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Las unidades móviles para derrame cerebral pueden acelerar el tratamiento para salvar el cerebro

Cada minuto cuenta después de un derrame cerebral. Los escáneres móviles pueden ser el gran avance que necesitan los médicos.


spinner image La unidad móvil para derrames cerebrales es una ambulancia especializada equipada con un tomógrafo portátil.
La unidad móvil para derrames cerebrales es una ambulancia especializada equipada con un tomógrafo portátil.
DAN WINTERS

Sucede más o menos así: estás conversando con amigos durante la cena y tu cónyuge te pregunta por qué no articulas bien las palabras. O tal vez sales a dar tu caminata matinal y de pronto tus movimientos se tornan bruscos, como si la mitad de los hilos invisibles que guían tus extremidades se hubieran cortado de repente.

Tal vez el dolor sea el precursor, una migraña fulminante o un estallido en la parte posterior de la cabeza. Tal vez estés solo. O, peor aún, estés conduciendo en la carretera.

Así le sucedió a Buddy Bailey, quien en ese momento tenía 70 años, era asesor de inversiones, buscador de pelotas de golf y esposo incondicional en un matrimonio de 51 años. Era un día soleado en Houston. Bailey se dirigía al sur, hacia Galveston, para hacer una visita de cortesía a un estimado cliente. La carretera Gulf estaba llegando al cruce con El Dorado Boulevard, y por un instante fugaz la vista a través del parabrisas se redujo a la trama gris del pavimento y al cielo despejado.

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Lo que sucedió después no se puede explicar con precisión. Oscuridad, mareo, sin percepción ni conexión con el mundo. Una trayectoria silenciosa, sin sentido ni tiempo, a través de cuatro carriles de tráfico hasta despertar de una sacudida por el choque del Mercedes-Benz contra la valla de la autopista, para luego volver a desviarse hacia el caos y la luz. Cuando el auto finalmente se detuvo, Bailey supo que el peligro aún no había terminado. Pero no había nada que pudiera hacer. Porque en su mente todavía reinaba el caos.

Es una de las emergencias médicas más temidas. ¿Qué otra situación salvo un derrame cerebral podría hacerte pensar que prefieres tener un ataque al corazón? Es cierto que los ataques cardíacos son más fatales, pero al menos si sobrevives puedes continuar tu vida más o menos como antes, sin que la mente se oscurezca ni se pierdan ciertas funciones corporales básicas.

Con el derrame cerebral no existe tal garantía. El 40% de los sobrevivientes de esta patología necesitan algún tipo de atención especial, el 25% sufren un grave deterioro cognitivo, y un promedio del 17% serán dados de alta con la necesidad de recibir atención a largo plazo. Esta no es la situación ideal para reflexionar sobre lo que has logrado en tu vida.

La comparación con los ataques cardíacos no es casual. La gran mayoría de derrames cerebrales —o “accidentes cerebrovasculares”, el término empleado en los libros de texto— se producen porque hay una obstrucción en la circulación de la sangre. Sin embargo, a diferencia de un ataque cardíaco —para lo cual existen docenas de intervenciones inmediatas—, el derrame cerebral ha resultado sumamente difícil de tratar. Se han probado más de mil fármacos, en su mayoría sin éxito. La falta de progreso ha llevado a los investigadores a explorar soluciones poco convencionales, como el enfriamiento cerebral, la estimulación magnética transcraneal y los rayos láser a través de las fosas nasales. También fármacos derivados de carozos de durazno y el veneno del crótalo malayo. A principios de la década del 90, los médicos no estaban más cerca de encontrar un tratamiento para el derrame cerebral que cincuenta años antes. El diagnóstico era como una sentencia. No había nada que hacer.

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El UTHealth Mobile Stroke Unit Consortium, dirigido por el Dr. Jim Grotta
DAN WINTERS

El derrame cerebral es una cuestión de angustia y frustración. Si bien la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) aprobó dos tratamientos, las personas siguen muriendo de a miles: 150,005 en el 2019. Estos dos tratamientos son el medicamento tPA, que puede disolver un coágulo en una pequeña fracción de derrames, y un procedimiento quirúrgico para extraer coágulos de un vaso sanguíneo suficientemente grande, que se aprobó en el 2016. Esto ha llevado a algunos a buscar otras soluciones. Y en los últimos años, un nuevo criterio respecto a los derrames cerebrales ha ido sumando adeptos en todo el país. Algún día podría salvarte la vida.

