Vida Sana
Enma Espinoza tuvo que tomar algunas decisiones financieras difíciles mientras cuidaba a su esposo, Frank, que padecía demencia.
“Tuvimos que retirar de nuestros ahorros bancarios, cuentas IRA y otras cuentas para poder cubrir nuestras propias necesidades”, dice Espinoza, de 73 años, nativa de Ecuador que ha vivido en Los Ángeles desde principios de la década de 1970. Además de eso, dejó su trabajo de ingreso de datos para dedicarse a ser cuidadora.
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“Tuve que tomar una jubilación temprana porque necesitábamos el dinero. Dejé de contribuir al Seguro Social, a mi plan de jubilación o pensión. La jubilación anticipada no paga beneficios completos. Estaba recibiendo menos dinero justo cuando más lo necesitábamos”.
Frank murió en enero del 2024. Espinoza no tiene remordimientos. “Pude darle a Frank, el amor de mi vida, la mejor calidad de vida posible. Pasamos muchos momentos preciosos juntos”.
Las decisiones que enfrentó son familiares para decenas de millones de cuidadores familiares en todo el país, dos tercios de los cuales tienen dificultades para equilibrar el trabajo y las responsabilidades de cuidado, según un informe de mayo del 2024 de AARP y S&P Global.
Esas luchas pueden ser particularmente agudas para los latinos, quienes enfrentan la mayor tensión financiera por ser cuidadores entre los grupos raciales y étnicos. La edición más reciente del Estudio de gastos de bolsillo de los cuidadores (en inglés), de AARP encontró que los gastos de cuidado consumieron el 47% de los ingresos de los cuidadores hispanos/latinos en el 2021, en comparación con el 26% para los cuidadores en general.
Para las mujeres, que constituyen tres cuartas partes de los cuidadores latinos, la carga financiera es aún mayor: el 56%. Esa cifra más grande sale de una sección más pequeña: con ganancias semanales promedio de $831, las mujeres hispanas ganan un 14% menos que los hombres hispanos y un 20% menos que las mujeres blancas no hispanas, según los datos federales para el segundo trimestre del 2024.
Esas cifras tienen implicaciones importantes no solo para la vida diaria de las cuidadoras latinas, sino también para su futuro financiero.
“Tener que reducir horas para trabajar a tiempo parcial o dejar de trabajar para asumir la responsabilidad de cuidado a tiempo completo realmente afecta tu capacidad para contribuir a tu propia planificación de jubilación en términos de hacer contribuciones consistentes y recurrentes”, dice Yanely Espinal, directora de Divulgación Educativa para Next Gen Personal Finance, una organización educativa financiera sin fines de lucro, y autora del libro Mind Your Money.
“Ahora estoy viviendo de cheque a cheque”
A los 72 años, Michelle Dueñas esperaba estar disfrutando de su jubilación. En cambio, ella se aferra a un trabajo a tiempo parcial como consejera escolar para ayudar a cubrir los gastos de vida de su madre, de 97 años, que tiene Alzheimer y está postrada en cama, y hasta septiembre de 2024, de su padre, de 98 años, que es frágil y tiene un sistema inmunitario comprometido. Las cosas se complicaron cuando sus padres pasaron de recibir cuidados para enfermos terminales a cuidados paliativos; ahora ella paga de su bolsillo algunos gastos que antes estaban cubiertos por Medicare.
“Estoy trabajando para poder ayudar con las facturas”, dice Dueñas, una mexicana-estadounidense de West Covina, California. “[Quizás] estaría viviendo en la casa para la que invertí para mi jubilación. Pero no quiero resentirme de cuidar a mis padres. Quiero que sepan que lo hago porque los amo”.
Para Ana Rodríguez, cuidar a su difunta madre, que tenía Alzheimer, creó tensiones en el trabajo. Ella a menudo tenía que llegar tarde o salir del trabajo para atender a su madre.
“La persona de Recursos Humanos me hizo conseguir una carta de su médico porque pensó que estaba aprovechándome de la situación”, recuerda Rodríguez, de 64 años, residente de Chicago y de ascendencia puertorriqueña. “Ya estaba pensando que iba a tener que jubilarme o volver a trabajar de manera independiente, lo cual me aterraba”.
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