Vida Sana
Después de pasar 19 años en la misma ruta, llegas a conocer a tus clientes y ellos te conocen. Muchos de ellos son adultos mayores. Antes de la pandemia, si los veía, conversábamos en persona. Y eso nos llevó a intercambiar números de teléfono. No con todos, pero sí algunos. Por ejemplo, una clienta me dijo que necesitaba comestibles, y dije: “Este es mi número. Llámame y puedo buscar estos artículos para ti”. Pero ahora les han dicho que se mantengan en cuarentena, así que no se pueden movilizar.
¡ÚLTIMA OPORTUNIDAD! - Únete a AARP a precios del 2024; las tarifas aumentan en el 2025.
Obtén acceso inmediato a productos exclusivos para socios y cientos de descuentos, una segunda membresía gratis y una suscripción a AARP The Magazine.
Únete a AARP
Alrededor de la época en la que se dio la orden de permanencia en los hogares aquí en California, otra clienta me dijo que se le estaba acabando el papel higiénico. Porque lo había comprado el día anterior, dije: “Te traeré unos rollos en la mañana”. Se los dejé antes de ir a trabajar. Nunca me habían pedido algo así, pero nunca habíamos pasado por una pandemia.
La mayoría de los clientes con quienes tengo una relación estrecha y de quienes estoy pendiente son viudos. Hay un hombre con quien hablo y que está recibiendo quimioterapia. Le dije: “Si no te sientes bien, llámame y te haré comida o puedo visitarte por teléfono”.
Es mi personalidad. Seguramente me criaron así. Mis clientes me ven todos los días. Saben de mi vida y yo sé de la de ellos. ¿Cómo puedo no ofrecerles ayuda? Algunos tienen familiares que viven a horas de distancia. Mi hermana (quien trabaja en la gerencia de la oficina de correos) y yo cuidamos a nuestra madre de 92 años. Por eso, me identifico con sus situaciones.
“¿Cómo puedo decir que no cuando piden ayuda?”.
Como capitana de seguridad en nuestra oficina, es mi responsabilidad asegurarme de que todos tengan acceso a equipo de protección personal y desinfectante. En las mañanas, todos los carteros desinfectan sus vehículos y su equipo. Y todos usamos mascarillas y guantes. Ha sido un proceso de adaptación, en casa y en el trabajo, aprender a mantener el distanciamiento físico y ser minucioso al desinfectar nuestros entornos. Pero hago lo que hace falta para proteger a mis clientes y a mi familia.
Siempre me ha encantado mi trabajo y me siento agradecida de tenerlo. Me gusta interactuar con la gente. Y me gusta estar afuera todos los días y disfrutar del clima. Intenté trabajar adentro pero no es para mí.
Hay muchos carteros que se desviven por ayudar a sus clientes, en particular cuando han trabajado en la misma ruta durante años. Nuestros clientes saben que pueden confiar en nosotros. Muchos de mis clientes me dicen que no puedo jubilarme. Les digo que eventualmente lo haré. Pero es probable que sigan siendo mis amigos después de que me jubile.
— Según relatado a Jennifer E. Mabry
- Iona Nevesky, cuidadora familiar en El Segudo, California
- Paul Kempner, conductor de trenes en Nueva York, Nueva York
- Marcia Woods-Johnson conductora de autobús en Columbus, Ohio
- Charles Vascellaro de periodista de béisbol a repartidor de tanques de propano
- Calvin Taylor, empleado de servicios de higiene en Detroit, Michigan
También te puede interesar
A un conductor de trenes en Nueva York le hacen falta los rostros familiares
A Paul Kempner le enorgullece prestar servicio a los trabajadores esenciales.A una cuidadora le gusta ayudar a otros durante la pandemia
Iona Nevesky cuida a su clienta —y amiga— que tiene 97 años.A una conductora de autobuses la inspiran los pasajeros trabajadores
A Marcia Woods-Johnson le hace falta ver a sus pasajeros habituales en Columbus, Ohio.
Un periodista deportivo hace entregas de tanques de propano
Charles Vascellaro ayuda a otros mientras disfruta las maravillas escénicas de Arizona.
Un empleado mantiene limpia su ciudad durante la pandemia
Calvin Taylor recoge la basura en la ciudad y trabaja para detener el vertido ilegal de residuos.