En la precaria sede del Mobile Stroke Unit Consortium de UTHealth, situada en el 14.° piso de un edificio de oficinas en el centro de Houston, una voz femenina robótica anuncia la última tragedia: el accidente de automóvil de Buddy Bailey. "Accidente cerebrovascular Cat. 1. Autopista Gulf cerca de la salida 26. Ubicación en el mapa; 617. Alfa Bravo 10”.

Como en un cuartel de bomberos, el equipo de atención de derrames cerebrales pasa gran parte de su tiempo esperando precisamente este tipo de llamada. El Dr. Jim Grotta lidera el grupo, y junto con un paramédico, un enfermero y un técnico en tomografía computarizada recogen su equipo y se dirigen a la puerta.

El viaje en ascensor es una calamidad. El trayecto desde el piso 14 demora 30 segundos, o cerca de un millón de neuronas al ritmo que mueren las células cerebrales que no reciben oxígeno. Finalmente, las puertas del ascensor se abren lentamente hacia un oscuro pasillo que los lleva al callejón donde se ha estado cargando la unidad portátil para derrames cerebrales. Rudy Perez, el paramédico, se instala al volante de la camioneta. Grotta viaja a su lado. El técnico en tomografía computarizada desenchufa los cables de carga y sube atrás con el enfermero y el tomógrafo computarizado, que pesa media tonelada.

La unidad móvil para derrames cerebrales es una ambulancia especializada equipada con un tomógrafo portátil. En vez de llevar a los pacientes de derrame cerebral al hospital, la idea es llevar el hospital a los pacientes. El tomógrafo que llevan en la unidad permite que el médico haga el diagnóstico durante el viaje al hospital y de esa manera se elimina el tiempo de transporte, que podría ser de hasta 40 minutos.

En el caso de un derrame cerebral, esos minutos son valiosos. En este momento, solo el 1.3% de los pacientes que cumplen con el criterio reciben tratamiento durante la primera hora después de sufrir un derrame, y cerca del 20% reciben tratamiento entre tres y cuatro horas y media después.

El tejido cerebral muere rápidamente. Por cada demora de 30 minutos, la posibilidad relativa de sobrevivir un derrame sin déficits disminuye en un 15%. Al eliminar algunos de esos minutos, la unidad móvil podría salvar millones de células cerebrales y tal vez miles de vidas, al menos en teoría.

spinner image Una ilustración que representa los dos tipos de accidente cerebrovascular.
CHAD HAGEN

La clave es el tomógrafo computarizado portátil: un equipo radiográfico en forma de dona que puede producir imágenes tridimensionales del cerebro. El tomógrafo determina el tipo de derrame cerebral que tiene el paciente: hemorrágico o isquémico. Un derrame isquémico se produce por un coágulo sanguíneo que interrumpe la circulación de sangre al cerebro. Un derrame hemorrágico, que es siete veces menos común pero cuatro veces más mortal, se produce por un aneurisma o la ruptura de un vaso sanguíneo. La diferencia es importante, ya que el tPA, el único medicamento disponible para tratar derrames cerebrales, solo tiene efecto en los derrames isquémicos. Cuando se administra ante un derrame hemorrágico, puede ser fatal.

Tradicionalmente, las tomografías computarizadas solo se podían hacer en los hospitales. Sin embargo, ahora las unidades móviles permiten que las tomografías se hagan prácticamente en cualquier lugar.

La primera unidad móvil de Estados Unidos debutó en el 2014 aquí en Houston, bajo la dirección de Grotta. Ahora existen unidades móviles en otras 19 ciudades del país, aunque la investigación sobre sus beneficios clínicos recién se está haciendo pública, y nada ha sido concluyente. Esto es un indicio de lo frustrantes que pueden ser los derrames y de la impaciencia de los médicos para encontrar soluciones.

Pocas personas conocen mejor esa frustración que Grotta, y menos aún merecen más crédito por el progreso que se ha logrado. Porque Grotta estuvo allí desde el primer momento.

Para él, la historia comenzó con un comentario casual frente a una mesa de operaciones al norte de Israel en 1971. Jim Grotta estaba en una rotación de cirugía opcional en Safed, justo al este de Golan Heights. En ese momento, aún estaba decidiendo qué clase de médico quería ser: psiquiatra, neurocirujano, tal vez neurólogo. 

“¿Por qué neurología?” preguntó Daniel Rice, quien en ese momento era su mentor. “Las enfermedades neurológicas no se pueden tratar”.

