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Recuperar la condición física tras la COVID-19

Tres adultos mayores de 50 años relatan cómo recuperaron la fuerza y la movilidad después de sobrevivir al coronavirus.


spinner image Un terapista físico ayuda a una mujer a estirar sus brazos
MARKO GEBER / GETTY IMAGES

 | Después de enfermar con COVID-19, muchas personas encuentran que el camino de vuelta a la salud está lleno de contratiempos y dificultades. Las complicaciones y los síntomas persistentes, como la fatiga y la dificultad para pensar, hacen que la recuperación sea impredecible. Muchos también descubren que recobrar la fuerza y el acondicionamiento físico puede ser muy difícil, independientemente de si tuvieron un caso leve o grave de coronavirus.

"Es posible que no te recuperes de inmediato”, dice el Dr. Mitchell Elkind, profesor de Neurología y Epidemiología en Columbia University en Nueva York y expresidente de la American Heart Association. ¿La razón? “La inflamación y la desregulación inmunitarias causadas por la COVID pueden afectar la recuperación de las personas. Puede depender de su edad, de otros problemas de salud y del daño causado a sus pulmones, corazón, cerebro u otros órganos cuando se encontraban gravemente enfermos".

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Descubre a continuación cómo tres adultos de más de 50 años recobraron su fuerza, movilidad y equilibrio, y cuáles fueron las estrategias que los ayudaron a superar el difícil proceso de recuperación de la COVID-19.

Más fuerte que nunca después de aprender a usar un andador

Luego de recuperarse de un caso leve de COVID-19 en noviembre del 2020, Greg Whitehouse, ingeniero de fabricación en Wallingford, Connecticut, sufrió complicaciones que se manifestaron en forma del síndrome de Guillain-Barré. En este trastorno neurológico, el sistema inmunitario del organismo ataca una parte del sistema nervioso periférico y desencadena síntomas que abarcan desde debilidad hasta parálisis. En el caso de Whitehouse, lo que comenzó como entumecimiento en los pies y en la parte inferior de las piernas progresó en cuatro días hasta convertirse en parálisis de pies a cabeza. Podía ver, respirar y hablar pero era incapaz de mover el cuerpo.

Tras ocho días en el hospital, donde recibió dosis altas de terapia de inmunoglobulina, Whitehouse pasó 54 días en Gaylord Specialty Healthcare. Allí aprendió gradualmente a caminar de nuevo con un andador y a realizar actividades cotidianas, como vestirse, lavarse los dientes y atarse los zapatos, gracias a tres o cuatro sesiones de fisioterapia y terapia ocupacional al día. “Me sentía abrumado por mi pésimo estado y a veces parecía que [recuperar la fuerza] era una meta inalcanzable porque me encontraba tan mal”, explica Whitehouse, de 61 años, quien está casado y tiene tres hijos adultos. “Intenté no pensar en ello y hacer lo que los fisioterapeutas me pedían que hiciera, porque ellos tenían un plan. El desafío mental fue una parte muy importante para mí, las personas con las que trabajé me ayudaron a concentrarme en lo que podía hacer en lugar de en lo que no podía hacer, y poco a poco empecé a progresar".

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A medida que empezó a desarrollar su fuerza, Whitehouse comenzó a concentrarse en recuperar su movilidad. “Hacer los ejercicios requería toda la energía física y mental que yo tenía”, añade. “Cada día hacía un esfuerzo consciente por conseguir la más mínima mejora para poder compartirla con mi esposa”.

A fines de enero se fue de Gaylord usando un andador. Un mes más tarde había hecho la transición al bastón, y el siguiente mes empezó a caminar por sí solo. Ha ido aumentando gradualmente su rutina de ejercicios hasta incorporar caminatas y trote ligero durante 30 a 45 minutos varias veces a la semana, además de hacer ejercicios con pesas en casa.

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"De hecho, me siento más fuerte que antes”, afirma Whitehouse. También perdió 25 libras y ya no necesita los medicamentos para controlar la hipertensión que tomaba desde que tenía 20 años. A fines de junio, Whitehouse participó en la competición Gaylord Gauntlet, una carrera de 3.3 millas con 22 obstáculos, y corrió durante una gran parte del recorrido. “Si no me hubiera enfermado y recuperado, habría dicho ‘soy demasiado viejo para participar’“, señala. “Pero después de lo que he superado, quería enfrentar el desafío y demostrar de lo que soy capaz”.

