Vida Sana
Tommy Saul, de 57 años, se toma en serio el cáncer de próstata. Su padre murió después de 12 años de lucha contra la enfermedad, la segunda causa principal de muerte por cáncer en los hombres. Entonces, cuando la prueba anual de Saul de antígenos prostáticos específicos (PSA), una medida de la salud de la próstata, demostró que sus niveles de PSA se habían duplicado y una biopsia en el 2022 confirmó que tenía cáncer de próstata, sus médicos lo instaron a someterse a radiación o a una cirugía inmediata para extirpar la glándula prostática. Aun así, a pesar de su historia familiar, Saul dudó. “No me gustaron los efectos secundarios: incontinencia urinaria y disfunción eréctil”, dice Saul. “Pero quería vivir mucho tiempo, por mi esposa y nuestros tres hijos. Fue entonces que empezamos a hacer mucha investigación”.
Saul y su esposa, Autumn, decidieron que era un buen candidato para TULSA-Pro, un procedimiento ambulatorio aprobado por la FDA en el 2019 que destruye el tejido canceroso del interior de la próstata con calor por ultrasonido. Los médicos usan imágenes de resonancia magnética para guiar el procedimiento robótico, mientras que un catéter de enfriamiento insertado en el recto reduce la exposición al calor del tejido cercano. Por lo general, la recuperación es más rápida que con la cirugía o la radiación. Está dirigido principalmente a hombres con cáncer de próstata de riesgo bajo e intermedio que no se ha propagado.
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“El objetivo es minimizar los efectos secundarios”, dice el Dr. Yair Lotan, jefe de Oncología Urológica en el Centro Médico Southwestern de la Universidad de Texas, en Dallas. “No podemos garantizar que no habrá riesgos. Pero con las imágenes por resonancia magnética para guiar el procedimiento, podemos ser muy precisos”.
En un estudio reciente de 115 hombres de mediana edad y mayores con cáncer de próstata de riesgo bajo o intermedio que recibieron un tratamiento completo de la glándula prostática a través de TULSA-Pro, el 96% de los participantes vieron que sus niveles de PSA disminuyeron un 75% o más en un año, el 25% tuvieron problemas nuevos con la disfunción eréctil, y el 11% reportaron alguna pérdida urinaria o incontinencia.
A los tres años de sus procedimientos, el 13% necesitaban tratamiento adicional para el cáncer de próstata, pero ninguno tenía problemas eréctiles graves, y el 99% no necesitaban almohadillas para controlar la incontinencia.
Por el contrario, según la Fundación de Cáncer de Próstata, entre el 25 y el 33% de los hombres que se someten a una cirugía estándar o a un tratamiento con radiación vuelven a padecer cáncer. Hasta el 23% pueden tener incontinencia persistente después de la cirugía, y hasta el 50% pueden tener disfunción eréctil continua durante un año o más después de la cirugía o la radiación. Estos efectos secundarios pueden afectar drásticamente la calidad de vida de un hombre.
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