Rice era cirujano en el ejército y había tratado prácticamente todo tipo de enfermedad. En un momento en que Golan Heights seguía estando muy minada y era bombardeada frecuentemente por morteros sirios, Rice se amarraba un arma a la cadera, subía a su pequeño automóvil y conducía a todas las clínicas de la colina.

Rice era una persona dinámica. A Grotta le agradaba ese aspecto de él. Más aún, lo que Rice había dicho sobre la neurología era difícil de negar. En general, el cerebro se consideraba un órgano de gran complejidad, casi místico, que se resiste a un tratamiento real. Sin embargo, Grotta tomó las palabras de Rice como un desafío: al fin y al cabo, solo se trataba de anatomía y un derrame cerebral era simplemente un problema de plomería, ¿cierto? Un problema para el cual tal vez algún día el estudiante de cuarto año de medicina Jim Grotta ayudaría a encontrar una solución… cuando se convirtiera en neurólogo vascular.

Durante los cinco años siguientes, la aparición de la tomografía computarizada comenzó a sugerir que Grotta podría estar en lo cierto. Con un escáner se podía penetrar el cerebro abovedado e identificar claramente el infarto: el tejido muerto a raíz de la falta de circulación de sangre. Para fines de la década del 70, los avances en la tecnología de diagnóstico por imágenes habían revelado que no todo el tejido cerebral afectado por un derrame moría de inmediato. La zona que rodea el infarto, llamada penumbra, podía sobrevivir durante varias horas.

Las repercusiones eran enormes. Por primera vez resultaba claro que había un margen de tiempo durante el cual quizás se podían evitar los efectos devastadores del derrame cerebral. El próximo paso era averiguar exactamente cuál podría ser esa intervención eficaz.

Tomó dos décadas, pero Grotta ayudó a que finalmente se diera una respuesta factible a los derrames cerebrales. Él fue uno de los investigadores principales del histórico estudio de fármacos que dio lugar a que la FDA aprobara el tPA en 1996 para disolver coágulos en casos de derrames isquémicos. Hasta hoy, es el punto culminante de su carrera.

Sin embargo, Grotta está muy lejos de concluir su labor. A los 76 años, proyecta una energía de coronel de ejército, con ojos azules cristalinos y una forma de hablar sosegada, casi susurrada. En la unidad móvil, Grotta opera la computadora portátil montada en el tablero mientras Rudy hace un giro brusco a la derecha, circulando a toda prisa. Un martes a las 10:15 a.m. no es un mal momento para tener un derrame, ya que el tráfico es moderado. Los lunes por la mañana pueden ser tan difíciles como los viernes por la tarde, y que el cielo te ayude si hay obras en la carretera.

Al igual que un embotellamiento de tráfico, los coágulos también se forman con mayor facilidad en algunos lugares que en otros: en el corazón, donde el bombeo insuficiente (con frecuencia debido a un ritmo cardíaco errático) puede provocar el estancamiento de la sangre y hacerla propensa a la formación de coágulos. Del mismo modo, ocurre en las arterias angostadas por arterioesclerosis y cerca de las “zonas de construcción” donde una operación puede haber dejado alguna irregularidad en una pared arterial.

En algún momento, el coágulo se desprenderá y será llevado por la corriente. El lugar en el que acabe es en gran medida una cuestión de azar, un juego de pachinko que se desarrolla en medio de torrentes sanguíneos ramificados. El tamaño del coágulo también determina su impacto. Un coágulo de mayor tamaño quedará atascado más rápidamente, y de ese modo bloqueará la circulación de sangre a una zona más amplia y causará un daño mayor. Pero un coágulo pequeño también puede tener un efecto devastador, ya que puede causar ceguera si se aloja en los pequeños vasos sanguíneos que se encuentran detrás de uno de los ojos, por ejemplo.

Mientras espera que llegue ayuda, Bailey no está preocupado. Si hay algo que se aprende con la edad es a no derrochar energía preocupándose por las cosas que no se pueden controlar. Está tranquilo mientras lo suben a la unidad móvil y se preparan para encender el tomógrafo computarizado.

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spinner image Buddy y Cindy Bailey.
Buddy y Cindy Bailey.
CORTESÍA DE BUDDY BAILEY

Buddy Bailey es un hombre que siempre ha gozado de cierta confianza y soltura. Tal vez esto se deba al modo en que ha vivido su vida, que ha sido limitada desde cierto punto de vista pero, por eso mismo, doblemente intensa. Siempre ha vivido en Houston, y desde los 14 años sigue a los equipos de la NFL de la ciudad: primero los Oilers y luego los Texans. Tiene los mismos amigos íntimos desde 1975 y solo ha tenido tres trabajos.

