infectada. Nos dijeron que nos laváramos las manos con frecuencia y que desinfectáramos las superficies.

Sin embargo, con el avance de la pandemia “aprendimos mucho sobre la importancia del aire en la transmisión de esta enfermedad”, advierte Aronoff.

Surgieron estudios que demostraron que el virus se encontraba en las pequeñas partículas suspendidas en el aire y que las personas se infectaban después de estar en una misma habitación con otra persona. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. ahora sostienen que las gotas y las partículas virales más pequeñas “pueden permanecer suspendidas durante muchos minutos u horas y desplazarse lejos de la fuente en las corrientes de aire”. La transmisión aérea es especialmente probable en espacios cerrados con poca ventilación y cuando las personas infectadas gritan, cantan o hacen ejercicio, según los CDC. Esa conclusión facilitó el cambio de las pautas de salud pública hacia el uso de mascarillas y el distanciamiento social.

2. Es peor que la gripe, mucho peor

Dado que el coronavirus y la gripe estacional son virus respiratorios que tienen síntomas similares, al comienzo de la pandemia muchos expertos los compararon. Sin embargo, ahora sabemos que el coronavirus es muchísimo más infeccioso que la gripe, advierte el Dr. Sten Vermund, epidemiólogo de Enfermedades Infecciosas y decano de la Facultad de Salud Pública de Yale.

Los estudios demuestran que una persona que tiene gripe estacional infecta a un promedio de 1.28 personas, mientras que una persona que tiene COVID-19 infecta a dos o tres. Puede no parecer una gran diferencia, pero es el motivo por el que casi no hubo gripe este invierno, ya que las personas usaron mascarillas y mantuvieron el distanciamiento social ante la continua propagación del coronavirus. También es por eso que una persona enferma puede infectar a tantas otras durante un ensayo de coro o en un partido de hockey en un lugar cerrado.

Además de ser más contagioso, el coronavirus también es más mortal que la gripe. Un estudio que se publicó el 10 de febrero del 2021 en la revista científica Canadian Medical Association Journal (en inglés) reveló que el riesgo de muerte por COVID-19 es más del triple que el de la gripe estacional.

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3. Las personas asintomáticas pueden transmitirlo

Por lo general, podemos frenar la propagación de un virus si aislamos a la persona tan pronto como presenta síntomas. Sin embargo, con el coronavirus eso no es eficaz porque las personas infectadas pueden transmitirlo incluso cuando no tienen síntomas. Los investigadores advierten que esta fue una de las cosas más inesperadas y alarmantes que descubrieron sobre el coronavirus.

“Realmente perdimos una oportunidad en ese aspecto”, señala Cameron Wolfe, especialista en Enfermedades Infecciosas y copresidente del equipo de trabajo clínico sobre la COVID-19 en la Facultad de Medicina de Duke University. “Los jóvenes pueden contraer COVID-19 y transmitir el virus ampliamente sin darse cuenta. Sin embargo, pueden pasar al lado de una persona de 75 años que se infectará y enfermará de gravedad”.

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Un estudio que se publicó el 7 de enero del 2021 en la revista científica JAMA Network Open (en inglés) calculó que cerca del 59% de toda la transmisión proviene de personas que aún no han tenido síntomas o personas asintomáticas que nunca llegan a tener síntomas. Es por eso que ciertas precauciones, como los cuestionarios de detección y los controles de temperatura, no son suficientes para prevenir su propagación.

4. La COVID-19 es más que una enfermedad respiratoria

En un principio, los médicos pensaban que la COVID-19 era una enfermedad que causaba una infección de las vías respiratorias, quizás con complicaciones.

Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que el virus también producía daños en los riñones, el hígado, el sistema cardiovascular e incluso el cerebro. Además, tenía un síntoma muy característico: la pérdida del sentido del gusto y del olfato. “El repertorio clínico [de síntomas] continúa sorprendiéndonos”, observa Wolfe.

Muchos expertos ahora consideran que es probable que el virus sea una enfermedad vascular, y no respiratoria. Si el virus infecta los vasos sanguíneos y circula por el organismo, eso puede explicar su capacidad para producir una gran variedad de síntomas. También podría explicar por qué la alta presión arterial por sí sola represente un riesgo considerablemente mayor, otra característica poco común de la COVID-19.

