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Los hospitales remodelan las salas de emergencia para los pacientes mayores

Los cambios tienen lugar a medida que aumenta el porcentaje de pacientes mayores de 65 años en las salas de emergencia.


spinner image Rótulo color rojo que dice emergencia a la entrada de una sala de emergencias de un hospital
PABLOHART/E+/GETTY IMAGES

| Judith Burgess descansa en una camilla con la cabeza apoyada en una montaña de almohadas, las manos sobre su bolso de cuero negro. Ha estado en el departamento de Emergencias del Centro Médico Mount Sinai de la ciudad de Nueva York unas 20 horas, pero no parece importarle.

"La sala de emergencias es abrumadora sin importar la edad, pero aún más para las personas mayores con pocos apoyos sociales, que a menudo se sienten más confundidas y vulnerables".

Shari Kaplan, directora del departamento de Servicios Voluntarios del Hospital Mount Sinai

"La gente aquí realmente se preocupa por los mayores", dice Burgess, de 74 años, que sufre de artritis reumatoide, no tiene cartílago en las rodillas y hoy ha sido hospitalizada por un dolor de estómago, síntoma de su cáncer de colon.

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"Tengo un hospital mucho más cerca de mi casa que este. Pero siempre paso de largo. La gente aquí es amable. Me atienden bien".

Judith Burgess, 74 años, paciente del departamento de Emergencias Geriátricas de Mount Sinai

Para muchos pacientes mayores, un viaje a la sala de emergencias puede ser traumático e incluso peligroso. Las largas esperas, las camas incómodas, los alrededores llenos de gérmenes y un ritmo ruidoso y frenético pueden alterar a personas que a menudo se ven afectadas por múltiples problemas de salud y cuyo sistema inmunológico puede estar comprometido.

Pero la sala de emergencias del Mount Sinai es una experiencia decididamente diferente. Las esperas son aún largas, como lo demuestra la prolongada permanencia de Burgess, pero no son dolorosas ni peligrosas. En todo caso, dice Burgess, "estar aquí me da la oportunidad de descansar un poco".

Mount Sinai está clasificado como centro de trauma de nivel II. Esto significa que los pacientes que acuden a la sala de emergencias están muy enfermos, a menudo de gravedad. Burgess también está enferma. Pero no en estado crítico. Así que mientras los médicos atienden a pacientes con necesidades médicas más urgentes, el equipo multidisciplinario de emergencias geriátricas de Mount Sinai hace su magia.

La calcomanía de los voluntarios del programa CARE (Cuidado y Respeto para Adultos Mayores en Emergencias), de color rosa brillante, en el hombro de la bata del hospital de Burgess indica que ha recibido al menos parte de la atención que necesita: además de haber sido vista por un médico, ha recibido una almohada y una manta extras, un libro para colorear para pasar el tiempo y una pelota antiestrés de color púrpura para aliviar su tensión.

Si las necesitara, también podría haber conseguido un par de gafas de lectura con la corrección adecuada, un amplificador auditivo e incluso un rompecabezas de sudoku para mantener ocupada su atención cognitiva. "Tengo un hospital mucho más cerca de mi casa que este", dice. "Pero siempre paso de largo. La gente aquí es amable. Me atienden bien".

El departamento de Emergencias Geriátricas de Mount Sinai (en inglés)—conocido como Geri ED— se inauguró en el 2012. En ese momento, ocupaba una esquina de ocho camas en la sala de emergencias y tenía una iluminación cálida, pisos sin brillo y cortinas con varillas de plástico (en lugar de las varillas metálicas que suenan como uñas rascando un pizarrón cuando se las mueve hacia un lado).

Actualmente, el equipo asignado a cualquier persona de más de 65 años en el Geri ED incluye médicos, enfermeras, administradores de casos, asistentes sociales, farmacéuticos e incluso fisioterapeutas.

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"Los adultos mayores a menudo presentan síntomas atípicos", explica la Dra. Denise Nassisi, jefa del departamento de Emergencias Geriátricas de Mount Sinai. "Si tienen angina, es posible que no tengan dolor en el pecho. Si tienen una infección, tal vez no tengan fiebre alta ni un recuento elevado de glóbulos blancos. Contar con este apoyo de equipo colaborativo significa que podemos hacer más por los pacientes del departamento de emergencias".

También manejan mejor la gran cantidad de comorbilidades que pueden hacer que el diagnóstico sea aún más confuso. "Debido a las maravillas de la medicina moderna, las personas viven más tiempo, por lo que tienen antecedentes médicos extensos que pueden incluir diabetes, accidente cerebrovascular e hipertensión. Y hay que detenerse un segundo y averiguar qué los trajo aquí hoy", expresa Nassisi.

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Mount Sinai es el primero en el estado de Nueva York en especializarse en medicina geriátrica de emergencia, y uno de solo nueve centros médicos acreditados para la atención geriátrica por el American College of Emergency Physicians en todo el país. Otros hospitales con departamentos de emergencias geriátricas incluyen el St. Joseph's University Medical Center en Paterson, Nueva Jersey; el Holy Cross Hospital en Silver Spring, Maryland, y cinco hospitales Aurora Health Care en Wisconsin.

En estos últimos, los pisos antideslizantes forman parte del diseño, al igual que un sistema de iluminación diseñado para ayudar a combatir el delirio, una afección a la que los adultos mayores son especialmente propensos en los hospitales. En St. Joseph's, el objetivo es ver a cada paciente en su sala de emergencias geriátricas en 14 minutos, mientras que Holy Cross ofrece teléfonos y controles remotos con botones grandes.

