Vida Sana
El cuidado en Puerto Rico
Entre el 2010 y el 2018, el número de personas en Puerto Rico mayores de 65 años con dificultades para cuidarse, bañarse o vestirse independientemente aumentó en un 35%.
—Fuente: Censo de EE.UU.
El mal de Alzheimer es la cuarta causa de muerte en Puerto Rico.
— Departamento de Salud de Puerto Rico
Cada sábado, antes de la pandemia de la COVID-19, doña Miriam Zambrana visitaba a Iris, la mujer que desde hace décadas se encarga de su peinado y el arreglo de sus uñas. Desde hace tres años, cuando doña Miriam fue diagnosticada con Alzheimer, esos encuentros se volvieron más que una simple rutina de belleza; para sus tres hijos, los encuentros de su madre con su peluquera eran terapéuticos. Eran, en esencia, un intento por retener los recuerdos que poco a poco se le escapan a la mujer de 87 años.
“La historia sería distinta si no tuviéramos cómo pagar estos servicios. Esta no es la realidad que se vive en el país”.
El diagnóstico de doña Miriam vino en el 2017, justo en el momento en que Puerto Rico era azotado por dos temibles huracanes que devastaron la isla. Conseguir a alguien de confianza y con conocimientos para atender a un paciente de Alzheimer en un momento en que tantos ancianos necesitaban ayuda colocaba a la familia ante una gran tarea.
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“No se acuerda de papi”, cuenta Fernando Rivera, el mayor de los hijos de doña Miriam, abrumado por la emoción. “Que a mí no me recuerde, no me importa. Pero que no se acuerde de papi después de 60 años de matrimonio es muy doloroso”.
Don Arístides Rivera Marroig falleció en el 2015 a causa de un cáncer de riñón. “Antes de que papi muriera, nos dijo: encárguense de su mamá”, dice Fernando. Para él como para sus hermanos Alberto y Mirita, esa directriz del padre equivale a no enviar a su madre a un asilo de ancianos. “Así que hemos seguido su encomienda al pie de la letra. Papi quería lo mejor para ella y, definitivamente, lo mejor es tenerla con nosotros”, dice Fernando.
Por suerte, Don Arístides dejó un dinero para el cuidado de su esposa. Sin embargo, disponer de recursos económicos no aminora la carga emocional ni muchos de los retos que trae la responsabilidad de cuidar de una madre que batalla con los efectos devastadores del Alzheimer.
La experiencia que la familia vivió con la primera cuidadora que contrataron para doña Miriam no fue la mejor, explica Fernando.
“Un día, llego a casa para pagarle a la señora que cuidaba de mami y escucho que le grita a mi mamá: ‘no me tienes que apretar, te he dicho que no me aprietes’”, cuenta Fernando. “Si esto pasaba conmigo ahí, no me quiero imaginar lo que sucedía cuando ellas dos estaban solas”.
Rivera despidió a la cuidadora y de un día para otro se quedaron sin ayuda, en medio de la devastación que dejó el huracán María.
“Estuvimos sin corriente y sin agua varios meses. Mudamos a mami para la casa de mi hermana y con un generador eléctrico que conseguimos pudimos resolver y garantizar sus medicamentos”, dice Rivera.
Pero después de esta primera experiencia vendría “una bendición”, agrega.
La bendición es una joven de 28 años, Kenya Caez Martínez, enfermera certificada con experiencia en el cuidado de ancianos con Alzheimer; enfermedad que según el Departamento de Salud de Puerto Rico es la cuarta causa de muertes en la isla. Al principio, Kenya acompañaba a doña Miriam durante el día. Después de la crisis de COVID esta primavera, Kenya ha seguido ofreciendo sus cuidados y extremando las precauciones para limitar la posibilidad de contagio de Doña Miriam.
“Siendo una muchachita tan joven, ha sabido cómo tratar a mami. Hay una conexión directa entre ella y mami”, dice Fernando de Kenya.
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