5. Puede provocar que el cuerpo se ataque a sí mismo

Los médicos afirman que el aspecto más desconcertante de la enfermedad es el modo en que produce una respuesta inflamatoria excesiva y peligrosa en algunas personas. Esa respuesta, causada por el propio sistema inmunitario del paciente, puede producir complicaciones graves, como insuficiencia multiorgánica o choque septicémico. “Realmente no hay ningún otro virus que produzca lo mismo en la misma medida”, advierte Wolfe.

El aspecto inflamatorio de la enfermedad llevó a los médicos a modificar el tratamiento de los pacientes de COVID-19, explica Wolfe. En vez de usar medicamentos que atacan el virus, descubrieron que los medicamentos inmunosupresores que se usan habitualmente para tratar enfermedades inflamatorias (como la artritis reumatoide) pueden ayudar a los pacientes con COVID-19 durante las etapas avanzadas de la enfermedad.

6. Está mutando

Si bien es posible que muchos se hayan sorprendido al saber que el coronavirus está mutando, los científicos sostienen que eso es previsible en el caso de los virus. Lo más interesante para ellos fue la velocidad con la que surgieron nuevas variantes, aunque afortunadamente no ha sido tan grave como podría haber sido, según Vermund. Señala que tanto el VIH como la influenza estacional mutan con más frecuencia.

A principios de marzo, los CDC estaban rastreando al menos cinco variantes de coronavirus que se consideraban más contagiosas que la cepa original.

“Tal vez sea una buena noticia que no sean cincuenta”, dice Vermund. Al ritmo que vamos, los fabricantes de vacunas deberían poder mantenerse al día y elaborar vacunas que protejan contra más de una cepa, advierte.

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7. El peligro aumenta con la edad

Según los CDC, no hay duda de que la edad es el principal factor de riesgo frente a la COVID-19, y ese riesgo “aumenta a un ritmo constante con la edad”. Aproximadamente el 95% de las muertes por COVID-19 del país se han producido entre personas de 50 años o más, y ocho de cada diez han sido de personas de 65 años o más, según los CDC.

“Fue sorprendente que la edad fuera un factor tan importante”, dice Vermund, y señala que no hay muchas otras enfermedades en las que la edad por sí sola tenga una importancia tan decisiva.

Afortunadamente, los estudios demuestran que evitar problemas crónicos como obesidad, alta presión arterial y diabetes puede mejorar significativamente tus probabilidades en esta batalla, sin importar la edad.

8. Las personas de color corren un mayor riesgo

En Estados Unidos, los índices más altos de mortalidad por COVID-19 se han producido entre afroamericanos, latinos y pueblos indígenas, y en los tres grupos ese índice de mortalidad por el virus fue de casi el doble que el de los blancos, según los CDC.

Los expertos consideran que esta disparidad se debe a diversos factores que incluyen la desigualdad en el acceso a la atención médica y el seguro de salud, aspectos económicos y culturales y el grado de exposición al virus que puede tener una persona en el trabajo.

9. Las vacunas surten efecto

Vermund considera que las vacunas contra la COVID-19 que se distribuyen ahora son “algunas de las mejores vacunas jamás elaboradas a lo largo de la historia”. Las tres vacunas, de —Moderna, Pfizer-BioNTech y Johnson & Johnson— tienen al menos un 86% de eficacia contra enfermedades graves, y en sus estudios clínicos no se produjo ninguna muerte por COVID-19 entre los participantes vacunados. “No es posible superar una protección del 100% contra la muerte”, dice Vermund.

La rápida elaboración de las vacunas contra la COVID-19 fue el resultado de la ardua labor y la colaboración de científicos de todo el mundo, pero también intervino un poco de suerte, señala Vermund.

“El virus nos facilitó la labor al presentarnos una proteína espiga que fue fácil de replicar por medios biotecnológicos y [que] estimula una respuesta inmunitaria protectora”, explica, y señala que otros virus no siempre presentaron un recurso tan favorable para la elaboración de vacunas.

10. No va a desaparecer

La mayoría de los expertos ahora consideran que el coronavirus nunca se erradicará por completo. Incluso si se vacuna el 70 al 85% necesario de la población del país para lograr la inmunidad colectiva, el virus ya se ha propagado demasiado y está mutando con mucha rapidez.

En cambio, el objetivo es vacunar a suficientes personas en todo el mundo para que la COVID-19 se convierta en una enfermedad relativamente leve para casi todos, como la gripe estacional, explica Wolfe.

En ocasiones, podrá haber un caso grave de alguien que no se vacunó o que no tuvo una buena respuesta inmunitaria a la vacuna. Sin embargo, según Wolfe, se espera que en dos o tres años “la mayor parte de la población esté protegida y viva con normalidad”.

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