“Siempre supe adónde iría el lunes”, dice.

Por ello resulta tan valioso para sus clientes: cuando se invierte en calidad, no hay razón para no conservarla para siempre. Esto nos lleva a Cindy Bailey, la esposa de Buddy y el preciado tesoro de su vida. La vio por primera vez en 1966. Él recién llegaba a la Universidad de Houston y no conocía a nadie. Recuerda que en ese momento, en medio de una multitud de desconocidos en la asociación de estudiantes, estaba ella, tan luminosa como guapa.

Para lucirse ante la muchacha, la llevó a casa en su nuevo Mustang con palanca de tres cambios en el piso. Buddy tenía 19 años y salía de la adolescencia. El momento no podría haber sido más propicio.

Eso fue hace más de medio siglo.

Ahora el tomógrafo comienza a funcionar y la cabeza de Bailey se introduce en el círculo.

En un principio se pensaba que no se podían fabricar tomógrafos lo suficientemente pequeños como para llevar en una ambulancia, y en ese momento tampoco había planes de lograrlo. Del mismo modo, nadie planeaba crear camillas autopropulsadas, quirófanos con iluminación ambiental ni uniformes médicos de alta confección. La idea era absurda, algo que solo se podría imaginar con un poco de locura.

Pues resulta que en Alemania a la gente le gusta tomar cerveza.

Un avance médico

Como otros neurólogos, el Dr. Klaus Fassbender se había sentido frustrado por la cantidad de tiempo que demoraba tratar a los pacientes de derrame cerebral. Para cuando llegaban a su clínica en Mannheim, por lo general ya era demasiado tarde para ayudarlos.

Luego, un día en 1999, asistió a una conferencia sobre derrames cerebrales que ofrecía un neurólogo invitado. La sesión fue provocadora, y al finalizar Fassbender y diez de sus colegas se retiraron a una cervecería para conversar. Varias horas más tarde y después de beber lo suficiente como para dar rienda suelta a su imaginación, Fassbender concibió la idea del tomógrafo portátil que hoy pudo salvar la vida de Bailey.

Cuando Grotta se enteró del proyecto de Fassbender, de inmediato reconoció que se trataba de algo prometedor. Pensó en su antiguo mentor, que viajaba en su pequeño automóvil a brindar atención a quien la necesitara. Pero en vez de llevar un arma, llevaría un tomógrafo compacto.

Ahora Grotta se encuentra en la unidad móvil en un estacionamiento afuera de una tienda de mejoras para el hogar, estudiando las imágenes del cerebro de Bailey en su computadora portátil. Dado que hay servicios de emergencia apostados en todo Houston, es más probable que lleguen primero al lugar del incidente, por lo que con frecuencia se dispone un encuentro para trasladar al paciente de la camioneta del servicio médico de urgencia a la unidad móvil en algún punto conveniente del camino, como una gasolinera, una estación de bomberos o un estacionamiento como este.

Técnicamente, Grotta no necesita estar allí, ya que las imágenes se podrían enviar fácilmente al teléfono de algún neurólogo en una playa en Tahití. Pero le gusta ser parte de la acción.

Grotta no tiene idea de quién es Buddy Bailey, qué cosas ama o por lo que vive, pero sabe que hay un coágulo alojado en la arteria cerebral media de Bailey. Esto lo convierte en un derrame isquémico, por lo que Grotta puede proceder a administrar el tPA de inmediato.

De pronto suena el teléfono de Bailey, y responde el paramédico. Es una amiga de la esposa de Bailey que necesita el nombre de su mecánico. El paramédico le cuenta lo que está sucediendo. Así fue como Cindy Bailey se enteró de la situación.

Siempre es sorprendente la forma en que la amenaza de la muerte llega casualmente a tu vida como si le perteneciera, sin siquiera hacer ruido.

Una llamada telefónica devastadora

Cindy Bailey estaba en una farmacia cuando recibió la llamada. Intercambió unas pocas palabras y luego se tambaleó brevemente mientras se derrumbaba su mundo. Cortó la llamada y llamó al teléfono de su esposo, rezando para que alguien atendiera. Así fue. Pero el paramédico no tenía muchas respuestas.

En defensa del paramédico, en ese momento estaban sucediendo muchas cosas. Aunque tuviera tiempo para explicar, el panorama seguía siendo mucho menos claro de lo que cabría esperar.