Una fisioterapeuta recurre a un colega en busca de ayuda

Antes de contraer COVID-19, Kathy Hidalgo era muy activa físicamente. No solo estaba siempre en movimiento en su trabajo como fisioterapeuta, sino que también trotaba y levantaba pesas en el gimnasio de tres a cinco veces por semana. Enfermó de COVID-19 el Día de la Madre en el 2020. Al principio, Hidalgo intentó sobrellevar la enfermedad en casa, pero con una fiebre de 103°F se sentía tan débil que tenía que arrastrarse hasta el baño. Luego desarrolló una neumonía bilateral y tuvo que pasar cuatro días en la unidad de cuidados intensivos del hospital.

Después de 12 días en el hospital regresó a su casa y se horrorizó al ver lo difícil que era realizar actividades básicas. “Solo era capaz de subir cuatro escalones a la vez”, dice Hidalgo, de Hockessin, Delaware, quien ahora tiene 54 años. "Luego tenía que descansar. Y estaba tan débil que no podía llevar una taza de café de un lado a otro de la cocina. Sufrí una gran pérdida muscular y perdí 15 libras sin proponérmelo”.

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Por un tiempo intentó fortalecerse sin ayuda, caminando y levantando pesas en casa. “Llegó un momento en el que me quedé estancada y ya no pude avanzar por mi cuenta”, recuerda. El miedo, dice, era parte del problema, ya que le preocupaba gastar todas sus energías en las actividades físicas y quedarse sin fuerza para el resto del día.

Hidalgo, que tiene un cinturón negro en tae kwon do, se dio cuenta de que necesitaba ayuda, por lo que empezó a trabajar con un fisioterapeuta en ChristianaCare en septiembre del 2020. Juntos desarrollaron un plan basado en un circuito de entrenamiento usando su propio peso corporal o mancuernas, diseñado para trabajar las áreas más débiles (como sus pantorrillas y sus cuádriceps), que alternaba entre ejercitar la parte superior y la parte inferior del cuerpo. También hizo entrenamiento aeróbico en la caminadora. La capacidad de monitorear sus signos vitales mientras hacía ejercicio le brindó la tranquilidad de saber que no iba a excederse.

Después de seis semanas de sesiones, el fisioterapeuta de Hidalgo le dijo que estaba lista para continuar por su cuenta utilizando el programa que habían desarrollado. “Hace más de un año que recibí el diagnóstico y sigo esforzándome por superarlo”, dice Hidalgo, que camina mucho y va al gimnasio tres veces a la semana. Aunque su meta es competir en una carrera de 5 kilómetros, aún está tratando de recobrar la energía que tenía antes y mejorar su resistencia. “Aún no he alcanzado el nivel que deseo”, dice, “pero estoy mejorando cada mes”.

Desarrolló su fortaleza mental y física con yoga, caminatas y pesas

spinner image Un hombre usando una caminadora
Jack Dunn
CORTESÍA DE REED DUNN

Jack Dunn, de 87 años, de Pittson, Pennsylvania, contrajo COVID-19 a principios de diciembre del 2020. Fue rápido: en tan solo tres días, pasó de encontrarse normal a sentirse muy mal, con dificultad para respirar, fatiga y dolor corporal. Debido a que sufre de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) desde hace 20 años, lo que más le preocupaba a Dunn era su respiración. Además, la neuropatía en su pierna y pie izquierdos empeoró con el virus y perdió 18 libras de su ya delgado cuerpo. Dunn pasó cuatro días en Geisinger Hospital y después hizo rehabilitación física en casa un par de veces a la semana, durante varias semanas, mientras se recuperaba gradualmente. Caminaba durante 10 minutos cada día y a continuación hacía una serie de ejercicios de equilibrio.

"Fue un proceso lento, y aún no me he recuperado todo lo que me gustaría”, dice Dunn, que tiene un hijo adulto y vive con su pareja, Naomi, en una comunidad para adultos mayores. Actualmente participa en el programa 65 Forward de Geisinger, diseñado para personas mayores, que incluye caminar en la caminadora entre 20 y 30 minutos tres veces a la semana, tomando descansos si es necesario. También utiliza mancuernas para desarrollar fuerza en los brazos y participa en clases de yoga en silla dos veces por semana para mejorar su actitud mental.

"No podía imaginarme en el suelo haciendo yoga, así que decidí probar el yoga en silla,” dice Dunn, que trabajó en planificación y desarrollo comunitario para el Gobierno antes de jubilarse. “Ha mejorado mi perspectiva y mi flexibilidad y me siento más fuerte físicamente. En las últimas seis semanas, me he sentido bastante bien”.

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