Vida Sana
Su primera novela, La niña alemana, fue un bestseller internacional, que le tomó por sorpresa porque, dice, le habían comentado que los libros en español no venden tanto y menos los de un primerizo más conocido por su trabajo diario como editor de la popular revista People en español que como escritor de novelas históricas. Pero Armando Correa ha roto todos los esquemas, y con esta, su segunda novela, está a punto de volver a hacerlo.
He aquí una versión ligeramente editada de una entrevista que nos concedió hace unos días.
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¿Qué o quién fue la inspiración para esta novela?
Mi primera novela, La niña alemana, me llevó muchos años de investigación. Cuando comencé a escribir, tenía tantas historias a mi alrededor que no podían entrar en un solo libro. Poco antes de entregar a imprenta, llegué a un acuerdo con mi editora en Simon & Schuster para dos libros más. De ahí surgió La hija olvidada. El día que conocí a Judith, una de las sobrevivientes del Saint Louis —ella tenía catorce meses cuando subió al barco con sus padres—, la novela se concretó. Ella fue la inspiración para el clímax del libro. Cuando el barco fue rechazado por Cuba, Estados Unidos y Canadá, Judith y su familia terminaron en Francia. Al poco tiempo estalló la guerra y el padre pudo salvarla a ella antes de que los enviaran a Auschwitz.
Tengo entendido que habrá un tercero. ¿Siempre imaginaste una trilogía o fueron surgiendo las ideas y los libros?
Los tres libros que conforman la trilogía son novelas históricas sobre la segunda guerra mundial. En el primero y el segundo, el enlace es el Saint Louis. El tercero y el primero, estarán conectados con Cuba. En las tres historias abordo sucesos históricos que de alguna manera han quedado relegados.
La idea de la trilogía surgió por el exceso de investigación, tal vez. Recuerdo que a pesar de haber leído todo o casi todo lo que existe relacionado con el Saint Louis, y revisado los más de tres mil documentos originales que están en el United States Holocaust Memorial Museum (en inglés) en Washington D.C., nunca quise hablar con los sobrevivientes del barco hasta que hubiese terminado la novela. Sabía que si hablaba con ellos no iba a terminar más nunca porque aparecerían nuevas historias que contar.
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