Vida Sana
Al reunirme para cenar con mis amigos recién jubilados a lo largo de varios meses, comencé a notar que la hora de los cócteles cada vez comenzaba más temprano y se volvía más indulgente. A las bebidas anteriores a la cena le seguía el vino con la comida, y luego unos tragos después de cenar.
Durante esos mismos meses, observé que mi amiga iba cayendo en espiral y pasaba de episodios infrecuentes de estar “triste” a estados de “decaimiento” más serios y persistentes. “Necesito ayuda”, me confesó un día durante el almuerzo. “No puedo quitarme esto de encima. Estoy deprimida”.
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La conexión entre el alcohol y la depresión
No es infrecuente que el desánimo acompañe al consumo excesivo de alcohol. En realidad, las investigaciones revelan que la ansiedad y los trastornos del estado de ánimo con frecuencia coexisten con el trastorno por consumo de alcohol, y la depresión es la alteración más común del ánimo.
De hecho, entre las personas con un trastorno depresivo grave, la concurrencia del trastorno por consumo de alcohol varía entre el 27 y el 40% durante la vida, según el Instituto Nacional sobre el Abuso de Alcohol y el Alcoholismo (NIAAA).
¿Qué es el trastorno por consumo de alcohol?
El trastorno por consumo de alcohol es un trastorno que “se caracteriza por la disminución de la capacidad para detener o controlar el consumo de alcohol a pesar de las consecuencias negativas en el ámbito social, ocupacional y de la salud”, según el Instituto Nacional sobre el Abuso de Alcohol y el Alcoholismo (NIAAA). Puede ser leve, moderado o grave. Los atracones de alcohol y el consumo intenso de alcohol pueden aumentar el riesgo del trastorno por consumo de alcohol.
Fuente: NIAAA
Pero ¿cuál surge primero?
No hay acuerdo entre los expertos que estudian el tema. Para algunos, la depresión surge primero y la bebida se convierte en una forma de automedicación. Para otros, el hecho de beber es lo que desencadena la depresión.