Vida Sana
La demencia es una de las enfermedades más temidas en todo el mundo. Para agravar ese temor, tenemos una tasa de éxito francamente lamentable en el tratamiento del deterioro del cerebro. Actualmente no hay cura, y no se han aprobado nuevos medicamentos para tratar los síntomas de la demencia durante 15 años, ya que el 99.6% de los ensayos con medicamentos terminan en fracaso y más de 400 ensayos infructuosos han costado miles de millones de dólares.
Eso es malo, pero no es una causa tan perdida como parece. Los investigadores creen que no solo veremos nuevos tratamientos en el futuro cercano, sino que también los nuevos enfoques de diagnóstico pueden hacer que los dos medicamentos principales que tenemos ahora funcionen mucho mejor.
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Históricamente, los nuevos tratamientos para la demencia han llegado a un ritmo muy lento porque la enfermedad plantea una serie de grandes obstáculos: el proceso de la demencia no se entiende por completo, hay docenas de causas subyacentes, el cerebro está aislado del cuerpo, lo que hace que cruzar la barrera sangre-cerebro con terapias farmacológicas dirigidas sea desafiante, y tal vez lo más importante, durante muchos años los médicos no podían ni siquiera diagnosticar oficialmente a pacientes con Alzheimer sino hasta que fallecieran y se realizara una autopsia.
"No podíamos aprobar tratamientos si ni siquiera sabíamos lo que estábamos tratando y no podíamos medir el progreso", señala Janet Woodcock, M.D., directora del Center for Drug Evaluation and Research (CDER) de la Food and Drug Administration (FDA, Administración de Alimentos y Medicamentos).
Tratamientos para reducir los síntomas
Actualmente existen dos tipos principales de medicamentos aprobados por la FDA para atenuar los síntomas de la enfermedad de Alzheimer; la forma de demencia más tratada por los productos farmacéuticos. Estos dos tipos son inhibidores de la colinesterasa y un antagonista de los receptores NMDA, de acuerdo con Claudia Padilla, M.D., directora médica de investigación en Baylor AT&T Medical Center en Dallas.
Esencialmente, estos dos medicamentos con nombres complejos y que suenan extremadamente científicos tienen un propósito: mantener tus células cerebrales comunicándose entre sí para que tu cerebro pueda funcionar normalmente. Esto es importante porque la enfermedad de Alzheimer provoca la formación de placas entre las células nerviosas, lo que dificulta su comunicación. Estos medicamentos intentan mantener abiertos tantos canales de comunicación como sea posible.
El primer tipo, los inhibidores de la colinesterasa (que podrías conocer por sus nombres de marca más comunes, Aricept, Exelon y Razadyne) están diseñados para mantener niveles saludables de una sustancia química llamada acetilcolina. La acetilcolina es un neurotransmisor que ayuda a enviar mensajes entre las células nerviosas del cerebro y desempeña un papel clave para la memoria. La acetilcolina se descompone de manera natural en el cerebro de todas las personas, pero el proceso es mucho peor en personas con Alzheimer, quienes tienen niveles bajos de acetilcolina en el cerebro", señala Padilla. Y cuando esos niveles caen, se llevan consigo esas células nerviosas y la memoria funcional. Al evitar que la acetilcolina se descomponga, este medicamento permite que las células nerviosas continúen comunicándose, lo que ayuda a estabilizar algunos de los síntomas de la demencia. Los efectos secundarios comunes de los inhibidores de la colinesterasa incluyen pérdida de apetito, náuseas, diarrea, dolor de cabeza y disminución del ritmo cardíaco.
El segundo tipo de tratamiento es un antagonista de los receptores NMDA (del cual posiblemente hayas oído mencionar como memantina o Namenda), el cual también logra mantener abiertas las líneas de comunicación entre las células cerebrales. Solo que esta vez, estos medicamentos apuntan a un neurotransmisor llamado glutamato que ayuda a las neuronas a comunicarse y también tiene una función en el aprendizaje y la memoria. El glutamato es crucial porque, cuando las células cerebrales se ven afectadas por la enfermedad de Alzheimer, bombean demasiado glutamato, lo que daña aún más a estas células. "La memantina bloquea los efectos del exceso de glutamato", señala Padilla. Los efectos secundarios comunes de la memantina son mareos y fatiga, agrega Padilla.
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