Por ejemplo, este medicamento milagroso, el tPA, que en este momento administran a Bailey por vía intravenosa. Cuando se lanzó a la venta se llamaba Brain-o, como el producto de plomería Drano, cuyo efecto es muy similar.

Sin embargo, no todo medicamento es tan milagroso como la penicilina, por ejemplo. Se han llevado a cabo incontables estudios sobre la eficacia del tPA (que significa activador tisular de plasminógeno) y los resultados varían en gran medida según el momento en que se administra. Si bien Bailey recibió el tPA relativamente pronto, seguía habiendo solo una posibilidad entre cinco de que se beneficiara del medicamento.

“Nadie dice que el tPA sea una panacea”, señala Grotta. “Pero es algo, y actúa de forma extraordinaria en algunos pacientes”.

Esa es la perspectiva optimista, el vaso medio lleno. Grotta ya estaba en actividad cuando el vaso estaba absolutamente vacío. Ha luchado mucho para llegar hasta aquí. Y la paciencia, al igual que el optimismo, también aumenta con la edad. La lucha contra la muerte es un largo proceso que no se puede ganar en una sola sesión. Después del tPA, por ejemplo, transcurrieron veinte años hasta que la FDA aprobó otro tratamiento para el derrame cerebral. Se trata de la trombectomía mecánica, una intervención quirúrgica en la que se utiliza un catéter para extraer el coágulo como se extrae un anillo de bodas de una tubería. Como había pensado Grotta casi cincuenta años antes: plomería.

La trombectomía ha dado buenos resultados para disminuir la discapacidad 90 días después del derrame cerebral. Más aún, no es necesario realizar el procedimiento de inmediato: ofrece un margen de tiempo cinco veces mayor que el tPA. Es cierto que la trombectomía solo se puede realizar cuando el vaso sanguíneo es lo suficientemente ancho como para que entre el catéter. Sin embargo, de alguna manera esta nueva opción destaca el modo en que ha cambiado nuestra perspectiva sobre los derrames cerebrales con los años, desde un caso único y masivo a un caso sumamente variable que ofrece diferentes respuestas a diferentes tratamientos. A veces el progreso no ocurre al inventar nuevos tratamientos sino al entender cuáles tienen mejor efecto en cada cuadro clínico.

spinner image El UTHealth Mobile Stroke Unit Consortium en acción.
El UTHealth Mobile Stroke Unit Consortium en acción.
NASH BAKER/UT HEALTH

La unidad móvil cumple una importante función aquí en la clasificación de los pacientes para que se puedan trasladar sin demora a recibir la atención más apropiada. Por ejemplo, el coágulo de Bailey era grande, por lo que era más peligroso. Pero también significaba que era candidato para una trombectomía, que al combinarse con una intervención pronta con tPA le dio una posibilidad mucho mayor de sufrir menos discapacidades y el 11% más de probabilidades de volver a tener el mismo nivel de salud que tenía antes del derrame cerebral.

Afuera de la sala de emergencias en Houston Methodist Hospital, Cindy Bailey espera. La espera es terrible. La única manera de mantener la cordura es escribir en su diario. Las palabras nacen de un profundo lugar de amor y angustia. Las dirige directamente a Dios. “Dame valor para depositar mi confianza en ti en los días y las semanas que se avecinan. Tú eres mi consuelo. Haz que Buddy se acerque a ti. Ayúdalo a no tener miedo. Muéstrame cómo puedo ayudarlo. Dale esperanza”.

La unidad móvil finalmente llegó después de haber ahorrado entre 15 minutos y dos horas de tiempo, dependiendo de si Bailey hubiera ido de otro modo a un hospital comunitario y hubiera sido trasladado, lo que era más probable.

Bailey no lo sabe, pero ahora participa en un gran estudio que Grotta está llevando a cabo para determinar exactamente cuánto tiempo ahorra la unidad móvil, cómo afecta los resultados clínicos y si es eficaz con relación al costo. El resultado no se conocerá hasta que termine el estudio y todos los datos estén disponibles y se publiquen, pero Grotta es optimista. Considera que si el estudio es favorable, con el tiempo cada ciudad del país tendrá una unidad móvil para derrames cerebrales. La misma unidad móvil podría alentar una mayor innovación. ¿Por qué no, por ejemplo, una ambulancia especializada para casos cardíacos? ¿O para traumatismos?

