Vida Sana
Hace mucho que los monitores de actividad o pulseras de acondicionamiento dejaron de ser solo una moda. En la actualidad, son un negocio mundial. Parte de su atractivo es su aparente sencillez: solo ponte uno como si fuera un reloj, sincronízalo con tu teléfono inteligente y comienza a caminar. El dispositivo electrónico contará tus pasos, calculará las calorías que quemas, llevará un registro de tus hábitos de sueño, y proporcionará un sinfín de datos adicionales sobre tu salud y tu estado físico. Para los adultos mayores en el país, eso puede ser beneficioso: mantener niveles saludables de actividad se vuelve cada vez más importante a medida que envejecemos. Pedimos a 5 personas mayores de 50 años que probaran un monitor de ejercicio durante un mes. A continuación, puedes ver cómo los impactaron los informes, los recordatorios y las alertas de los dispositivos.
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OURA SMART RING
Lo que hace: lo usas en el dedo como un anillo y no necesita reemplazar tu reloj
Costo: $300 o más
“¿Es el momento para estirar un poco las piernas?”
Una cosa es que tu pareja con buenas intenciones te anime suavemente a que levantes tu perezoso trasero del sillón reclinable, te pongas un par de zapatillas deportivas y salgas de la casa para hacer aunque sea un poco de ejercicio. Y otra cosa es que un objeto inanimado te fastidie sobre tu manera de ser sedentario por naturaleza.
Pero después de un mes de usar un anillo Oura Fitness para que me monitoreara el estado físico y el sueño, no me molestan sus cinco ligeros recordatorios. Para empezar, son más fáciles de descartar que los a veces no demasiado suaves empujones de una pareja decidida.
“Llegaste a la mitad de tu meta de actividades. ¡Qué buen progreso!”.
Después de unos días, empecé a esperar los mensajes de Oura en mi teléfono (también funcionan con un reloj inteligente), pues significaba que hasta mi paseo casual de ida y vuelta a una tienda local se consideraba como ejercicio. De repente, descubrí que oponía menos resistencia —la verdad, estaba más motivado— a ir a buscar medio galón de leche o pan fresco sabiendo que esos miles de pasos quemaban calorías. Y saber cuántas calorías quemaba hizo que para mí fuera más fácil racionalizar el postre.
“Llegaste a tu meta de actividades. ¡Excelente trabajo!”.
Después de un mes, anticipaba con entusiasmo los alentadores mensajes inanimados del dispositivo. No solo me entusiasmé más por estirar las piernas, sino que mis caminatas se han vuelto más rápidas, a tal punto que me impaciento con quienes caminan más despacio.
“Informe semanal: toca para ver los puntos clave de tu preparación, sueño y tus actividades durante la semana pasada”.
Ahora tengo una competencia saludable conmigo mismo. Verifico con frecuencia y orgullo mis estadísticas diarias y semanales, esperando sobrepasar la cantidad de calorías que quemé anteriormente, así como mejorar mis resultados de frecuencia cardíaca y sueño, algo que también mide el dispositivo. Todavía no me gusta “hacer ejercicio”, pero recibir pruebas por escrito sobre qué tan activo soy me hace sentir más sano.
– Stewart Wolpin, 64 años
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