Vida Sana
“Lo recuerdo como si fuera ayer”, dice el Dr. James Gasperino sobre una nefasta noche de marzo del 2020, tan solo unas semanas después de que se identificara el primer caso de COVID-19 en el país.
El Brooklyn Hospital Center, donde trabaja, se colmó de pacientes en estado crítico que llegaban uno tras otro. “Y los niveles extremos de insuficiencia respiratoria eran mucho mayores de lo que había visto jamás”, recuerda Gasperino, presidente del Departamento de Medicina del hospital, jefe médico adjunto y jefe de servicios de cuidados intensivos. “Me decía a mí mismo: ‘Si esto no se estabiliza, nos vamos a desbordar’”.
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La primera ola del brote de coronavirus finalmente se estabilizó en Nueva York y en otros lugares esa primavera, pero solo después de la pérdida de más de 100,000 vidas a causa de la COVID-19. Dos años y varias olas después, se sumaron otras 900,000 muertes a esa cifra hasta llegar al millón, lo que equivale aproximadamente a la población de San José, California, la décima ciudad más grande del país.
Esto representa un millón de “sillas vacías alrededor de la mesa”, señaló el presidente Joe Biden en una declaración en la que reconocía una cifra que antes era impensable. “Cada uno de ellos dejó atrás una familia, una comunidad y una nación que cambiaron para siempre a causa de esta pandemia”.
Por cierto, esta dramática estadística coincide con otra cifra desoladora: nueve millones. Esa es la cantidad de personas en Estados Unidos que han perdido a un abuelo, un padre, un hermano, un cónyuge o un hijo a causa de la COVID-19, según calculan los investigadores (en inglés).
La COVID-19 es más letal para los adultos mayores
Si bien han fallecido personas de todas las edades a causa de la COVID-19, la gran mayoría de las muertes se produjeron entre la población de mayor edad del país. Los adultos de 65 años o más representan cerca del 75% de las muertes por COVID-19. Si se suma la población de 50 a 64 años, el porcentaje se dispara hasta el 92.8%.
Las personas que viven y trabajan en hogares de ancianos y centros de cuidados a largo plazo se vieron especialmente afectadas por esta enfermedad, que sabemos que ataca los pulmones y otros órganos. Los datos federales indican que la COVID-19 ha provocado la muerte de más de 200,000 residentes y miembros del personal de estos centros de cuidados. Esta cifra representa más del 20% de todas las muertes por COVID-19 en el país, aunque en un momento la proporción se acercó a la mitad, según la Kaiser Family Foundation.
Los datos obtenidos durante la pandemia también destacan otros grupos vulnerables. El coronavirus infectó a más hombres que mujeres, y hubo más muertes entre las personas que padecían enfermedades comunes —como la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares— que entre las demás. Por otra parte, la COVID-19 ha causado una mayor cantidad de muertes entre los afroamericanos, los hispanos y los indoamericanos y nativos de Alaska, al igual que en las comunidades que tienen un mayor nivel de pobreza.
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