La necesidad de más instalaciones de este tipo es grande: alrededor de dos tercios de todos los pacientes de Medicare son hospitalizados desde la sala de emergencias, según un estudio de Rand Health. Y entre el 2005 y el 2016, la cantidad de personas de 65 años o más que visitaron las salas de emergencias aumentó en más del 27%, según los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades).

"La sala de emergencias es abrumadora sin importar la edad, pero aún más para las personas mayores con pocos apoyos sociales, que a menudo se sienten más confundidas y son más vulnerables", dice Shari Kaplan, directora del departamento de Servicios Voluntarios de Mount Sinai.

"Pueden ir desde decir: 'Estoy lo más bien y no necesito ayuda', hasta admitir con lágrimas en los ojos que se sienten asustados, solos y tristes. Al ser multidisciplinarios, tenemos un equipo de enfermería que evalúa el riesgo de caídas y la gestión adecuada de los medicamentos, mientras que los trabajadores sociales controlan los apoyos sociales. Adaptamos todo a las necesidades específicas de cada paciente", agrega.

Antes de que el departamento de Emergencias de Mount Sinai se enfocara tanto en los pacientes de 65 años o más —que constituyen el 20% de sus pacientes de la sala de emergencias— "los pacientes mayores se mezclaban con todos los demás", dice Nassisi. Ella y su personal sabían que no siempre estaban obteniendo información médica lo suficientemente precisa de estos pacientes como para saber cómo tratarlos mejor, así que, por lo general, optaban por lo seguro y a menudo simplemente los hospitalizaban.

"Pero lo que parecía seguro no siempre era lo mejor para el paciente", dice, y agrega que a veces lo mejor para los pacientes con problemas no agudos, como infecciones del tracto urinario o una gripe menor, es enviarlos a casa, pero con los apoyos adecuados.

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Es en esta etapa donde el equipo de colaboración geriátrica lleva a cabo su trabajo más importante. Si un paciente llega solo —lo que ocurre en el 30 al 40% de los casos de adultos mayores—, en lugar de hospitalizarlo innecesariamente, el equipo se asegura de que deje el hospital con una cita con el Servicio de Enfermería Visitante programada para el día siguiente, medicamentos e instrucciones sobre cómo utilizarlos y, a veces, hasta una evaluación de fisioterapia.

Eso si la evaluación de fisioterapia no se hace en la sala de emergencias. "Era inaudito tener fisioterapeutas en la sala de emergencias", dice Nassisi. "Al principio, ni siquiera sabía qué hacer con ellos". Hoy en día, los fisioterapeutas de Mount Sinai desempeñan un papel importante en la evaluación de las necesidades de los pacientes mayores, muchos de los cuales, señala Nassisi, tienen más de 90 años.

Un estudio del 2018 en el Journal of the American Geriatrics Society muestra que proporcionarles a las personas de 65 años o más que acuden a la sala de emergencias el tipo de apoyo transitorio que necesitan para curarse y mantenerse saludables en casa ha reducido las hospitalizaciones para ese grupo de edad en un 33%.

La educación también ha sido clave para que el Geri ED de Mount Sinai funcione sin problemas. Todos, desde doctores y enfermeras hasta oficinistas y voluntarios, están capacitados en los matices de la medicina geriátrica.

"Necesitamos que todo el mundo entienda que estos pacientes pueden tener problemas de audición o estar confundidos, o que no son tan móviles como creen que son", dice Nassisi. Las enfermeras evalúan automáticamente cualquier señal de abuso de ancianos, el riesgo de caídas, la demencia y el delirio, y completan con los pacientes el cuestionario ISAR (identificación de adultos mayores en riesgo) de seis preguntas sobre la visión, la memoria, los medicamentos y la capacidad que tienen los pacientes para cuidar de sí mismos.

"Hemos tenido simposios sobre el delirio, que se diferencia de la demencia porque es inducido por la enfermedad, y cuando los nuevos pasantes llegan a la sala de emergencias, les damos sesiones especiales sobre atención geriátrica", dice.

En un área más central del departamento de Emergencias de Mount Sinai se encuentra Harry Simmons, de 76 años, que llegó nueve horas antes, cerca de la una de la madrugada, quejándose de sangre en las heces. Harry era un abogado corporativo y su esposa, Joyce Conoly-Simmons, de 74 años, enseña el protocolo en la mesa. Está sentada junto a Harry en una silla de metal con respaldo recto, sosteniendo su bastón con estampado de guepardo. Harry tiene una máscara de hospital sobre la boca; Joyce la tiene colgada del cuello. Ambos tienen las calcomanías rosa brillante de CARE pegadas a sus prendas y una pelota antiestrés en cada mano.

"Son sensibles a sus necesidades", dice Joyce, y agrega que muchos médicos han venido a ver a su esposo, que pronto será hospitalizado, y los voluntarios le han estado trayendo comida a ella y haciendo todo lo que pueden para que ambos se sientan lo más cómodos posible en esas circunstancias.

Es probable que pronto transfieran a Harry a la tranquila esquina del departamento donde todavía descansa Burgess a la espera de su habitación: el área con luces tenues, enfermeras que susurran y cortinas silenciosas. Joyce espera impaciente. "Hay mucho ruido aquí", dice. "Hasta puede ser que duerma un poco".

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