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¿Deberías hacer ejercicio cuando estás enfermo?

Depende de tus síntomas; en algunos casos, el ejercicio suave puede ser beneficioso.


spinner image Un hombre con una sudadera con capucha azul se suena la nariz mientras corre por el parque
NASTASIC / GETTY IMAGES

Antes de intentar responder la pregunta que hacen prácticamente todas las personas que se ejercitan durante la temporada de resfriados y gripe —¿debes hacer ejercicio cuando estás enfermo?—, haz lo que hacen los magnates inmobiliarios y considera tres cosas: ubicación, ubicación, ubicación.  

Esto es lo más importante cuando se trata de comprar una propiedad, y lo mismo ocurre a la hora de decidir si puedes hacer ejercicio de manera segura cuando estás enfermo. ¿Dónde se ubican tus síntomas: debajo del cuello o encima del cuello?

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“Si tus síntomas están por debajo del cuello —congestión en el pecho o dolor en el cuerpo, por ejemplo—, por lo general es mejor descansar y esperar”, dice el Dr. Mike Ren, profesor adjunto de Medicina en la Facultad de Medicina Baylor. “Si tus síntomas están por encima del cuello —secreción nasal, dolor de garganta—, puedes considerar hacer ejercicio de intensidad baja a moderada, especialmente si ya lo has incorporado a tu rutina diaria y sientes que algo te hace falta si no haces alguna forma de ejercicio”.

De hecho, las investigaciones demuestran que el ejercicio no prolonga ni intensifica las infecciones de las vías respiratorias superiores en personas moderadamente en forma y activas. Una amplia revisión de estudios (en inglés), publicada en el 2020 en Cochrane Database of Systematic Reviews, sugiere que el ejercicio es más que simplemente aceptable cuando tienes una infección de este tipo; puede reducir la gravedad de los síntomas, así como el número de días de enfermedad.

No todas las formas de ejercicio tienen luz verde. “Este no es el momento de levantar pesas ni tratar de correr un maratón”, dice el Dr. William Schaffner, profesor de Enfermedades Infecciosas en la Facultad de Medicina de la Universidad de Vanderbilt y exdirector médico de la National Foundation for Infectious Diseases. “Pero el ejercicio suave es bueno a medida que te recuperas”.

Este estilo más suave de hacer ejercicio —llamado “cozy cardio” (cardio cómodo) por algunos— podría incluir estirarse, caminar alrededor de la cuadra y tal vez levantar pesas ligeras. “Pero recuerda que estás trabajando para volver a la normalidad. Este no es un momento para estresarse”, agrega Schaffner.

Menos es más

Aparte de las recomendaciones estándar sobre el ejercicio —levantar pesas unas cuantas veces a la semana, realizar hasta 150 minutos a la semana de actividad de intensidad moderada, como una caminata a paso ligero—, la actividad física en sí misma desempeña un papel específico en la recuperación de la enfermedad.

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“La antigua recomendación de que simplemente descanses, te quedes en la cama y permitas que tu cuerpo se recupere generalmente no es una buena idea”, dice Schaffner. “Cuanto más tiempo pases en posición horizontal, más débil se volverá tu cuerpo”.

En otras palabras, ignora esa pequeña voz interior —implantada por tu madre hace años— que insiste que debes permanecer en la cama. “Cuando estás enfermo, debes mantenerte activo hasta donde tu cuerpo te lo permita”, dice Schaffner. “Cuanto más tiempo pases en posición horizontal, peor será: física y psicológicamente. Incluso caminar por la casa te ayudará a sentirte mejor. También te ayudará a prevenir complicaciones”.

Sigue leyendo para determinar qué tanta actividad física deberías hacer durante tu camino hacia la recuperación.

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1. Escucha a tu cuerpo.

Tus niveles de energía dictarán qué y cuánto debes hacer. “Les aconsejo a mis pacientes que hagan ejercicio de baja intensidad que los haga sentir bien”, dice Ren. “Para las personas con una enfermedad leve, la actividad física leve, como caminar o practicar yoga suave, puede ser beneficiosa, ya que puede mejorar la circulación y el estado de ánimo. Sin embargo, es esencial escuchar a tu cuerpo. Si el ejercicio te hace sentir peor o más fatigado, es mejor descansar”.

El sueño es una parte esencial de la receta para casi cualquier enfermedad. Las investigaciones demuestran que la inmunidad y el sueño tienen una relación bidireccional. Mientras duermes, tu cuerpo libera citocinas, proteínas de señalización que ayudan a controlar la inflamación en tu cuerpo. Algunas citocinas también ayudan a promover el sueño.

2. ¿Fiebre? Ni siquiera lo pienses.

“Por lo general, la fiebre es una señal de que tu cuerpo está luchando activamente contra una infección”, dice Ren. “En tales casos, es importante descansar y no hacer actividad física, ya que el ejercicio puede aumentar aún más la temperatura corporal interna, lo que podría hacerte sentir peor”.

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Eres más propenso a la deshidratación si tienes fiebre. “Con cualquier infección respiratoria —y eso incluye las más graves, como la COVID-19, el VRS y la gripe—, es muy importante beber suficientes líquidos”, dice Schaffner. “La deshidratación te predispone a las complicaciones más graves de la neumonía”.

Si tienes fiebre, explica, pierdes líquidos a través de lo que se conoce como pérdida insensible. Ese es el nombre que se le da al líquido corporal difícil de medir que pierdes a diario mediante, por ejemplo, el sistema respiratorio o la piel. “No podemos sentir la pérdida del líquido que pasa a través de la piel y las membranas mucosas a la atmósfera circundante, pero esto ocurre cuando tenemos fiebre, por lo que es aún más importante asegurarse de restablecer el equilibrio de líquidos”, afirma Schaffner. 

3. Evita las sesiones intensivas que te hagan sudar.

Si estás en camino a volver a sentirte como tú mismo, tal vez pienses que sudando puedes deshacerte de la enfermedad. Esto no es buena idea.

“El ejercicio puede tener efectos positivos y negativos en el sistema inmunitario”, dice Ren. “El ejercicio de intensidad baja a moderada puede tener un efecto leve de estimulación inmunitaria, posiblemente al promover la circulación de las células inmunitarias y mejorar la capacidad del cuerpo para combatir las infecciones, mientras que el ejercicio prolongado o de alta intensidad puede desencadenar una disminución de la inmunidad celular”.

Además, el entorno de esa sesión intensiva que te hará sudar —muy probablemente tu gimnasio— te convierte automáticamente en un superpropagador. Con el resfriado común, eres más contagioso durante las primeras 48 a 72 horas de presentar los primeros síntomas, pero puedes continuar propagando la enfermedad por hasta dos semanas.

“Algo que no querrás hacer es ir al gimnasio y trasmitir lo que tengas a todos los demás”, dice Schaffner. “Si haces entrenamiento de fuerza tres veces a la semana, en primer lugar, qué bien que lo hagas. Pero realiza el ejercicio que puedas en casa mientras estás enfermo. No tienes que detenerte por completo, pero espera hasta que te recuperes y estés seguro de que ya no eres contagioso antes de volver al gimnasio”.

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