Vida Sana
He estado escribiendo y hablando sobre estafas en internet durante la mayoría de las últimas tres décadas, y lo que sé es esto: es un buen momento para ser delincuente. Gracias a la web, el correo electrónico y las redes sociales, nunca ha sido tan fácil encontrar enormes grupos de posibles víctimas. Y gracias a FinTech —la tecnología financiera como criptomonedas, Zelle o tarjetas de regalo— nunca ha sido tan fácil transferir dinero de maneras irreversibles y no rastreables. Por eso creo que el pódcast que presento, The Perfect Scam (en inglés), de AARP, es tan importante.
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“No solo lo digas, muéstramelo” es el consejo más antiguo en la narración de cuentos. Si le dices a alguien que cada año a las personas les roban $29,800 millones en estafas de telemercadeo, la estadística probablemente le entrará por un oído y le saldrá por el otro. Pero si esa persona conociera a una viuda por COVID que entregó su 401(k) y su dinero del seguro de vida por lo que le dijeron que era una oportunidad para cuidar de su esposo moribundo, nunca se olvidará de su historia. Esperamos que si alguien te llama con esa misma estafa, recordarás a la viuda y colgarás el teléfono.
Es por eso que hacemos The Perfect Scam. Ponemos un rostro humano en todas estas historias desgarradoras, gracias a la valentía de las víctimas que deciden compartir su experiencia.
Estas víctimas necesitan contar sus historias y ser escuchadas para poder recuperar el control de sus vidas; además, de esa forma, estos delitos salen de las sombras de la vergüenza y existe la posibilidad de que atrapen a los delincuentes. A aquellos de nosotros que trabajamos en The Perfect Scam nos encanta contar historias, y nos asombramos de las personas que conocemos, pero más que nada, es un llamado. El crimen está creciendo rápido, al igual que la población de personas vulnerables que han ahorrado toda su vida para la jubilación. Tenemos que hablar de eso.
Este otoño, estamos celebrando el episodio número 100 (en inglés) de The Perfect Scam, que comenzó en el 2018. Son tres años de historias llenas de angustia y sufrimiento, pero a menudo, del triunfo de héroes que no se dejaron vencer por el engaño. Esperamos que escuches los pódcast y conozcas a esos héroes. Desafortunadamente, estamos bastante seguros de que no será problema elaborar los próximos 100 episodios.
En algunos casos, se han suprimido los apellidos y se han cambiado los nombres por motivos de privacidad.
El delito: Estafa del teléfono
Charlotte Robinette estaba en su casa, en los suburbios de Phoenix, empacando el almuerzo para llevar a su turno de enfermera, cuando sonó el teléfono.
Recuerda que escuchó: “Mamá, por favor, ayúdame. Estos tipos me secuestraron”. Entonces, un hombre tomó el teléfono y dijo: “Ok, tenemos aquí a su hija. ¿Cuánto pagaría para volver a verla con vida?”.
Robinette suplicó que la dejaran oír a su hija otra vez, pero los secuestradores fueron terminantes: “Eso es lo último que escucharás de ella. A menos que hagas lo te que decimos, la vamos a matar”.
Le dijeron a Robinette que fuera al banco. Luego, le ordenaron que transfiriera dinero a una dirección en México. Le dieron instrucciones de que fuera a una tienda, luego a otra... le hicieron atravesar todo Phoenix. Cada vez que enviaba dinero, le pedían más.
“Esto duró, bueno, como todo el día. Y después no me dejaban dormir a la noche”, dice Robinette.
Finalmente, cuando ya estaba cerca de colapsar por agotamiento, le dieron la orden más osada: cruzar la frontera y depositar dinero directamente en un banco en México. Así que se encaminó por la autopista interestatal I-17, más allá de Tucson, y cruzó la frontera.
Una vez que encontró el banco que le habían indicado los secuestradores, depositó el dinero; hasta el último dólar que le quedaba en su cuenta de jubilación IRA. Le dijeron que volviera en el auto hasta su casa y esperara instrucciones sobre dónde recoger a su hija.
Para agravar aún más su pesadilla, cuando los agentes federales en la frontera descubrieron que estaba en posesión de dos armas de fuego, la detuvieron. Después de una hora eterna en la que se desesperó por el destino de su hija, la dejaron ir. Finalmente, llamó al celular de su hija. Y su hija atendió la llamada.
“Kristen, ¿estás bien? ¿Dónde estás?”, preguntó Robinette. “Aquí mismo, en casa”, respondió la hija.
“Y yo pensé: ‘¡Oh [censurado]!’. Fue como si todo se derrumbara”, recuerda Robinette.
Robinette había sido víctima del delito que el FBI llama “secuestro virtual”, una estafa que con frecuencia se origina desde dentro de las prisiones de México. Los delincuentes sorprenden a las víctimas en horarios poco habituales y las atemorizan al punto de convencerlas de que envíen dinero. Las historias se vuelven más convincentes cuando las víctimas investigan en las redes sociales y, en algunos casos, con la suplantación de identidad en el identificador de llamadas, lo que hace que la víctima crea que la llamada proviene realmente de un ser querido. El FBI ha publicado numerosas advertencias sobre esta estafa.
Robinette envió alrededor de $11,000 a los secuestradores virtuales, y el incidente todavía la atormenta. “No sé cuánto tiempo pasó hasta que pude volver a dormir bien”, dice. “Pero luego pensé: ya tienen mi dinero, ¿qué más pueden querer de mí ahora?”.
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