Dada la magnitud de la labor humana dedicada a hacer frente a los derrames cerebrales y la promesa de las unidades móviles, hay buen motivo para ser optimista. Los adelantos de la telemedicina y el análisis de imágenes asistido por inteligencia artificial sugieren un futuro en el que las comunidades rurales puedan tener el mismo acceso a los expertos en derrame cerebral y a los centros de alto nivel para estos casos.

Mientras la camilla pasa por las puertas corredizas, se detienen un momento para hacer una rápida evaluación rumbo al área quirúrgica donde se realizará la trombectomía. Grotta está allí, y también están Cindy Bailey y el Dr. Orlando Diaz, el neurocirujano.

“¿Cuántos dedos puedes ver?” pregunta Diaz.

“Tres”, responde Bailey.

“¿Sabes dónde estás?”

Lo sabe. Está en Methodist. Pero aunque puede imaginar la palabra, se da cuenta de que no la puede pronunciar. Es como si un río hubiera surcado el centro de su mente y eliminado la conexión entre ambos lados.

Diaz mira a Cindy Bailey.

“¿Sabes quién es esta dama?” pregunta.

Bailey mira a su esposa, con quien estuvo casado durante 51 años.

“Sí”, responde, dudoso. Porque su nombre está ahí, estancado del otro lado, el lado al que no tiene acceso. Entonces responde lo más parecido que encuentra.

“Ella es mi pastelito”.

Cuando Bailey recuerda la historia tres años después, su esposa extiende la mano para tocarle el brazo. Una de las consecuencias del derrame cerebral es que Buddy es más vulnerable ante la emoción y más propenso a llorar. Su temperamento también puede estallar, en especial cuando escucha ruidos fuertes. Cindy Bailey dice que el cerebro de su esposo actúa un poco diferente: “Ni mejor ni peor, solo diferente”, señala. Bailey nunca fue de hacer muchas cosas a la vez, por ejemplo, pero ahora es más reflexivo y cauto y prefiere terminar una tarea antes de proceder con la próxima. En todos los otros aspectos, es como era antes. Las palabras, los nombres, todo regresó con el tiempo y se acomodó en su mente como se posan las aves después del vuelo.

El camino hacia la recuperación

En los días posteriores a la trombectomía practicaron juntos recordar su cumpleaños, y durante mucho tiempo él decía 1998 como si hubiera perdido los siguientes 19 años. Como si hubieran retrocedido en el tiempo, pero más sabios, más conscientes del valor que tiene cada día.

Desde el punto de vista físico, el derrame cerebral parece no haber dejado huellas. El día siguiente a la trombectomía, un fisioterapeuta lo hizo caminar por los pasillos del hospital para determinar la rehabilitación que necesitaría. “Después de un rato, el terapeuta dijo: ‘Bueno, te voy a llevar de regreso a tu habitación y voy a buscar a alguien que realmente me necesite’”, recuerda Bailey. Al día siguiente al derrame, Buddy se encontraba tan bien físicamente como el día anterior.

En cuanto a Grotta, hace poco se dirigió a cientos de colegas en la Conferencia Internacional sobre Derrames Cerebrales. El estudio de la unidad móvil ha concluido y ya tiene los datos. Y los datos son favorables.

Por lo general, menos del 3% de los pacientes reciben tPA durante la primera hora después del derrame. Con la unidad móvil, Grotta elevó esa cifra al 33%. En consecuencia, estos pacientes —incluido Bailey— sobrevivieron el derrame cerebral con una discapacidad mínima o nula: eso es un 10% más que el grupo que no contó con una unidad móvil.

“Los resultados son realmente impactantes”, señala la Dra. Amytis Towfighi, jefa de Neurología y directora médica adjunta de servicios de investigación neurológica en LAC+USC Medical Center. “Una diferencia del 10% en los resultados a los tres meses puede no parecer mucho, pero es casi la misma mejoría que produce el propio tPA”.

Mientras tanto, Grotta ya tiene otro proyecto: un estudio para determinar si la unidad móvil puede ayudar en casos de derrames cerebrales hemorrágicos. Se trata de otra patología, pero la lógica es la misma: ¿por qué esperar a que el problema llegue a ti cuando puedes dirigirte al problema con el vehículo adecuado?

Oliver Broudy fue finalista del premio National Magazine Award en el 2009 y es el autor de The Sensitives, un libro sobre los efectos de las sustancias químicas y los alérgenos en el organismo.

Oliver Broudy es finalista del premio National Magazine Award y autor de The Sensitives. The Rise of Environmental Illness and the Search for America’s Last Pure Place.

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