Vida Sana
| Cuando Mark Simoneau por fin logró una entrevista de empleo, tuvo que pedir prestado un automóvil para poder llegar a su cita. Su oxidado Mercury Grand Marquis de 16 años necesitaba una nueva transmisión.
Podría decirse que Simoneau también estaba oxidado, o falto de práctica: había estado desempleado o subempleado por cuatro años. Y tenía 64 años.La edad de Simoneau era un hecho significativo: hoy día, los trabajadores de 50 años o más como él se enfrentan a desventajas severas si pierden su empleo.
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Según un informe de Pew, en el 2012 un 44% de trabajadores desempleados de 55 años o más habían estado sin trabajar por más de un año. Y aunque los trabajadores mayores en general gozan de una tasa de desempleo más baja, la larga búsqueda de empleo puede resultarles inaguantable a los que pierden su empleo.
La mitad de los trabajadores desempleados mayores de 62 años abandonan la fuerza laboral dentro de nueve meses, según un estudio realizado por el Urban Institute. Aún peor: para pagar las cuentas, comienzan a cobrar el Seguro Social con anticipación, permanentemente reduciendo sus beneficios y arriesgando la seguridad de su jubilación.
Mitos e impresiones erróneas
Pero antes de que las personas como Simoneau puedan volver a trabajar, podrían tener que superar la discriminación por edad. En un informe publicado en el 2009 del Sloan Center on Aging & Work, gerentes de contratación de agencias estatales formularon una letanía de estereotipos para explicar por qué se inclinaban a rechazar a las personas mayores en busca de empleo. Pensaban que era más probable que estos solicitantes se agotaran, se mostraran reticentes a nuevas tecnologías, se ausentaran por enfermedad, no trabajaran bien con supervisores más jóvenes y se mostraran reacios a viajar.
Otros estudios han demostrado que los empleadores suponen que los solicitantes de mayor edad son menos creativos, menos productivos, más lentos mentalmente y más costosos de emplear que los empleados a principios o mediados de sus carreras.
Pero Peter Cappelli, profesor de administración en el Wharton School of Business y coautor (con el exdirector ejecutivo de AARP, Bill Novelli) del libro Managing the Older Worker, publicado en el 2010, ha analizado estos estereotipos más detalladamente, en combinación con investigaciones realizadas en campos tales como las ciencias económicas, la demografía y la psicología. Sus conclusiones: prácticamente ninguno es válido.
Según Cappelli, cuando se trata del desempeño laboral real, los empleados mayores sin lugar a dudas son mejores que sus colegas más jóvenes. "Cada aspecto del desempeño laboral se mejora a medida que envejecemos", declara él. "Pensé que los resultados serían más diversos, pero no lo son. La yuxtaposición entre el desempeño superior de los trabajadores mayores y la discriminación que existe en los sitios de trabajo en su contra en realidad no tiene sentido".
Así que un señor como Mark Simoneau, ¿cómo convence a un futuro empleador a que lo tome en serio?
Tras graduarse de Villanova en 1970, Simoneau se estableció en las afueras de Boston, crio a su familia, obtuvo una Maestría en Administración de Empresas y trabajó en recursos humanos en empresas de fabricación y construcción. En el 2007 un reclutador lo convenció a dejar su trabajo para ganar más dinero en otra empresa. Pero no estaba de acuerdo con algunas de las prácticas de la empresa, y tres meses después decidió marcharse. Una decisión funesta.
Eso sucedió en el 2008, justo al comienzo de la Gran Recesión. A los 60 años, Simoneau empezó a buscar trabajo.
Realidades del mundo real
Como profesional de recursos humanos, Simoneau sabía que a los empleadores les costaría ver más allá de su cabello blanco o la fecha de su título universitario. Pero también sabía cómo evitar los errores que comúnmente cometen las personas mayores en busca de trabajo.
Mantuvo al día sus conocimientos de computación y abrió una cuenta en LinkedIn, un sitio de medios sociales. Lo más importante, se unió a grupos profesionales, asistió a cenas de asociaciones, se comunicó mediante correos electrónicos y llamadas telefónicas con sus contactos, y algunas veces se tomaba un café con ellos.
"Es difícil no retraerse", dice Simoneau. "Debes luchar en su contra".
Simoneau envió de cinco a diez solicitudes a la semana y logró varias veces que lo llamaran. Para llegar a fin de mes, encontró empleo temporal, uno en ventas y otro, de bajo sueldo, en una organización sin fines de lucro. E intentó mantenerse positivo.
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